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CARTA DEL CORRESPONSAL | LOS ÁNGELES
Columna
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¿Crisis? Hágase una 'McMansion'

El paseo matutino por el barrio es una rutina a la que me acostumbró mi perro, Melón. Él hace sus cosas y yo pongo los pies en el suelo antes de empezar el día.

Los dos podríamos vivir sin esta caminata, pero es perfecta para cuando resides en una urbe donde todo lo ves a través de un cristal, ya sea del coche o del ordenador. No es lo mismo leer diariamente sobre la caída del mercado inmobiliario en California, donde las ventas se han reducido a la mitad según las cifras de DataQuick, a ver cómo desaparecen tus vecinos dejando a su paso una casa fantasma donde, como en muchas otras, florece el cartel de "se vende" clavado en el césped como quien le clava una estaca a un vampiro y sólo falta la tela de araña para rubricar el poco interés levantado entre los compradores.

Los típicos chalecitos han sido reemplazados por megaconstrucciones
Son grandes, ostentosas y poco respetuosas con el medio ambiente
Es más fácil un crédito para una reforma que para una casa nueva

Es la muestra más clara de la crisis que se vive en Estados Unidos, de esa burbuja que explotó tras años de una subida por encima de lo jamás pensado. Lo que no está tan claro es el porqué de ese otro fenómeno que salpica este barrio, mitad Glendale, mitad Burbank, al norte de Los Ángeles y a la espalda de las letras de Hollywood. Son las McMansions, como se llaman las megaconstrucciones que en los últimos años se elevan en los mismos solares donde antes estaba el típico chalecito angelino, esos que hacían que Los Ángeles se pareciera a un gigantesco Navalcarnero, como decía mi madre. McMansions las hay por toda la ciudad y siempre igual de feas. Son el equivalente en casa al Hummer como vehículo: grandes, ostentosas y con la misma falta de respeto al medio ambiente.

Si hay crisis, ¿de dónde sale el dinero para tanto ladrillo? Las teorías son muchas. Los que quieren vender dicen que con la crisis la gente pasa más tiempo en casa y quieren estar cómodos y espaciosos en mansiones que ocupan entre los 280 y los 460 metros cuadrados en parcelas de terreno de igual tamaño que dejan escasamente un trocito de césped a la entrada. Otros desestiman el fenómeno como exageraciones de periodistas, aludiendo que no son más que las reformas de toda la vida que la gente acostumbra a hacer en sus casas. Esos no tienen perro para que les saquen a ver las últimas construcciones del barrio.

Steve Glickman, asesor financiero, ve en estas moles una tendencia de mercado que incluso recomienda a los 78 millones de baby-boomers, los estadounidenses nacidos en la explosión demográfica posterior a la Segunda Guerra Mundial. "En medio de la crisis de las hipotecas y con la caída de la venta de las viviendas de nueva construcción en un 79,4%, la mejor forma de invertir es en el suelo que ya posees. Es más fácil conseguir un préstamo contra una propiedad que una hipoteca, y las constructoras encuentran en esta moda una salida a su crisis", explica a quienes intenta convencer de las ventajas de la última tendencia inmobiliaria y de inversión cuando todo lo demás se tambalea.

Además, es una inversión que resume alto y claro una forma de vida demasiado extendida: el derecho a hacer lo que quiera con mi casa. -

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