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Reportaje:PEKÍN 2008 | Deportes colectivos

Adiós al 'balonmano champagne'

El francés Richardson, un central de otra época, certifica el cambio de estilo de juego

Carlos Arribas

España ganó por 30-29 a Polonia -remontó en los últimos 12 minutos una desventaja de cinco goles- y, terminado el partido, jugadores y técnicos exhalaron un suspiro de alivio, se abrazaron y botaron en piña sobre la pista como si hubieran ganado una final. Tampoco habría pasado nada si hubiesen perdido, salvo un golpe a la moral, una gota de duda más sobre su potencial, una privación del placer de la victoria que alimenta la mentalidad ganadora, la famosa dinámica de éxito.

"Tal como se organizan estos torneos, el partido más importante es el del cruce de cuartos y, dada la igualdad entre media docena de equipos, Francia, Dinamarca, Alemania, Croacia, Polonia, España..., nunca se sabe qué es mejor". Quien habla así, explicando por qué es posible ir de derrota en derrota hasta la victoria final -principio tan caro a los italianos, por ejemplo- es Jackson Richardson, que no es italiano, sino francés de la isla de Reunión, que tiene 39 años y que durante más de una década fue el mejor jugador del mundo.

"España está más organizada en la defensa, pero debe ir al máximo"
"Ahora se juega más deprisa, más al choque, quizás con menos poesía"

Richardson, que aún mantiene las rastas que se convirtieron en su imagen de marca, está en Pekín junto a un equipo de televisión haciendo reportajes para Canal +, viendo todo el balonmano que puede y derramando su mirada entre lúcida, pragmática y resignada sobre un deporte que contribuyó a revolucionar desde su puesto de central, desde su juego intuitivo, genial y físico a la vez. Estuvo viendo a España contra Polonia, saludó alegremente a sus antiguos compañeros y rivales de la Liga Asobal, en la que estuvo entre 2000 y 2005 en el Portland; apreció algunas cosas del juego del equipo de Juan Carlos Pastor -"ha subido bastante su nivel las últimas semanas", dice; "está mucho más organizado en la defensa y en el ataque, pero sólo ha jugado así 20 minutos y un equipo que quiera ser campeón olímpico debe jugar al máximo los 60"- y comprobó, viendo cómo los centrales y laterales españoles y polacos jugaban como martillos percutores contra un muro, buscando abrir huecos a la fuerza en las defensas a un ritmo siempre igual, sin cambios, que el juego ha cambiado desde sus tiempos de esplendor.

"Ha cambiado. Como todo", dice; "hay más dinero, más tiempo, más cosas qué hacer y se quiere hacer todo más rápido, consumo inmediato. Y, así, todos los deportes. En el balonmano el nivel físico ha subido muchísimo, se juega más deprisa, se juega más al choque, quizás con menos poesía". Cuando habla de poesía, Richardson -no podría ser menos proviniendo de Francia- habla de la exaltación del gesto técnico, del pase bien dado, del manejo del tempo del juego por encima del mero esfuerzo físico: "Es lo que llamaban en Francia el balonmano champagne". El balonmano que Richardson llevó a dos títulos mundiales (1995 y 1991) y a un bronce olímpico (1992).

Frente a las burbujas, que actualmente parece sólo capaz de mantener a gran nivel la Croacia de Ivano Balic -los jugadores grandes como armarios capaces de moverse con elegancia y ligereza de pies de bailarines al ritmo genial de Balic, el Drazen Petrovic del balonmano-, quienes desean sobrevivir en los infernales ciclos competitivos actuales hablan de otras cosas. De "trabajo y orden", por ejemplo, los dos conceptos que quiere tatuar en el cerebro de sus chicos Pastor, quien desea seguir construyendo su equipo desde la defensa. "Nos han metido 29 goles los polacos, pero cuatro o cinco los han logrado no por una cuestión de defensa, sino por balones que hemos perdido en el ataque", explica; "en cuanto arreglemos ese problema, nos quedaremos en 25, que sería lo ideal".

"España juega mucho", refrenda Richardson, "y eso que se nota la baja de Uríos, el mejor pivote del mundo. Pero yo no veo tan grave el problema de que se jueguen excesivos partidos al año. Cada vez son más profesionales los jugadores, cada vez se preparan y se entrenan mejor. Veremos al final del torneo si España y Alemania, las dos Ligas más fuertes, sufren ese problema, pero, a diferencia de los Mundiales, en los que los partidos son diarios, aquí son cada dos días, lo que da más tiempo para la recuperación. Creo que cuando se notará el cansancio será en el otoño, cuando comiencen las Ligas nacionales".

Juan Carlos Pastor, Hombrados, Romero y Raúl Entrerríos (de izquierda a derecha) celebran la victoria de España sobre Polonia.
Juan Carlos Pastor, Hombrados, Romero y Raúl Entrerríos (de izquierda a derecha) celebran la victoria de España sobre Polonia.AFP

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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