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Miles de barceloneses llenan Gràcia en una celebración sin conflictos

Los vecinos echan en falta la "mayor intimidad" que prometió la organización

Y al segundo día, comenzó la fiesta. La verbena de Gràcia se reencontró ayer con la multitud tras el estreno del pasado jueves en que apenas se notó la celebración. Anoche ocurrió lo contrario: las calles bombearon miles de jóvenes, decibelios y alcohol. El barrio acogió la aglomeración resignado por los hábitos que se repiten año tras año. "Lo de siempre: muchas promesas de tranquilidad, pero esto es un desmadre", apuntó un portavoz de la Asociación de Vecinos de Gràcia. Al menos la fiesta no quedó empañada por los enfrentamientos ocurridos en años anteriores. La tirantez entre los cuerpos policiales desplegados y los asistentes no llegó a mayores.

No es suficiente para los vecinos. "Queremos más intimidad, el festejo vuelve a ser de los vecinos", volvió a insistir ayer la federación de fiestas. "Gràcia ha cambiado y esta celebración ya no tiene sentido", terció después Isabel Ferrer, jubilada de 74 años y residente en la plaza del Poble Romaní, sitio que este año acoge uno de los tres recintos de las llamadas fiestas alternativas. El de Isabel es el sino que repite la mayoría de vecinos: Gràcia queda demasiado lejos de aquella Vila en la que todo era complicidad. "Ahora sólo esperamos que pasen rápido para recuperar la tranquilidad", añadió Juan Correa, el marido de Isabel.

Y eso que las fiestas arrancaron a ritmo tranquilo. Poco ambiente hubo el jueves: el de un día laboral cualquiera en una Gràcia plagada de policías. Éstos ganaron la partida por asedio: ni los bares ni los lateros aportaron combustible a la madrugada ante la superioridad aritmética de los Mossos y La Guardia Urbana.

Ayer fue más costoso domeñar a los rezagados que se empeñaban en seguir la parranda. La juerga se alimentó en los pequeños escenarios agrupados en torno a las calles engalanadas. Fue suficiente para que la fiesta alcanzara la misma estampa de siempre: aunque no haya conciertos multitudinarios, se hayan potenciado los eventos culturales y se hicieran llamamientos a no beber ni orinar en la calle. La campaña Gràcies pel teu civisme, que arrancó anoche en la plaza del Sol, sirvió de más bien poco. "Queremos explicar que no meen en cualquier lado: está mal hecho", justificó un voluntario de la campaña. Para la mayoría de jóvenes, el argumento resultaba casi enternecedor pero nada persuasivo. Los regueros de orín volvieron a marcar los callejones, concentrados sobre todo en los alrededores de las plazas.

El problema incitó la picaresca a lo largo del barrio. Varios locales se apresuraban a recolocar los urinarios públicos instalados por el Ayuntamiento. El objetivo: dejar sus comercios fuera del área de influencia de los retretes. En el juego coincidieron varios negocios, que sin saberlo desplazaban adelante y atrás el mismo excusado. "Sólo lo apartamos unos metros. Cuando hacen colas para entrar, no todos tienen paciencia", se excusó el gerente de un restaurante de la calle de Verdi.

Esta información ha sido elaborada por Ferran Balsells, Alberto Barbieri y Eduardo Portas.

Los Mossos desalojan a un grupo de jóvenes de la plaza del Sol, en la madrugada del miércoles.
Los Mossos desalojan a un grupo de jóvenes de la plaza del Sol, en la madrugada del miércoles.CARMEN SECANELLA

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