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A TOPE | Días de diversión
Columna
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¡Olimpiadas, cómo no!

¡Qué maravilla la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos! Inenarrable. Era todo tan original y elegante. Esas filas de incontables chinos haciendo esas líneas rectas tan perfectas. Un órdago. Es uno de los espectáculos vistos en tele que más me han impresionado. Y seguro que a todo pichichi que se enganchó a verlo. Pero claro, luego viene Paco con las rebajas, y donde puse niña mona con vestidito rojo, era play back; y donde puse fuegos y más fuegos con cielo limpísimo, algunos eran grabados y editados, y encima en las gradas había animadores. Ay... los exquisitos andan revueltos, intentando quitar puntos. Sinceramente, no entiendo el desencanto. El espectáculo es el espectáculo. Es como que no se pudiera soportar tanta maravilla, y hay que buscar alguna imperfección para dormir tranquilos. Solo les faltaba decir que Li Ning, el encargado de encender el pebetero, no volaba, y en realidad estaba colgado de unos cables que además se veían. ¡Hombre, claro!

El espectáculo es el espectáculo. Es como que no se pudiera soportar tanta maravilla

La verdad, prefiero mil veces que me engañen como una china, y hagan todos los play backs que quieran antes que ver el saludo "tan simpático" que hicieron los españoles que desfilaban al pasar por delante de la cámara. Pero habrá que entender el buen ambiente "reinante"... eso será.

El caso es que los Juegos son los Juegos, y es de justicia reconocer que atrapan, enganchan... y crean una duda existencial: ¿tendrán madre semejantes máquinas? Vivimos engañados con lo de que todos los seres humanos somos iguales. Lo siento, pero... no. Yo, por lo menos,lo máximo a lo que puedo aspirar en las olimpiadas es a llorar cuando un olímpico emocionado logra una medalla. E inmediatamente después llorar pensando en el o la pobre que ha quedado cuarto. Me imagino todas las horas que ha tenido que meter durante todos estos años para estar al nivel, y cómo por una maldita décima de segundo, no consigue la medalla. Un sin vivir.

Una amiga me comentaba que suele tener pesadillas con las nadadoras sincronizadas que, después un tiempo imposible debajo del agua, salen impecables y con una sonrisa que no les cabe en la cara. Me puedo imaginar como saldría yo si lo intentara: medio asfixiada, tosiendo como una descosida y con el gorro para allá. Mejor aplicarme la máxima de ¡Pekín pa qué!

Capítulo aparte se merecen los y las gimnastas. Im-presionante. Estos sí que no tienen madre, porque si la tuvieran, les dirían que paren ya de una vez, y que no den semejantes volteretas y vueltas en el aire porque se partirán la crisma. Aunque entre toda esta maravilla, aún espero alguna actuación que sorprenda, y aparezca algún "normal", como aquel nadador que en Atenas hace cuatro años chapoteaba entre los mejores, y al que le costó lo suyo terminar un largo.

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Este año, el que se está ganando mi oro es el presentador de las olimpiadas de noche de la tele. Cada vez que lo veo me parece estar viendo Los caminos del Señor, o un programa de estos que echan los domingos por la mañana... Pero no. Presenta lo mejor del día de Beijin 2008. Es como que a los de la tele, para acercarse a la estética china, no se les ocurre mejor idea que montar un plató en plan Todo a Cien. Tal vez su misión sea devolvernos a la realidad, y hacernos ver que lo de la ceremonia inaugural era un farol, y de los chinos. Aquí el día a día es así, poca tontería y a lo que vengo, vengo. ¡Para qué engañarnos! Eso para los...

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