Por la defensa hacia la plata
En un ejercicio tan sufrido como generoso en intensidad y paciencia, España ya tiene la plata en el bolsillo. Aunque los nombres son casi todos los mismos, bastante poco queda de aquel colectivo que nos enamoró con un juego que conjugaba precisión con otras cuestiones más estéticas. Lo de ahora es otra cosa más terrenal, basada en un esfuerzo defensivo extraordinario que, cuando ha llegado el momento decisivo del campeonato, ha resultado piedra angular para dilapidar a Croacia y terminar desesperando a Lituania.
Pero el hecho es que, 24 años después, España se presenta de nuevo en una final olímpica y la hazaña es de tal magnitud que esta pérdida de brillantez resulta un peaje coherente y, sobre todo, muy llevadero. Muchas cosas han cambiado en este equipo, pero en algo fundamental se ha mantenido la dinámica. Campeones del mundo, subcampeones de Europa y, al menos, subcampeones olímpicos. Vamos, que ganábamos cuando deleitábamos y también lo seguimos haciendo con un estilo más ofuscado, pero muy bien trabajado tácticamente. En el camino se han quedado algunas de las virtudes y los personajes que llevaron al equipo español a la mejor de las consideraciones. No sabemos cómo nos habría ido manteniendo lo anterior. Sí conocemos que se ha alcanzado el objetivo con lo nuevo.
La semifinal fue un partido de mamporro y tente tieso con los dos equipos con sus objetivos defensivos muy definidos. El de Lituania, Pau Gasol, al que Javtokas y Petravicius, dos armarios de tres cuerpos que no desentonarían talando árboles en un bosque de Wyoming, se aplicaron con extrema dureza. El de España, Jasikevicius, al que Ricky Rubio terminó sacando del partido. Con los actores principales maniatados, Lituania se encontró con una versión inusitada de Jasaitis, desconocido en su acierto triplista, y Javtokas, que, además de atizarle a Gasol, hacía muchos puntos para su habitual producción. Durante muchos minutos, a España no le quedó más remedio que sufrir en silencio sus debilidades ofensivas, las pérdidas de rebotes y su incapacidad para que Gasol entrase en juego. Apretó los dientes en la defensa y esperó su momento con una gran dosis de paciencia. El cambio de dinámica se apuntó al final del tercer cuarto, cuando Jasaitis dejó de meterlas de todos los colores y a los pívots lituanos les empezaron a pesar las faltas personales. Pau encontró algún hueco, Rudy las metió en el momento preciso y, muy acorde con el desarrollo del partido, Felipe Reyes y un enorme Carlos Jiménez terminaron entre los héroes de un duelo que pasará a la historia.
España estará en la final de los Juegos, pero estamos tan mal acostumbrados que nos pareció excesivo el sufrimiento al que nos sometió Lituania. Pero es que hemos cambiado el glamour por el sudor, los protagonistas claros por la inmisericorde rotación. Con una medalla colgada del pecho, ¿quién discute el cambio?
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