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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Se cierra el ciclo

El próximo día 14 de agosto el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicará el avance del PIB correspondiente al segundo trimestre de este año. La Contabilidad Trimestral se publicará el 27 de agosto, poco antes de que el país vuelva de vacaciones y se reintegre a la actividad. No será una rentrée como las que se han vivido en los últimos 13 años. Apenas en 2002, por un solo trimestre, se registraron tasas de crecimiento del PIB y del empleo tan moderadas como las del inicio del presente año, pero hoy sabemos que aquella desaceleración ya ha quedado claramente superada por los datos de afiliación, producción industrial, paro registrado y otros que hemos ido conociendo en los últimos meses.

Los datos inminentes de la Contabilidad Trimestral del INE para el segundo trimestre de este año nos acercarán a los balbuceos observados a principios de 1996, pero, por desgracia, todo apunta a que el deterioro de la economía acabará el año en registros similares a los que rodearon la recesión de 1992-1993. En esa ocasión, el PIB cayo en tasa intertrimestral durante tres trimestres consecutivos (el último de 1992 y los dos primeros de 1993), pero en tasa interanual lo hizo durante un trimestre adicional (el tercero de 1993). Sin embargo, el empleo estuvo cayendo en tasa intertrimestral durante 11 trimestres consecutivos (del tercer trimestre de 1991 al primero de 1994), y lo hizo durante 10 trimestres seguidos en tasa interanual (del primero de 1992 al segundo de 1994). Entonces, técnicamente, la recesión del PIB duró poco, es decir, los tres trimestres a caballo de 1992-1993, pero en términos de empleo dejó un saldo de casi 700.000 empleos netos desaparecidos.

Como consecuencia de la dinámica del PIB y el empleo, la productividad aparente del trabajo, que no es otra cosa que el cociente entre ambas magnitudes (y su tasa de crecimiento, la diferencia de las tasas de crecimiento del PIB y el empleo), registró una trayectoria muy oscilante, pero, con excepciones, creció a tasas muy elevadas. Los economistas creemos que es bueno que crezca la productividad, pero cuando ésta crece en medio de un ciclo tan adverso como el que se dio en aquellos años, hay que sospechar que este crecimiento de la productividad no era debido a un avance del progreso tecnológico, la capitalización de las empresas o los trabajadores, las infraestructuras o la regulación de los mercados, sino, más bien, a la destrucción de empleo y, especialmente, de empleo poco cualificado. La productividad es como el colesterol, que lo hay del bueno y del malo, y aquellos aumentos tan considerables de la productividad eran claramente de los malos.

El portentoso ciclo alcista que ha vivido la economía española desde finales de 1994 hasta prácticamente principios de 2008 se acaba. Se cierra este ciclo y se inicia otro que, por lo que sabemos ahora, será más parecido a la recesión de principios de los noventa que a la desaceleración de principios de la presente década, algo que parecía improbable a finales del año pasado a la mayoría de analistas.

La productividad aparente del trabajo, ese testigo ambiguo de lo que está sucediendo con el PIB y el empleo, lleva unos trimestres apuntando al alza, aunque no muy decididamente. Muy probablemente, los datos del INE nos mostrarán un salto apreciable en este indicador en el segundo trimestre, quizás hasta el 1,5% o superior. No será una buena señal. El colesterol malo de la economía española habrá aumentado y cuanto antes nos pongamos a dieta mucho mejor. La vuelta de las vacaciones suele ser un periodo plagado de buenas intenciones, como aprender idiomas, comer menos, hacer más ejercicio, organizarse mejor en el trabajo, atender más a la familia... Lo malo es que las buenas intenciones raramente acaban convirtiéndose en buenas prácticas.

José A. Herce es socio-director de Economía de Analistas Financieros Internacionales (AFI), profesor de Economía de la Escuela de Finanzas Aplicadas de AFI y de la Universidad Complutense de Madrid.

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