Crimen en Alcalá, 106
Subo alegre y confiado, a las once y media de la mañana del domingo 10 de agosto, por la acera de los pares de la calle de Alcalá. Y, en la esquina con Goya, un poco antes de llegar al número 100, donde una placa honra la memoria del poeta peruano César Vallejo, que vivió en esta finca en 1931, tomo una resolución heroica: retomar esa misma mañana la escritura de una novela negra ambientada en Madrid que, ay, tengo abandonada desde la festividad de san Pancracio. Ando unos pasos y la presencia de policías y de servicios de Emergencias y el acordonamiento de la zona, a la altura de un antiguo local de telefonía de Alcalá, 106, que está en obras desde finales de julio, indican que ahí ha ocurrido una probable desgracia.
¿Se puede describir el terror de la persona que se topó con el cadáver?
Hay ya algunas cámaras de televisión y un periodista de Europa Press me informa de que en el interior del establecimiento yace el cadáver de un individuo que ha sido cosido a puñaladas. Me acuerdo de los grandes reporteros Heródoto y Kapuscinski, su discípulo polaco, que se habrían lanzado a interrogar a la treintena de vecinos y curiosos que allí se habían congregado, pero me decanto más por ese consejo evangélico que dice en arameo: "Dejad que los niños vengan a mí". Y, a los pocos minutos, un amable operario del Samur-Protección Civil me dice que el cadáver presenta heridas en cráneo, tórax, abdomen y brazos. El juez ordena el levantamiento del cadáver y, a las doce del mediodía, se abre la puerta del establecimiento y sale la camilla con el cadáver.
Cuando uno va pensando en escribir una novela negra que relata un crimen imaginario y se encuentra tan inesperadamente con el cadáver real de un hombre cuyo cuerpo se ha descubierto hace menos de tres horas, siente una sensación de extrañeza difícil de explicar. ¿Qué importancia tiene una novela, incluso admitiendo que pudiera ser buena, es decir, amena, para decirlo con el lenguaje con que Patricia Highsmith califica lo que es para ella una buena novela, frente a la realidad de un crimen cuya violencia, precisamente por ser real, resulta tan difícilmente imaginable incluso para la Policía Científica, que cuenta con elementos reales para reconstruir el crimen?
Veo la noticia del crimen en los telediarios de TVE y de Telemadrid y, a la mañana siguiente, los diarios madrileños informan del 43º crimen perpetrado, hasta ese día, en Madrid en 2008. A las nueve de la mañana del domingo, dos trabajadores habían quedado para ir a trabajar al local. Tras abrir la puerta, uno de ellos descubrió el cadáver apuñalado de su compañero. ¿Se puede describir el terror de esa persona que se topó con el cadáver bañado en sangre? Esa persona llamó a los servicios de Emergencias.
Fuentes de la investigación informaron ese mismo día que era todavía pronto para establecer el móvil del crimen. No obstante, descartaban que pudiera tratarse de un robo. ¿Se produjo una reyerta o fue un ajuste de cuentas tras una noche de juerga? El encargado de la obra declaró que el fallecido era un ciudadano paraguayo de 37 años. Las iniciales de su nombre son C. S. S. Z. Agentes de la Policía Científica y de Homicidios investigaron el lugar del crimen y precintaron el local. Una cinta sujeta en tres contenedores informa a los peatones: No pasar / Línea de policía. En el precinto de la puerta del establecimiento se leen las iniciales de la Dirección General de Policía: D. G. P. Durante nueve días el precinto prohíbe el paso al establecimiento. El 19 de agosto la policía levantó el precinto. Ayer viernes, a la una del mediodía, tres albañiles trabajaban en la reforma del local. Pregunté por el encargado de la obra que, en ese momento, estaba ausente. Un albañil me dice que es el primer día que él trabaja allí. Hablo con la sección de prensa de la Brigada de Homicidios y, a las 14.00 de ayer viernes, me dicen que la investigación sigue su curso, pero que no hay ninguna novedad que comunicar. En el escaparate del local se lee este anuncio que suena salvajemente sarcástico. Quién sabe que allí se acaba de cometer un crimen lee con el mayor dolor este mensaje que suena a la burla más inhumana del desdichado cadáver: "Conéctate allí donde estés. /Ahora, no puede / ser más fácil". Adiós, desdichado compañero, para mí, desconocido.
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