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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La Gran Muralla desde el espacio

Es un tópico decir que el mito tiene más poder que la verdad. Sin embargo, los tópicos a menudo lo son porque tienen una base en la realidad. En este contexto quiero explicar brevemente algo sobre la Gran Muralla de China. En los medios de comunicación se ha repetido en numerosas ocasiones durante los Juegos Olímpicos que la Gran Muralla es la única construcción humana visible desde el espacio. Es un mito. Un cálculo sencillo nos permite deducir que, incluso en una órbita de las más bajas posibles, a 160 kilómetros sobre la Tierra, el ojo humano no es capaz de ver el ancho de la muralla, que es de nueve metros. Es verdad que su longitud es de unos impresionantes 6.000 kilómetros, pero eso no ayuda en su detección. Un símil ilustrativo sería la de distinguir un pelo humano a una distancia de un par de metros, sobre un fondo de color similar (la muralla cruza terreno de color similar a ella). Aumentar la longitud del pelo no nos ayudará.

Pero hay argumentos empíricos incluso más fuertes que los teóricos. En una charla que dio el astronauta de la NASA, Miguel López Alegría, en Almería en junio de 2008, respondiendo a la pregunta de si había podido ver la muralla de China durante sus más de siete meses en la estación espacial internacional, nos dijo que nunca había llegado a verla.

Al contrario, y muy al gusto de su audiencia, nos explicó que de las pocas obras humanas que son detectables desde el espacio, destaca la zona de los invernaderos de Almería, que se ve claramente como una mancha blanca sobre la tierra, más ocre. Es cierto que ninguna de las dimensiones de esa zona es de más de 50 kilómetros, pero colectivamente su forma se aproxima a un círculo, con lo cual su detectabilidad es casi 500 veces mayor que la de la muralla de China. Ésa sí, es de las pocas estructuras humanas visibles desde la Luna sin la ayuda de un binocular o un telescopio. Estoy convencido de que el mito, que se originó en un libro en el año 1932, persistirá durante mucho tiempo.

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