Un ejemplo de mejora

Y dijo Michael Phelps que quería ganar ocho oros en Pekín... y todos nos lo creímos. Y a partir de ese momento nos subimos a su carro de lo imposible para acompañarle en un empeño de una dimensión incalculable. Por ponerlo en perspectiva, esperamos que nuestros deportistas españoles alcancen la muy estimable cifra de 6-8 oros, con los que nos daríamos por contentos. El chico de Baltimore lo quiere hacer él solo... bueno solo, solo no, que necesita la ayuda de sus compañeros en relevos.
Si lo pongo en dimensión-fútbol es como si ahora que estamos en pretemporada, cualquiera de nuestros grandes dijera que va a ganar la Liga, Copa de Rey, Champions, la Copa de Barrios y todos los torneos de verano además de la Eurocopa. Y además jugando bien, dando espectáculo, es decir, batiendo todos los récords habidos y por haber.
Lo escribo para tener plena conciencia del tamaño del reto ya que tras el maravilloso oro logrado en el 4 x 100 leía un titular que decía algo así como: "Phelps a punto de fracasar en su intento". Y yo me decía que si un tipo que se vuelve a casa con siete oros y una plata ha fracasado en el intento es que nos estamos confundiendo en algo.
Cierto que no conseguirá vencer en todas las competiciones aunque siempre le quedarán competiciones en las que no habrá conseguido ser el primero, los saltos de trampolín sin irnos lejos de la piscina, cierto que alguien le habrá vencido y mostrará el oro por encima de su cabeza (y pasará a la historia como el que venció a Phelps), pero tendrá que morder la medalla para creerse que lo ha logrado. Quiero decir, por si no ha quedado claro, que cuando uno se marca un objetivo estratosférico y se queda, si es que se queda, a un oro del objetivo nunca, nunca, podremos valorar su actuación como un fracaso. Diremos que no alcanzó su reto, que no hizo realidad su sueño, que por un momento se mostró como un ser humano, podremos decir muchas cosas, pero no será fracaso la manera de resumirlo.
Cuando alguien asume un reto de este tamaño de forma pública y lo defiende con el máximo empeño y lo adereza con récords mundiales y lo hace de forma tan normal, viviendo como uno más en la Villa Olímpica y, además, lo completa mostrándonos su lado más humano, más débil, como cuando fue detenido por conducir en no muy buenas condiciones, es decir, cuando nos enseña que es primero de todo, persona, sólo queda seguirle y aprender de él todo lo aprendible.
Yo no les puedo hablar de la técnica de nado ni de las ventajas de trabajar la hipoxia ni si la condición física de americano le da ventaja a la hora de nadar -para eso tiene a excelentes especialistas en natación-, pero me gustaría que el de Baltimore fuese un ejemplo en el proceso de mejora continua, ya que para optar a todos esos logros, Phelps junto a su entrenador, se plantean ser cada día un poco mejores y no se han conformado con sus mejores nichos competitivos sino que se han expuesto a la más amplia competición, para lo cual han tenido que mejorar en todo aquello que antes no hacían tan bien y que ahora nos parece que es perfecto. Y esto exige un alto grado de humildad para reconocer que todavía hay cosas que mejorar, un elevado nivel de autoexigencia, un gran deseo de ser puesto a prueba y una capacidad casi mágica para construir nuevos sueños, nuevos retos, nuevas cumbres para conquistar. Pero además conociendo que cada una de esas novedades suponen más trabajo, más dedicación, más exposición a que algún día, en alguna piscina se encuentre con algún álter ego deseoso de tocar primero el muro para batirle y dejarle con la plata.
Y ese día más que nunca rendiremos pleitesía a quien se ha expuesto tanto para ser el más grande.
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