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Reportaje:

Buda no da abasto

El monasterio budista de Castellón ofrece cursos de relajación y meditación

María Fabra

Se acabaron las bajadas por rápidos y el paintball antiestrés para ejecutivos. "Les sirve para soltar adrenalina, pero dos días después están igual". Ahora triunfa la relajación y la meditación, como ejercicios más duraderos.

A unos 30 kilómetros de Castellón, se encuentra el monasterio budista Sakya Tashi Ling. Ofrece cursos de relajación y meditación: "Hay mucha demanda a la que no podemos dar cobertura", tal como asegura uno de sus habitantes, Alfredo Lamas. Entre ellos, muchos ejecutivos y empresarios que han optado por esta fórmula en lugar de los ya típicos juegos en equipo. Aunque el 80% de quienes se acercan va por pura curiosidad, tal como admite Lamas, muchos de ellos repiten y "comparten su experiencia con gente de su entorno". Quizá, uno de los motivos es que a estos budistas no les mueve ningún afán proselitista, sino el deseo de transmitir "la cultura de paz", a través del conocimiento de uno mismo.

"No vamos rapados y comemos carne", explica Lamas. "Algunos esperan encontrarnos haciendo ooommmm y encuentran un espacio activo para contrarrestar la habitual ausencia de vivir el presente y estar siempre lanzando puentes al futuro", añade. Es cierto, ni llevan túnicas naranjas, ni se han rapado la cabeza, porque son conscientes de que, pese a ser una filosofía oriental, han de adaptarse. "Y aquí no se puede aplicar lo de meterse en una cueva para meditar", añade. Aún así, el monasterio, como no podía ser de otra forma, está repleto de simbología budista, banderas de oración y olores místicos. Y, en el templo hay que entrar descalzo.

No existe patrón sobre los usuarios del monasterio. "Ésta es una sociedad de alto riesgo, que genera sufrimiento en personas de todo tipo, no con un perfil determinado", expone el monje. Y explica que quienes finalmente optan por conocer algo más de la filosofía budista son, habitualmente, gente joven con un determinado nivel cultural, con los que han formado un grupo reducido de personas "que viene a profundizar".

El ritmo de vida, la desmotivación y la falta de reflexión son algunos de los motivos que provocan que las prácticas que promueven los budistas resulten llamativas para, cada vez, más gente. El monje resulta prudente a la hora de evaluar si la crisis de otras creencias, como la católica, ha sido la causa de un acercamiento más numeroso al budismo. "En mi caso, sí, pero no me atrevo a generalizar", dice.

El aperturismo del monasterio no quita para que los monjes marquen un ritmo. No se puede acceder a los cursos de meditación sin haber pasado por, al menos, dos de relajación. "Antes de meditar es necesario tener la mente calmada", arguye. La duración de éstos se limita a una jornada durante la que, por 70 euros, ofrecen, con comida incluida, formación para la relajación a través de cuatro instrumentos: el yoga, la respiración, la observación y los movimientos sutiles. Después, llega la meditación.

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El monasterio budista, ubicado entre los términos de La Vall d'Alba y Cabanes, lleva casi diez años funcionando. En él viven 11 personas. Al principio, sus vecinos los miraron con cierto recelo pero "cuando les abrimos las puertas y les invitamos a que nos conocieran, ya abandonaron la idea de que éramos una secta o algo así", cuenta.

Al margen de los cursos, los monjes, a través de una fundación creada para tal fin, ofrecen conferencias, una escuela de estudios filosóficos budistas y un programa de formación de líderes. Además, su independencia económica es fruto también de la venta de libros, manuales, discos (tras el éxito del primer CD, han grabado otro con mantras intercalando música chill out) y, ahora, de un casco en cuyo fondo se ha impreso un mandala y que se adquiere junto a un Manual de conducción ética. Su tercer eje de trabajo son los programas de ayuda social, con los contribuyen al mantenimiento de un orfanato en Nepal y de la formación de adultos en el valle sagrado de los incas, en Perú.

Alfredo Lamas reconoce que hay muchos escépticos pero también invita a éstos: "Que no tengan miedo, que somos gente normal. Que vengan, que va a ser bueno y, además, van a conocer otra forma de ver el mundo". El hecho es que el monasterio está rodeado de huertos, pero sólo una vez dentro se escucha un sinfín de pájaros.

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