So cerdos
Supongo que no les parecerá a ustedes raro que se me vaya el pensamiento al cambio climático, mientras paseo dejando que el último suspiro de la ola me moje los pies. Aún no se nota nada, a simple vista al menos. Pero las simulaciones más optimistas del Panel Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC, en inglés), patrocinado por la Organización de Naciones Unidas, advierte de que por esta zona gallega ya tendremos noticias directas del asunto antes de sólo unas pocas décadas.
De aquí a allá se habrá registrado ya una cierta elevación del nivel del mar, que no es lo que más nos perjudicará, sino la pérdida de calidad del agua para el baño. Para el año 2085, con temores más que fundados de que sea para antes, a la vista del ritmo con que se están produciendo todos los demás cambios, en la vertiente cantábrica, incluida Galicia, se habrá reducido al menos en un diez por ciento la disponibilidad de agua dulce. La razón principal de ello será el volumen cada vez menor de las precipitaciones lluviosas.
Si se reduce el caudal de nuestros ríos, éstos perderán la capacidad de regeneración
No falta quien le vea un lado bueno a esta amenaza: lloverá menos, hará más sol, quizá incluso menos frío, ergo esto será el Caribe. Los abrigos y gabardinas quizá desaparezcan de nuestros fondos de armario, los zapatos de goma, los paraguas, las camisetas ineriores, los calcetines de lana..., todo eso al baúl de los recuerdos. Y para más gloria, también hay previsiones acerca de que la moderación del clima gallego permitirá nuestros vinos tintos lleguen a rozar la calidad de los que se cultivan el la ribera del Duero. ¿Para qué más, Señor?
Sin embargo, todas las monedas tienen cara y cruz. Esta también. La reducción de los flujos de agua dulce puede tener consecuencias desastrosas sobre otras manifestaciones igualmente importantes de nuestra vida cotidiana. Si se reduce el caudal de nuestros ríos, para empezar, éstos perderán la capacidad de regeneración o depuración espontánea de las aguas, de manera que el mar recibirá una cantidad de contaminantes aún superior que la que ya recibe, sobre todo si los ayuntamientos no adoptan sus decisiones pendientes sobre la construcción o potenciación de las instalaciones de depuración sin más demora.
Eso, que ya podría ser bastante malo, también puede afectar a los bancos de marisco de las rías y a la calidad de los bancos pesqueros más cercanos a la costa. E incluso veremos como, al cambiar también la temperatura del agua tengamos en las playas visitantes no deseados (como las medusas). Los veraneantes, pues, lo tendrán crudo.
Pro hay más: la reducción del volumen de agua disponible, de producirse, como dicen los científicos del IPCC, pondrá en peligro la conservación de la capa verde de la tierra, además de la parte de ella que usamos para cultivar alimentos. En Galicia quizá nunca lleguemos a ver un paisaje de dunas arenosas, pero sí zonas cada vez más amplias de desertificación (pérdida del valor productivo de la tierra), como aumenta el número y la potencia destructiva de los incendios forestales, o la necesidad de cambiar nuestro sistema de cultivos para adaptarnos a otros que requieran menos agua: pastos de secano, quizá, para el cordero, que acompañe a nuestros mejorados vinos.
Bueno, y en esto iba, con los pensamientos arremolinados, quizá por caminar al sol sin sombrero, cuando sufrí un corte en el pie por causa de un trozo de cristal, otrora hermosa botella de caldo vitícola y ahora, en cambio, oculto en la arena, mero residuo. ¡Una revelación! Sí, sí, una revelación: todo lo que nos pasa es que hemos llenado el mundo de residuos, que hemos provocado un deterioro sin precedentes en nuestro medio ambiente, y que los dioses vienen de camino para pedirnos cuentas. ¡Avisados quedáis! So cerdos.
Por cierto: a la vera del arenal un animador social, o profesor, o algo así, capitanea a un grupo de niños que recorren la playa recogiendo basura. La depositan en un montón que ya va teniendo su volumen. Y cuando pasan por delante de cada una de las toallas, pidiendo perdón al público por las molestias, las señoras les sonríen enternecidas.
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