Con pasos de gigante
El gigante de Usain Bolt despertó después de un discreto tiempo de reacción de 165 milésimas de segundo. Una vez en movimiento, los esprinters incrementan progresivamente tanto sus velocidades como las amplitudes y frecuencias de sus pasos. Respecto a la velocidad punta, los mejores la alcanzan más tarde que los atletas de menor nivel. Habitualmente, lo hacen por encima de los 60 metros. Posteriormente, la velocidad disminuye ligeramente hasta la meta. Usain Bolt ha corrido los 100 de la final de Pekín con una velocidad media de 37,15 kilómetros a la hora y posiblemente antes de llegar a los 70 se haya acercado o incluso superado a una punta de velocidad de 44 kilómetros a la hora. Todo indica que superará ampliamente los 43,56 que se le tomaron a Donovan Bailey cuando hizo 9,84s en los Juegos de Atlanta 1996.
La amplitud de los pasos se incrementa de forma importante desde la salida hasta los 60 metros y a partir de ahí hay quien sigue aumentándola de forma paulatina, pero también hay quien la mantiene e incluso quien la disminuye ligeramente. Bolt, cuando hizo el anterior récord (9,72s) el 10 de mayo, en Nueva York, corrió en 41,5 pasos. Eso significó una amplitud media de 2,41 metros en cada paso. En la final de Pekín, ha pisado el tartán 41 veces cuando por delante de su pie escasamente quedaban 20 centímetros para la meta. Así, su amplitud media ha sido cercana a los 2,44 metros cubiertos en cada paso. Con tales amplitudes, no sería extraño que la máxima se acercara, o incluso superara, los 2,7 metros. Esta forma de correr, con enormes pasos, empezó a mostrarla desde el inicio de la carrera. Su séptimo apoyo lo dio a más de 15 centímetros por delante de la marca de los 10 metros mientras Richard Thompson, segundo, apenas llegaba a la altura de esa marca en el mismo paso.
La frecuencia de pasos también sigue diferentes modelos de evolución a lo largo de la carrera, aunque es habitual verla decrecer al final. Bolt ha corrido realizando de media 4,23 pasos en cada segundo. Y posiblemente se haya situado en el momento de máximas revoluciones en torno a 4,6 pasos en cada segundo. Estas frecuencias no son muy elevadas si se comparan con atletas como Montgomery, al que se le tomaron de media 4,81 pasos en cada segundo en los Mundiales de Atenas 1997, cuando quedó tercero (9,94s). Pero Montgomery presentó una amplitud media de 2,09 metros, 35 centímetros inferior a la que ha realizado Bolt.
Resulta extraño ver una final olímpica de 100 en la que el ganador, de alguna forma, maquilla esa pérdida o déficit de velocidad, típica de los últimos metros, con una serie de movimientos que parecen indicar que ya no corre al máximo. Y a pesar de ello rompe la barrera de los 9,70s y consigue un nuevo récord con 9,69s. Primero, gira a la diestra su cabeza en el paso 31, cuando llevaría unos 74 metros. Y poco después baja los brazos para llegar al penúltimo apoyo dándose un golpe de pecho. Finalmente, por si fuera poco, llega a la meta con el tronco erguido, dejando escapar al crono casi un par de centésimas de segundo. Pero es que, además, en la misma carrera, a pesar de que no hubo color, otros cinco atletas bajaron de los 10s. Más no se puede pedir. Y todo contribuye al buen sabor de boca que ha dejado y a que se piense que Bolt tiene aún una holgada capacidad para seguir rebajando el récord. Esta final abre de nuevo la discusión sobre dónde se encuentran los límites del ser humano.
Xavier Aguado Jódar es biomecánico de la Universidad de Castilla-La Mancha (xavier.aguado@uclm.es).
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