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El mar también se llena de basura

Las 52 barcas que limpian el litoral han retirado 40 toneladas de porquería

Iñaki ha pescado un frigorífico apenas zarpar del puerto. Demasiada carga para proseguir la ruta diaria y limpiar el trecho de mar que baña Barcelona. "Hemos regresado a la base y vuelta a empezar", comenta nada sorprendido este patrón de 55 años. Iñaki Artadi gobierna uno de los 52 barcos de la Unidad de Aguas Marinas (UAM) de la Agencia Catalana del Agua (ACA). Cuesta que los hallazgos sorprendan a cualquiera de los 68 marineros que coordina la UAM para peinar los 600 kilómetros de costa catalana: ordenadores, electrodomésticos y hasta una vaca engrosan las anécdotas de esta recolecta marina. "Por mi barco ha pasado de todo", asegura Iñaki.

Desde el 21 de junio, la UAM ha recogido 40 toneladas de residuos de las aguas catalanas. La mayoría de éstos es plástico en forma de garrafas, bolsas y flotadores a la deriva. Vienen a ser cerca de 300 contenedores de basura flotante que no han alcanzado la costa gracias a los brazos metálicos de los dos tipos de embarcaciones: el barco pelícano, llamado así por las dos pinzas de metro y medio de longitud con las que Iñaki atenazó la nevera, y el Marnett, cuyas dos garras metálicas se abren para barrer la superficie marina con una longitud de hasta cuatro metros.

"No se trata de pasearse al azar en busca de basura marina", aclara Mariona de Torres, directora de la UAM. La tarea la coordinan y planifican las 15 personas del centro de control de la Unidad. Éste recibe unas 900 comunicaciones diarias para armonizar la ruta de los barcos con el resto de medios: los técnicos a pie de playa, las entidades municipales y el avión que revisa cada día el litoral catalán de Portbou a Les Cases d'Alcanar. "El objetivo es ofrecer un litoral de calidad a residentes y turistas. Este país vive del turismo y debe cuidarse", añade De Torres.

De ahí que las rutas básicas estén preestablecidas. "Sabemos dónde aparecen residuos", desvela José Luis Gimeno, coordinador desde 2002 de la zona que cubre desde Barcelona hasta Sant Carles de la Ràpita. La vigilancia se centra en los puertos comerciales, las desembocaduras de los ríos y los conductos, que llevan los desperdicios hasta alta mar. La gestión del centro también es clave para afrontar con rapidez los posibles incidentes. Así ocurrió el pasado 7 de julio, cuando se detectó una mancha blanquecina de origen desconocido acercándose a la costa. La sustancia alarmó a los ayuntamientos y bañistas de Sitges y Castelldefels, dos de los municipios más afectados. En menos de 24 horas, la UAM identificó la sustancia (aceite de palma) y dispuso sobre ella nueve barcos durante seis días para minimizar el vertido. "Vigilamos, actuamos, informamos. Somos un modelo para el resto del país", añade orgullosa De Torres.

La UAM se implantó en 2001, pero se forjó al calor de los Juegos Olímpicos. Todo empezó por las exigencias del Comité Olímpico de velar por la calidad de las aguas en que debían discurrir las regatas. En verano de 1992, dos barcos pelícanos recorrieron sin pausa el trozo de mar que va del Besòs al Llobregat. Tras 16 años, los efectivos se han multiplicado por 26 y faenan por toda Cataluña, capturando entre 80 y 100 toneladas de basura marina por temporada. La cantidad queda empañada por la imprecisión ante el monte total de residuos. "¿Es mucho o poco?", inquiere De Torres. "Ni idea. No podemos saber lo que se nos escapa".

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