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Reportaje:libros

Volver al espíritu de Formentor

Editores y escritores se reúnen para reeditar unos míticos encuentros literarios

El joven editor Malcom Otero Barral, nieto del poeta y editor Carlos Barral, confesó ayer en Formentor que una vez, en invierno, acudió aquí, aun cuando el único hotel estaba cerrado, para impregnarse del espíritu de su atmósfera, mitificada en poemas, libros y en su propia memoria familiar. La confesión resonó ayer en este bellísimo y remoto confín de Mallorca, donde hasta mañana autores, agentes, críticos, periodistas, algunos políticos y editores buscan reinventar la gestión cultural aprovechando el lustre del topónimo, que trae el eco de históricas conversaciones literarias y premios internacionales.

Las charlas son, por supuesto, las que mantuvieron en 1958, auspiciadas por Camilo José Cela, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma y otros poetas. Y el premio es, claro, el Formentor, cuya primera edición ganó Luis Goytisolo. Aquí se reunían unos y otros para decidir con vocación europeísta y efluvios de alta literatura quién era merecedor de un galardón concedido hasta 1972.

En la playa-pinar de Formentor se debate de nuevo en el cincuenta aniversario de aquel encuentro literario. En pleno verano y sobre el futuro de la cultura y la edición. Se elucubra hasta con revivir aquel premio. Aunque todo ello sin pretensiones "de intentar resucitar a un muerto de su sueño" -como observó Basilio Baltasar, director de la Oficina del Autor de PRISA, editora de EL PAÍS-, sino para salir al paso "del espíritu catastrófico" de la literatura y evitar que la cultura de masas "sea una fuerza de perversión de valores".

Hay estos días en Formentor varios supervivientes de aquellos encuentros de hace cinco décadas. Como Josep Maria Castellet, quien recordó ayer pasajes y personajes de días políglotas y diversos, o el editor italiano Ernesto Ferrero, presente en los pioneros eventos junto a Italo Calvino y Alberto Moravia. Ayer reclamó crear "una red" que nos ayude a "volver a creer que el mundo puede ser salvado con buenos libros".

Al encuentro también asistió el escritor mexicano Carlos Fuentes, veraneante habitual de Formentor, o Mario Muchnik, otro testigo de primera mano, que recordó juegos de pimpón con Henry Miller y desveló viejas pugnas de votaciones literarias pasadas para reivindicar la transparencia en los premios literarios. Por estar, estuvo el difunto poeta Jaime Gil de Biedma. De él, Juan Cruz leyó unos versos evocadores: "El hotel apagado / en donde los famosos ya dormían" y "lo que queda de esos días: algo de luz y un poco de calor intermitente".

En la memoria de todos estuvieron aquellos galardones, que entonces gozaron de gran impacto cultural en Europa. Al menos hasta que la dictadura de Franco vetó la entrada del editor Giulio Einaudi por publicar un libro de poetas antifascistas de España. Todos los colegas de Gallimard, Rowohlt, Seix Barral y otras editoriales se solidarizaron y el galardón marchó a Corfú, Túnez y Austria. Desde entonces, un censor con bigotillo supervisó las deliberaciones. Anécdotas y recuerdos como éstos se pueden recobrar en las imágenes recobradas para una exposición y un catálogo.

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