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Reportaje:

Asesinato en familia

El juez imputa a Natividad Cantero y a sus dos hijos la muerte de su ex marido, directivo del BBVA de Sevilla

Andrés Toro Barea, cobrador de morosos del BBVA, fue hallado muerto en el salón de su casa el pasado 15 de junio. Tenía dos tiros en el pecho. Su asesinato en una urbanización de lujo a las afueras de Sevilla apunta a un móvil pasional y a intereses económicos. Pero estos últimos no tienen que ver con su empleo, como creyó en un principio la Policía. Su ex esposa, Natividad Cantero, está en prisión incondicional desde hace un mes, acusada del asesinato. Toro y ella llevaban un año separados y estaban en trámites de divorcio. Los dos hijos del matrimonio también han sido imputados: la mayor, de 31 años, por obstrucción a la justicia y el menor, que acaba de cumplir 18, por cooperación.

Natividad declaró que ella y su hijo fueron maltratados por Antonio Toro
"¡Lo sabía! ¡Lo sabía!", gritó la hija de la víctima al hallar su cadáver
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El juez que instruye el caso, Javier Carretero, del juzgado de Sanlúcar la Mayor, ha levantado "parcialmente" el secreto de sumario. Entre los datos revelados consta que el hijo del matrimonio, Andrés David Toro, pudo colaborar en el homicidio. Así figura en el informe que ha remitido a la Fiscalía de Menores. Natividad declaró ante este juez que ella y su hijo habían sido víctimas de sucesivos maltratos. No se declaró culpable, pero reconoció que había entrado en la casa de su ex pareja y se había apoderado de papeles y cartas personales en las que, según fuentes del caso, se evidenciaba la relación de su ex con otra mujer.

El chalé donde se produjo el crimen se encuentra en la urbanización La Juliana, a 20 kilómetros de Sevilla. Tiene 400 metros cuadrados, jardín y piscina. "Podría costar más de un millón de euros", cifra un vecino. "Dicen que, además, Toro tenía empresas millonarias a nombre de su familia", aporta otro. Y continúan las hipótesis: "Ni los hijos ni la mujer querían compartir la fortuna con la nueva mujer".

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A esta exclusiva urbanización de 200 propietarios ubicada en Bollullos de la Mitación (Sevilla) llegó a las 9.10 del lunes 16 de junio una mujer de unos 40 años, muy nerviosa. Insistía a gritos, frente a la garita de seguridad, en que a su compañero del BBVA, Andrés Toro, le había pasado algo. "No ha venido a trabajar y no contesta a mis llamadas", gritaba la mujer. Insistía en que Toro, de 59 años, padecía del corazón, por lo que temía "lo peor". El vigilante se niega a entrar en la vivienda sin permiso, tal y como le pedía la mujer. Llama a la hija de Toro, que tarda casi una hora en llegar. Ésta abre la puerta: la casa está ordenada, los adornos de la mesa sin tocar y la televisión encendida. En el suelo, tras el sofá, yace Andrés Toro. Llevaba 17 horas muerto.

El relato de los hechos es de Jesús Martín, el vigilante que encontró el cadáver. "No había restos de sangre", recuerda. "Sólo me llamó la atención la herida que tenía en la clavícula". Por ahí entró una de las balas, que salió por la espalda. El otro disparo, a bocajarro, se localizó más abajo, a la altura del pecho.

Cuando Natividad, ama de casa de 52 años, ingresó en prisión nadie en La Juliana se lo podía creer. "¿Cómo alguien va a pensar algo así?", coincidía la mayoría. La esposa no acudió al chalé cuando se encontró el cuerpo tiroteado de su ex marido, ni tampoco al Instituto Anatómico Forense. Ni al entierro en Sevilla. Fuentes del caso consideraron la declaración de la mujer ante el juez de "una frialdad impresionante". El vigilante de seguridad tampoco recuerda que el hijo, Andrés David, apareciera en la residencia el día de la muerte del padre. La hija fue la única que se acercó. Se la escuchó gritar: "¡Lo sabía! ¡Lo sabía!".

Andrés Toro nació en una familia humilde de Puerto Serrano (Cádiz). De pequeño "tuvo que cuidar vacas para ganar algo de dinero", recuerda desde el pueblo su tío Francisco Toro Luna, que dice que no ha "levantado cabeza" desde el asesinato. A los 14 años, la familia de Andrés se trasladó a Sevilla porque al padre, que era peón caminero, le "salió trabajo en la capital". Allí aprendió a leer, "estudió Administración y se colocó en un banco, porque era muy listo", explica otro tío, Manuel, que reside en Alcalá de Guadaíra (Sevilla). Al poco tiempo se enamoró de Natividad.

Toro llevaba cuatro años como director del Centro Especial de Recobros (CER) del BBVA en Andalucía oriental. Gestionaba el cobro a morosos y la recuperación de créditos. Por aquí comenzaron las indagaciones de la Guardia Civil buscando un posible "ajuste de cuentas". Pero muy pronto descubrieron que la puerta de la vivienda no había sido forzada, no había ventanas rotas ni señales de forcejeo. Parecía claro que la víctima conocía bien a la persona que entró en el domicilio aquel domingo. En el club social de La Juliana, cuya cuota de entrada son 3.000 euros, recuerdan cómo dejaron pasar a algunos compañeros de Toro "muy trajeados" el día del descubrimiento del cadáver. "Hablaban muy bajo sobre la posible venganza de algún moroso", explica una testigo. También la hija del directivo se desplazó hasta el recinto. "Pidió una tila. Estaba pálida y no hablaba nada", detalla una camarera.

Entre los conocidos de la pareja comenzaron los rumores sobre los posibles celos de la ex esposa. Los pocos vecinos que acceden a hablar, son escuetos: "Aquí nadie se mete en la vida de nadie", afirma un vecino de la calle paralela a la de Toro mientras cuida el jardín. Alguno asegura que Natividad era una mujer "muy normal y muy correcta" a la que veían algunas veces por la casa. Otros dicen que era "muy seria, como él". Los hay que sospechan del crimen pasional porque Toro estaba viéndose con una chica joven: "Dicen que la novia tiene 22 años y no es española, más bien morenita", se atreve a decir un conocido que acto seguido se arrepintió de haber hablado.

El domingo, último día en que se vio al empresario con vida, éste salió a podar las palmeras de su cuidado jardín. Cuando acabó, metió los sacos llenos de ramas en el maletero de su mercedes C-220 negro. Regresó a casa y recibió la visita de alguien, que acabó matándole. Uno de los detalles confusos del caso no es confirmado ni desmentido por la policía: el teléfono móvil del fallecido no aparece. La autopsia mostró que Andrés Toro había fallecido sobre las 17.00 del domingo. Seis horas después, alguien envió un mensaje de texto desde su móvil. Iba dirigido a la mujer que llegó apurada a buscar al empresario el lunes. Fue lo primero que le dijo a la policía, según testigos presenciales. Era un mensaje en blanco. Tampoco ha aparecido, y esto sí se ha confirmado, la pistola de nueve milímetros de la que salieron las dos balas mortales. El arma coincide con la que un tío abuelo de Natividad declaró haber regalado hacía 15 años. De hecho, éste fue el testigo que llevó a la policía a detener a la ex esposa.

El juez Carretero da "casi por zanjado" el caso, a la espera de una posible apelación. Y ya ha pasado un mes desde el crimen. Tras la verja del chalé de La Juliana, el pasado viernes, aún se veían las tijeras de podar que el empresario usó antes de morir. Y los sacos con ramas secas apoyados contra la verja. Muy cerca está aparcado el Mercedes, cubierto de polvo.

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