"Mi defecto es querer ganar más"
Tras batir el récord de Spitz y convertirse en el mayor ganador olímpico, Phelps estudia ahora pasarse a la velocidad
Pekín. El Tiburón olímpico sale del agua y empieza a disfrutar de la gloria. Una gloria imperecedera: enriquecida con 14 oros olímpicos, impensables -hoy- para cualquier otro deportista del mundo, de cualquier deporte. Así pues, Michael Phelps, junto al atleta Usain Bolt, ha hecho inolvidables los Juegos chinos con su memorable chorro. Algo legendario.
Con una hazaña que parecía imposible realizar (igualar el récord de siete oros de Mark Spitz en Múnich 72), el estadounidense ha demostrado que en la piscina ya no hay límites. Ya no volveremos a ver al mismo Phelps, no habrá un tercer intento, porque ya se ha hecho todo, se ha visto todo, se ha celebrado todo. Aunque veremos a este muchachote algo torpe fuera del agua y con esa cara suya tan especial, pero con unas dotes y una resistencia en el agua únicas. El Tiburón ha empezado su vuelta al mundo, dejando China por Europa, pero está a punto de volver a su base, en Michigan, como un astronauta que hubiera estado en la Luna. Y realmente conoció a un astronauta (Thomas Stafford) después de los triunfos en serie. Nada de agua, en lo que a competiciones se refiere, hasta enero: Michael ha declinado todas las propuestas excepto las promocionales.
"¿Los Mundiales de Roma? La natación está ahora fuera de mis pensamientos..." "Ahora sólo quiero divertirme, esforzarme menos. Los 400 estilos me consumen"
"Spitz tenía razón: el récord sólo se lograría con los relevos. Lezak estuvo excepcional" "Siempre hay nuevos retos. Ahora quiero nadar los 50 metros estilo libre"
Para él empieza ahora la operación dos, quizá la más difícil: llevar "la natación a otra dimensión". Él lo ha hecho, los demás, quién sabe. ¿Un fenómeno de cien millones de dólares? El equipo de asesores de imagen de Octagon, coordinado por Peter Carslile, trabaja diligentemente para conseguirlo. ¿El campeón más deseado por las mujeres? Ahora las malas lenguas le adjudican una novia tras otra: la última en orden de aparición ha sido las tres veces campeona olímpica Stephanie Rice, que dejó a Sullivan poco antes de los Juegos. Phelpsmania: esto no ha hecho más que empezar.
Pregunta. Dijo que no cambiaría, ¿ni siquiera aunque superara a Spitz?
Respuesta. Me gustaría seguir siendo el mismo que aún se emociona compitiendo por su bandera. Pero no sé qué ocurrirá: todos me dicen que soy el mejor de todos los tiempos, y desearía seguir nadando.
P. Pero ya le ha pedido a Bowman, su entrenador, una larga pausa.
R. Sí, los dos lo necesitamos: hemos llevado a cabo un trabajo enorme.
P. ¿Cómo podrá encontrar ahora nuevas motivaciones?
R. Descubriendo nuevas competiciones y nuevas sensaciones; siempre hay algo nuevo, aunque pueda parecer que la natación no es más que un ir y venir por la piscina. En los virajes todavía se puede limar mucho. Mi defecto es que si gano, quiero ganar cada vez más.
P. El que más trabajo le ha dado ha sido el serbio Cavic...
R. Bueno, temblé en los 100 mariposa, me lo tomé con calma en el primer largo, pero notaba el cansancio y pensaba más en Crocker que en el serbio. Sí, admito que tuve suerte al tocar mejor la pared.
P. Ahora lo dicen también las imágenes.
R. Sé que los superficiales pueden pensar que Omega manipuló el cronómetro, ¿pero cómo se puede hacer en directo?
P. Aunque hubiese perdido, habría igualado a Spitz.
R. Nunca dejaré de agradecérselo a mis compañeros de los tres relevos. En eso tenía razón Mark: el récord sólo se puede conseguir con los relevos. Y desde luego, Lezak hizo cosas excepcionales.
P. También él, igual que usted, tenía la rabia de Atenas.
R. No hay nada que no se pueda volver a hacer. Ha sido duro, pero han sido días realmente perfectos.
P. ¿Hay algo que realmente no le guste hacer en el agua?
R. Sí, nadar a braza: lo odio, igual que perder.
P. ¿Y algo que no hiciese nunca y le gustaría hacer ahora?
R. Los 50 estilo libre: sé que el entrenador no la considera una carrera adecuada para mí, pero ahora en natación sólo quiero divertirme y hacer menos esfuerzo. Ya no nadaré los 400 estilos, que me consume. A lo mejor los 200 estilos, donde creo que Ryan Lochte se convertirá en el número uno.
P. ¿Y los 100 estilo libre?
R. Bueno, alguien como Bernard me recarga. No he batido su récord del mundo por una centésima; podría ser un bonito desafío en los Mundiales de Roma. Y luego hay numerosos adversarios a los que respeto muchísimo. Como Magnini, que en Montreal me dejó en el quinto puesto. Sé que todos esperan muchas victorias en Roma, pero ahora la natación está fuera de mis pensamientos. No sé cuántas medallas, ya tengo demasiadas como para desear una realmente distinta. De todas formas, sí, quiero dar el máximo: esta vez en velocidad.
P. ¿Qué es lo más extraño que le gustaría hacer ahora?
R. Todavía no he decidido qué hacer, con todos estos compromisos. Lo único seguro es que no veo la hora de volver a Baltimore para ver a mis amigos y a mi sobrinita.
P. ¿Y la persona más importante a la que siempre haya deseado conocer?
R. Tiger Woods. Me gustaría preguntarle cómo se consigue ahora gestionar la popularidad y la entrada de tanto dinero. Y también a Michael Jordan, que realmente ha cambiado el baloncesto.
P. En Londres completará su ciclo olímpico, ¿y después?
R. Me gustaría trabajar en la dirección de empresas. Junto a mi entrenador intentaré aprovechar todas las oportunidades ligadas al efecto de estos resultados deportivos.
P. ¿Entonces no se zambullirá en Hollywood, como Spitz?
R. No, no me gusta el cine. Prefiero competir a actuar.
P. ¿Ha hecho la carrera perfecta?
R. Todo ha sido perfecto. ¿Qué más podría desear?
P. ¿Qué no olvidará de la Villa Olímpica?
R. Las partidas de cartas con Lochte. También eso me cargaba las pilas para estar al máximo.
© La Gazzetta dello Sport. Distribuido por The New York Times.
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