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Reportaje:

Desgaste monumental

Los espacios culturales toman medidas para evitar el impacto de las visitas

La necesidad de compaginar la actividad turística con la conservación del vasto patrimonio de la región provoca no pocos quebraderos de cabeza a los gestores y algún que otro enfado al visitante que, a veces, no está conforme con las restricciones a las que se ve sometido, aunque sean éstas para que no pierda calidad la visita pública a causa de la sobreexplotación.

El continuo ir y venir de visitantes, sus pasos e incluso sus irreprimibles deseos de tocar determinadas superficies constituyen un potencial riesgo para el lugar elegido que debe mantener un difícil equilibrio entre la visita masiva y la posibilidad de garantizar un espacio cultural en buen estado.

La Carta de Cracovia (2000) ya se refirió al turismo cultural como un factor de "riesgo" para el patrimonio en general, a pesar de los aspectos positivos que genera en la economía local, sobre todo. Advirtió de los efectos negativos que podría acarrear la masificación del turismo, y éste no ha dejado de aumentar en Andalucía.

Por este motivo, el control de los accesos y la regulación de los flujos es un elemento indispensable en todo conjunto monumental, museo o lugar de especial interés. El objetivo es que las visitas tengan "menos impacto" y para ello es preciso diversificar a los turistas, además de limitar el aforo.

En Andalucía, es la Alhambra el conjunto monumental que sin duda más interés despierta. Soporta anualmente más de dos millones de visitantes. Ante estas cifras, todos los esfuerzos que se hagan son pocos para a través de la información y la divulgación fomentar actitudes de respeto.

"El lugar provoca el deseo de tocar", afirma la directora del Patronato de la Alhambra y el Generalife, María del Mar Villafranca, pero "si todo el mundo lo hace se produce desgaste, además de dejar adherido al material [cerámica, yeso, mármol, etcétera] la grasa de la mano".

En la ciudad palatina son, por razones obvias, los pavimentos lo que más desgaste sufren por la masificación del turismo, de hecho muy pocos son originales.

Esta circunstancia, que hace unas décadas era impensable, no ocurre sólo en Granada: la Mezquita de Córdoba o la Catedral de Sevilla, entre otros, reciben también cada año a un importante número de visitantes, si bien la cifra es muy inferior a la del conjunto monumental granadino.

Establecer un análisis de la capacidad de carga es otra de las cuestiones primordiales a la hora de intentar ampliar los flujos turísticos en los monumentos para saber por qué zonas y en qué medida, atendiendo siempre a la singularidad del espacio.

"Es un tema especializado que cobra cada vez más poder y protagonismo en lugares de conservación", afirma Villafranca, para quien la información es un pilar básico tanto antes de la visita como en el transcurso de ésta. La principal queja en el conjunto se produce, según relata, porque el turista "no termina de entender a veces el control del aforo en la zona de palacios nazaríes, una de las más conocidas".

Aunque lleva muchos años la Alhambra con este sistema, "no hay que dar nada por sabido", explica, porque se les pasa a los visitantes por razones diversas la hora de acceso y "no entienden después que hay que respetar el horario por cuestiones de conservación".

Como medida de prevención y para evitar futuros cierres de estancias, por ejemplo, la Alhambra trabaja en un sistema pionero de conservación in situ. Así lo contempla el Plan Director del monumento. De forma experimental, han instalado una pequeña estación de control a través de sondas en la zona del Patio de los Leones, cuya fuente está siendo restaurada. Se trata de un novedoso sistema para conocer cómo afecta la climatología o seísmos en las piezas y estudiar las medidas a aplicar.

De este modo podrán adelantarse también a posibles precipitaciones, heladas, etcétera. Además de un avance sustancial en la conservación, su implantación contribuiría a evitar cierres de determinadas estancias en un futuro y favorecerá así el turismo de calidad.

Museos con límite de visitantes por hora

El turismo se ha convertido en un movimiento continuo de masas y una actividad esencial de muchas economías, pero puede tener efectos negativos si falta regulación y el patrimonio cultural se somete a continuas sobrecargas. La masificación y el acceso incontrolado impiden el disfrute al visitante, además de que perdure en el tiempo el bien cultural.

El museo también es, aunque con cifras inferiores, un espacio cada vez más demandado en Andalucía y, por lo tanto, también expuesto al impacto que produce el constante paso de público. El Picasso de Málaga ocupa el primer puesto en preferencia con más de 340.000 visitas en 2007, por delante del de Bellas Artes de Sevilla, que casi alcanzó el pasado año los 223.000 visitantes.

La masificación en lugares que conservan obras artísticas de tanto valor requiere asimismo, al igual que los espacios monumentales, un proceso de adaptación.

El director del Museo Picasso de Málaga, Bernardo Laniado-Romero, explica que, al tratarse el que dirige de un edificio con salas de reducido tamaño, "hay establecido un límite máximo de 600 visitantes cada dos horas".

Así, el acceso fluido por las salas, que en total contienen 155 obras del pintor malagueño, "repercute en la calidad de la visita y en la conservación de la obra de arte". Los niveles de temperatura y humedad, conseguidos a través de tecnología específica, garantizan la perfecta conservación de las obras de arte de la colección.

Igual ocurre en los últimos museos inaugurados en Andalucía, el de Almería, que ha recibido numerosos premios, y el de Bellas Artes de Granada, en el palacio de Carlos V de la Alhambra, donde la regulación se establece a partir de la luz natural que se combina con la artificial gracias a un exhaustivo análisis.

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