Grande, pero ágil y seguro
El Superb comparte la mecánica del Passat y, aunque tiene un planteamiento más económico, ofrece sus tecnologías opcionales más sofisticadas. Por ejemplo, el cambio automático DSG accionable desde el volante o el sistema de aparcamiento automático Park Assist (695 euros): calcula los huecos al pasar, avisa, y aparca girando por sí solo el volante mientras el conductor se encarga sólo de acelerar y frenar. Además, estrena los faros AFS, que mejoran la iluminación adaptando la anchura y profundidad del haz de luz según se circule en ciudad o carretera.
A pesar del tamaño del Superb, el motor 2.0 TDi de 140 CV con caja automática secuencial DSG de seis marchas ofrece unas prestaciones más que correctas. Responde con fuerza desde 1.500 hasta 4.500 vueltas, adelanta con soltura, afronta las subidas sin pereza y mantiene buen ritmo de crucero. Sólo cuando se carga a tope acusa más el peso. La lástima es que este cambio cueste tan caro (3.150 euros), porque es muy rápido, cómodo y permite aprovechar mejor el motor. Pero aumenta un poco las emisiones, y al pasar de 160 g/km de CO2 paga un 9,75 de impuesto de matriculación, frente a 4,75 del manual de seis marchas. Aun así, gasta muy poco: menos de siete litros en conducción suave y ocho en ciudad, y cuando se apuran las marchas.
Las virtudes se completan con un comportamiento eficaz y seguro. Acusa poco el tamaño, y con la suspensión de serie ofrece una estabilidad notable, incluso en trazados estrechos y virados: es fácil de conducir, ágil de reacciones y se maneja como si fuera más pequeño. Los mandos son muy suaves, frena con potencia y las ayudas electrónicas, como el control de estabilidad ESP, actúan cuando se necesita sin que se note.
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