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Reportaje:Liga 2008-09 | BARCELONA

Estilo Guardiola

El técnico azulgrana intenta acabar con el absentismo laboral de la época de Rijkaard y entrena como jugaba: entendiendo que el oficio se dignifica con la dedicación

Jordi Quixano

Pep Guardiola (Santpedor, Barcelona; 37 años), técnico del Barça, tiene una pelota de fútbol en la cabeza. Como jugador, no fue rápido, habilidoso en el desborde o certero en el disparo, pero como el 4 de Cruyff movía la pelota de maravilla y hacía que sus compañeros se desplegaran a una velocidad vertiginosa. Ahora entrena como jugaba, entendiendo que el oficio se dignifica con la dedicación. Y exige lo mismo a sus futbolistas. Tanto, que de un plumazo ha borrado las malas costumbres y el absentismo laboral que definían al equipo en los cursos pasados. "Si piensan que voy a ser blando, se equivocan", anuncia Guardiola. "Es tan enfermo del fútbol como del orden y sus métodos", le describen desde el vestuario.

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Aniversario vertiginoso

Hace tres años, el Barça conquistó la Champions con un juego soberbio, de presión avanzada y circulación endemoniada de la pelota. Tras el éxito, el equipo se desbravó y tanto la directiva como el técnico [Frank Rijkaard] y sus jugadores, se dejaron llevar, al punto que delegaron sus funciones en el vecino. Se desvaneció el fútbol al tiempo que se perdieron los títulos. El público del Camp Nou, que puso en entredicho la continuidad de Laporta —superó una moción de censura y la asamblea de compromisarios, donde puso su cargo a disposición—, achacó el bajón a las juergas de Ronaldinho, al pasotismo de Deco y a la locuacidad de Eto'o. "Ninguno de ellos entra en mi cabeza", reveló Guardiola, que después se retractó y se quedó con el ariete africano por la falta de ofertas y por su buen rendimiento en los últimos metros. Todo ha cambiado. Obsesionado con los detalles, Guardiola lo controla todo. Desde la preparación física a la alimentación; desde las tácticas a las salidas nocturnas.

Los futbolistas aparcan los coches en el Camp Nou a las 8.30 de la mañana. Deben acudir al comedor del estadio para desayunar cereales o fruta. No es casual; Esteban Gorostiaga y su equipo médico de fisiología aplicada al deporte de élite controlan la alimentación de la plantilla. "A Messi le han suprimido las chucherías", cuentan desde el club. Una hora más tarde, los jugadores salen al campo a entrenarse. Y a las 12.30, ya duchados, regresan al restaurante. Arroz, verduras, ensaladas, carnes, y fruta de postre. Tras la siesta en casa, entrenamiento vespertino con idéntico protocolo.

Todo bajo las órdenes de Guardiola. Graba algún que otro entrenamiento o partido, exige a los jugadores desplazarse por las instalaciones a pie —antes iban en coche—, sólo otorga unos minutos para el descanso o para beber agua, no les tolera que se escabullan de las ruedas de prensa o de la zona mixta, y les obliga a meterse en una piscina helada, mantenida a 12 grados, después de los entrenamientos duros. "Sirve para recuperarse de la fatiga muscular y de las microcontusiones", explican desde el área médica. Ha puesto, además, un toque de queda: a las doce de la noche cada uno tiene que estar en su casa.

Tanto en Escocia como en Estados Unidos —los únicos entrenamientos a puerta abierta hasta el momento—, Guardiola se ponía las manos a la espalda cuando Lorenzo Buenaventura dirigía los ejercicios físicos. Pero al sacar los balones de las redes, a Guardiola se le iluminaba la cara, se le activaban los brazos a modo de molinillo, y charlaba con todos con énfasis y distendidamente. "Nos explica el fútbol", concede Xavi. Todo bajo el 4-3-3 que quiere imponer.

Al portero le hace jugar adelantado, en el borde del área grande. "Es un riesgo divertido. Lo hace para que ayudemos en la presión del equipo", detalla Valdés. "Jugar así implica concentración y estar bien posicionado porque no podemos quedarnos a media salida", agrega Pinto. La defensa, remozada en grado superlativo, también tiene órdenes concisas. "Quiere que estemos bien adelantados, dejando metros entre nuestra línea y la portería", señala Sylvinho. "Así se juega en el Barça desde la cuna", resuelve Piqué. "Con el balón en los pies, nos exige que lo juguemos", añade Márquez; "está prohibido el pelotazo para arriba". Alves, como lateral derecho, cobra importancia capital. "Me dice que puedo subir por la banda y ser el origen las jugadas", indica. Hasta que el balón alcanza a la siguiente línea, a la media.

"Nos pide que no perdamos la pelota, que la movamos con precisión", explica Keita. "Pero siempre solicita que la juguemos rápido", abunda Touré. "Quiere, en el fondo, que gobernemos los partidos desde el medio", incide Iniesta. "A mí, personalmente, me quiere de tres cuartos de campo para arriba. Cerca del área rival para chutar y participar en las segundas jugadas o las llegadas desde atrás", reseña Xavi. Que el cuero, sí o sí, tenga su punto final en el área opuesta. "Quiere que marque goles, claro", indica Eto'o. "Y sin la pelota, que presionemos arriba porque así es más fácil hacer goles", apostilla Henry. A Pedro, sin embargo, nada le sorprende. "Son los mismos conceptos que en el filial. No cambia nada", apunta.

El vestuario acepta todo de buen agrado. "Son sacrificios que valen la pena", esgrime Sylvinho. "Todo esto tiene muy buena pinta", confirma Márquez. "Es el método ideal para alcanzar éxitos", remacha Xavi. Pero Keita recuerda: "Trabajo, mucho trabajo". Al tiempo, Guardiola sonríe satisfecho. Es su método y lo llevará hasta las últimas consecuencias. Pase lo que pase.

Fichajes

- Alves (brasileño), 29 millones, del Sevilla.

- Martín Cáceres (uruguayo), 16,5 millones, del Villarreal.

- Piqué, 5 millones, del Manchester United.

- Keita (maliense), 14 millones, del Sevilla.

- Hleb (bielorruso), 15 millones, del Arsenal.

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