Proféticas copas con vistas a la Seu
La Sibil·la ha dado nueva vida a las noches alrededor del monumento
Los inviernos son habitualmente muy fríos en Lleida y los veranos se caracterizan por un calor sofocante que hace que los termómetros no bajen de los 30 grados a la sombra. En ese panorama lo más aconsejable es guarecerse de la canícula durante el día y salir por la noche a disfrutar de los aires frescos. Una de las sugerencias que no deben desecharse es subir hasta la colina de la Seu Vella y tomarse una consumición en la espaciosa terraza de La Sibil·la mientras se disfruta de una de las mejores panorámicas que pueden verse de la ciudad y de su entorno rural.
La Sibil·la es un proyecto municipal que explota en concesión una cooperativa de jóvenes emprendedores locales. El nombre lo tomaron de la sibila, un personaje de las mitologías griega y romana que ejercía de profetisa y tenía la facultad de adivinar el futuro. En la antigua catedral, al igual que en otras iglesias medievales de Cataluña, Baleares y Valencia, se representa en la vigilia de Navidad el ancestral canto de La Sibil·la.
Este bar también tiene su rincón cultural y ahora apuesta por pequeñas exposiciones
El local, de 400 metros cuadrados de superficie, abrió sus puertas hace cuatro veranos. El acontecimiento puso fin a una larga controversia sobre la conveniencia de instalar servicios de hostelería dentro del recinto más emblemático de Lleida. Esta primera experiencia, aplaudida incluso por el colectivo Amics de la Seu Vella, ha sido un éxito rotundo, ya que gracias a la apertura del bar en la contraguardia de la Reina, en la parte oriental de la muralla, se ha impulsado el turismo y se ha dado vida nocturna a un monumento que con la llegada de la noche se quedaba a solas y a oscuras.
Los leridanos siempre habían vivido de espaldas a su primer símbolo, al que sólo acudían para hacerse las fotos de boda. Pero en poco tiempo, La Sibil·la se ha puesto de moda y se ha convertido en un referente de la noche leridana, de manera que su amplia terraza se llena cada velada de clientes de todas las edades y nacionalidades. Las especialidades que tienen más éxito son los mojitos, las ensaladas, los bocadillos del turó, los surtidos de embutidos y quesos y las tapas. "Resulta curioso escuchar comentarios de personas que aseguran no haber estado nunca aquí y lamentan no haberlo hecho antes", afirma Margot Besora, responsable de comunicación e imagen del local.
Los sábados y domingos ya es típico entre los leridanos subir a La Sibil·la al mediodía para hacer el vermut. Se puede acceder en coche por la calle de Sant Martí o también con el ascensor del Canyeret. Desde el mirador que es La Sibil·la se puede observar la Lleida antigua y la moderna, el río Segre canalizado y un amplio territorio surcado por modernas infraestructuras viarias y extensos campos de frutales. Pero es por la noche cuando el local registra una mayor afluencia. "Aquí siempre suele haber dos o tres grados de diferencia respecto a otros puntos de la ciudad y eso se agradece. A veces nos quedamos sin mesas libres y nos duele no poder atender a nuestros clientes como se merecen", añade Besora.
Además del aire fresco, los clientes valoran la tranquilidad del lugar y las facilidades para aparcar, algo que no sucede en otras zonas de ocio de la ciudad. Tomarse una consumición en este bar, al pie de un monumento construido hace más de ocho siglos, constituye un privilegio y un ejercicio de espiritualidad en medio del mundanal bullicio.
El cambio experimentado en la Seu Vella desde la apertura de La Sibil·la ha sido radical. La imagen actual del recinto ha mejorado notablemente con la nueva iluminación que hace visible el monumento desde muchos kilómetros de distancia. "Éste es un monumento que impresiona a los visitantes y ahora son muchos los que por la noche pasean por su perímetro exterior para admirar su belleza", señala Besora. El bar, que abre todos los días del año hasta las dos de la madrugada y los fines de semana hasta las tres, también tiene su rincón cultural y, después de una breve experiencia con la música, ahora ha apostado por pequeñas exposiciones. La última es del artista David Ymbernon.
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