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Reportaje:A TRAVÉS DEL PAISAJE | agenda

Laguna o pequeño mar

Algunos habitantes del valenciano barrio de Russafa decidieron en el siglo XIII que ya habían visto bastante tierra y se adentraron en las aguas que formaba la laguna próxima, aquella que iba desde la desembocadura del Turia hasta la del Júcar, y allí plantaron sus reales comenzando a explotar las infinitas riquezas que los rodeaban: fauna aérea y fluvial, con los patos y las garzas y cien mil especies más. Un tanto de mar dentro de un río para especies que se mueven como peces en el agua en la frontera de los dos sabores, como la anguila o la pequeña gamba, la lubina y la llisa.

La laguna de l'Albufera se había formado en tiempos prehistóricos, merced a los sedimentos que crearon la barrera de arena que la propicia y que separa las aguas que fluyen de los pequeños ríos y acequias, de los torrentes y ramblas, más los justos manantiales -que aquí se llaman ullals por su semejanza con los ojos que tenemos en la cara- y la que viene del mar, que como bien se sabe es inagotable. Creada la barrera o dehesa que da lugar a las dunas y biotopos, la laguna que era salada se transformó en dulce, y así la conocieron los romanos y la llamaron Palus macararum, y los árabes, que la denominaban al buharia, que significa, al decir de los expertos, laguna o pequeño mar, y que consagró su nombre.

Y fueron cambiando los propietarios de forma desesperada, ya que parecía de ordenanza que las gestas se pagasen con lagunas, y así el emir de Zaragoza, de nombre Mostahim, la recibió como premio a su contribución a la toma de Valencia por el Cid. Martín el Humano la cedió al pueblo y a la Iglesia. Felipe V a don Cristóbal de Moscoso. Carlos III a la nobleza y otros cargos para la caza y la pesca. Carlos IV a su Godoy. Los franceses que sucedieron al rey Fernando VII a su mariscal Suchet. Y después el propio don Fernando a los Infantes. Y así hasta mil o hasta hoy.

Y mientras tanto los campesinos recortando las aguas para hacer en ellas marjales, donde asentar sus barracas o sus huertos, siendo definitivo que en el siglo XVIII comenzase la cría y cultivo del arroz, que aunque la empequeñeció de las treinta a las dos mil -de hectáreas hablo- tanta fama y sabor ha dado a su nombre. Pues con arroz se hacen las paellas -hasta las de rata, famosas en el estanque- y otros guisos que combinan el grano con los patos y los pescados, y las verduras, que en su entorno se cultivan.

De las aguas que restan salían en otros tiempos los all i pebre -de anguila- las espardenyàs, que son un poco de lo mismo más las oportunas carnes de cualquier tipo -que no se ponen de acuerdo los autores y las tradiciones- más los ajos, las guindillas, el pimentón y el aceite.

Y de estas mismas aguas, de las barcas, los marjales, las golas y las hierbas, y las palmípedas, y las montañas que al fondo se distinguen, y las casas que en el agua se reflejan, con la complicidad del sol y de la luna, de las luces y de las sombras, surgen los millones de postales que una romántica tarde soñamos sobre un navío de vela latina.

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