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Columna
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Sin descanso

Impresionaron los chinos en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos. Pero yo no estoy en Pekín, sino en este "zarrapastroso mercadillo aldeano", que es como definía a mi ciudad hace unos días un comentarista político madrileño. San Sebastián habría pasado de ser una "gran ciudad española cosmopolita" a eso, esa bazofia medrosa, y esto al parecer por méritos exclusivos del alcalde Odón. A esta figura retórica se la conoce como hipálage, y en este caso consistiría en atribuir a la ciudad algunos de los calificativos que se merece su alcalde, de modo que lo mismo se diría de cualquier otra ciudad o institución cuyo regidor fuera ése. Lo destacable, sin embargo, de toda esa andanada rijosa es lo de la "gran ciudad española cosmopolita" que mi aldea ha dejado de ser. La verdad es que el sintagma se las trae, ya que no se sabe muy bien si es divisible o indivisible, ni tampoco en cuál de sus cuatro componentes pivota su significado, cuál de ellos es imprescindible para que todo él no se derrumbe y pase a convertirse en un zarrapastroso mercadillo aldeano, del que, curiosamente, ha desaparecido el calificativo de español. ¿Habrá dejado de ser mi aldea una gran ciudad cosmopolita porque ha dejado de ser española? ¿Qué demonios es entonces esta aldea mía, consultizada sin que nadie me haya consultado y sin que yo me haya enterado del cambio? ¿Será acaso una aldea china tiranizada por O-don-txú, una aldea griega regida por Odonis, una colonia francesa de cabreros pastoreada por Odonet? Me lo aclaren, oiga.

El instrumento contra el crimen es la ley y no la arbitraria disposición a medidas de exclusión

Impresionaron, sí, los chinos, que nos ofrecieron un espectáculo magnífico, aunque a la postre algo plasta. Entre los chinos hay muchas personas non gratas, pero yo no estoy en Pekín, sino en este zarrapastroso etcétera, y he de confesarles que entre nosotros también las hay. Son los miles de personas que se han tenido que marchar de este mercadillo y sus alrededores acosados por el terror. Son también los miles de personas amenazadas que aún se atreven a comprar sandalias de todo a cien por estas tierras, y entre las que estará seguramente el alcalde Odón. Sabemos para quiénes no son gratas esas personas y quiénes les han otorgado ese estatus. No han sido las instituciones, sino un grupo de facinerosos, una debilidad muy propia de esa clase de gente, propensa a este tipo de métodos expeditivos, debilidad que es justamente la que los convierte en facinerosos. En China, son las instituciones las que utilizan también esos métodos, pero creo que todavía hay alguna diferencia entre China y nosotros, a pesar de O-don-txú y de todas las villanías que quiera atribuirle Hermann Tertsch. Entre nosotros, han sido los batasunos los que han querido convertir las instituciones en expendedoras de sanciones de exclusión mediante propuestas de declaración de persona non grata que a mí siempre me han parecido repugnantes. Pero, ya ven, es muy posible que si Odón, en lugar de depositar 25 rosas como homenaje a las víctimas de ese asesino, lo hubiera expulsado de la ciudad, ésta no se hubiera convertido en un mercadillo deleznable.

Impresionaron los chinos, con un espectáculo que me pareció muy occidental, o muy global, pero que contenía la semilla china. "Un mundo, un sueño", dice su eslogan olímpico, pero en absoluto deseamos ese sueño chino, que es un sueño totalitario, para la potencia que quiere regir el mundo. El sueño de De Juana Chaos también debe de ser un sueño totalitario. Me resulta una persona despreciable y comparto la repugnancia que suscita entre las víctimas de ETA, cuya desgracia la celebraba con champán, que van a ser sus vecinos. Pero el instrumento de un Estado de Derecho contra el crimen es la ley -y refórmese ésta si no es adecuada- y no la arbitraria disposición de las instituciones a medidas de exclusión que, por justificadas que puedan parecer en este caso, instauran un procedimiento que se sabe dónde empieza, pero no dónde acaba. Es posible que mi ciudad sea un mercadillo zarrapastroso, pero Dios nos libre de convertirla en una aldea china, ni aun para con los asesinos repugnantes.

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