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Reportaje:

Este tipo no quiere triunfar

Bonnie Prince Billy, el Dylan de la era digital, rechaza la promoción y las grandes giras

"No me gusta dar entrevistas, porque hablar del pasado me distrae", decía en junio Will Oldham paseando por Praga su extraño aspecto. Los mismos vaqueros que llevaba la noche anterior sobre el escenario; la tupida barba rubia se une con las greñas de lo que le queda de pelo y una mirada que se clava de tal manera que cuesta mantenerla.

Dicen que es huraño, excéntrico, de mal carácter. Que la fama le repele. Críticos y cientos de miles de fans -algunos tan ilustres como PJ Harvey, Björk, Nick Cave o el difunto Johnny Cash, que grabó uno de sus temas- coinciden en que es el más interesante de los cantautores estadounidenses vivos, pero apenas tiene presencia mediática. "Lo que necesito es hacer música. El dinero importa porque me permite seguir, pero eso es todo. Hay músicos que trabajan para... ¿Un coche mejor? No es mi caso. Este año podría ir a festivales y ganaría para retirarme, pero paso".

"La relación con la música es personal, como la que uno establece con Dios", explica el artista

Es un genio saboteando su éxito. Desde 1993, graba bajo seudónimo. Al principio, todos sus alias giraban sobre la palabra Palace (Palace Music, Palace Songs), pero sus últimos cinco discos los firma Bonnie Prince Billy. "Odio el culto a la personalidad... Por eso cambiaba de nombre. Pero la gente quería algo que pudiera identificar. Así surgió Bonnie. Es el personaje. Yo soy Will". Su marca se percibe en Cat Power o Wilco... Él empezó ese estilo de música de raíces llamado americana. "No existe. En Kentucky dirían que hago rock underground de mierda. Y tendrían razón".

Dice que su música es como su tierra. En una muñeca lleva tatuada la flor de lis, emblema de Louisville, Kentucky, donde nació, en 1970. De 700.000 habitantes. Helada en invierno, infierno en verano. "Sur para Nueva York y norte para Florida. Tierra de nadie".

A Praga no venía desde 1991, cuando dejó una prometedora carrera de actor. "Estaba interesado en actuar desde pequeño. Pero con 19 años descubrí que era tan distinto de lo que había imaginado, que no quise seguir. Creí que mi futuro era estudiar y trabajar". Decidió viajar y llegó a la capital checa. "Un amigo construía iglesias en Rusia y quería trabajar con él. Pasé aquí un mes y, como no salió, volví", relata.

Volvió en crisis, solo y devastado, y buscó refugio en casa de su hermano. Y allí empezó a componer. "Nunca creí que podría ganarme la vida así. Sólo era algo que me mantenía cuerdo. Publiqué un single, a los tres meses llegó un cheque por 300 dólares y pensé que prefería hacer aquello en vez de cualquier otra cosa".

Es el paradigma del "hazlo tú mismo". De su nuevo trabajo, Lie down in the light, nadie de su sello supo nada hasta que estuvo terminado. "Funciono así. Me pago mis grabaciones. No tengo que contarle a nadie lo que estoy haciendo". Él lo elige todo, repertorio, la banda o la portada. "Es un dibujo de mi madre. Mi padre, que ya murió, era abogado. Mi madre era maestra, pero lo dejó para criarnos a mí y a mis dos hermanos. Ahora ha vuelto a estudiar y yo le animo a que haga cosas; tiene mucho talento". El dibujo es la escena bíblica de Jacob luchando contra un ángel. "Dios está aquí y en todas partes. Tienes que permitir que se acerque. Pero de una forma libre. La religión organizada es como los festivales de rock: te dicen lo que tienes que hacer. La relación con la música, como la relación con Dios, es personal".

Su peculiar gira pasó por Madrid tres semanas después. Tan brillante como en Praga, pero completamente distinto. Cada noche, los miembros de la banda escriben un título en una hoja de papel, y se la pasa al siguiente, que pone otro hasta que se completa una lista que se toca en ese orden. "No podría convertirlo en una rutina. Con la música, todo vuelve a tener una estructura y veo una lógica en el caos. Lo que hago es eso: buscar el equilibrio dentro del conflicto".

Will Oldham emplea el alias artístico de <b><i>Bonnie Prince Billy.</b></i>
Will Oldham emplea el alias artístico de Bonnie Prince Billy.

De vocación, alérgicos al estrellato

Scott Walker

En los años sesenta era la estrella de un grupo prefabricado. Pero se hartó. Alejado de cualquier convención relacionada con la industria, Walker edita un disco sólo cuando quiere, generalmente cada 10 años. Y pudo ser tan grande como Mccartney.

Tom Waits

Es la pesadilla de cualquier agente de prensa: entrevistas, las justa. Giras, sólo cuando y como le da la gana. sus discos, en un sello pequeño. Todo juega con un arma: la devoción de unos fans que, como demostraron en su reciente gira española, son capaces de pagar 125 euros si él lo pide.

Erykah Badu

Querían que fuera la nueva Diana Ross, pero la cantante de neo soul frenó discretamente cuando el impulso era demasiado rápido. Hasta 2003 coleccionaba grammies y entonces paró. Dejó pasar cinco años antes de publicar su nuevo y experimental disco. Adiós a las listas de éxito.

Burial

El dubstep es el sonido de baile del que todo el mundo habla, y Burial era su Banksy. El hombre misterioso de identidad oculta. Pero, tras ser seleccionado para un prestigioso premio, el tabloide The Sun ofreció una recompensa por su identidad y el esquivo músico británico reveló su nombre.

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