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Reportaje:

Bienvenida a los inmigrantes

Vecinos de L'Hospitalet introducen a los recién llegados en la vida del barrio

Combatir la soledad de los primeros días en una nueva ciudad es más fácil para los inmigrantes que llegan a L'Hospitalet de Llobregat. La ciudad, que en 10 años ha visto como la población recién llegada se multiplicaba por 18, pasando de 3.531 foráneos en 1997 a 62.832 en 2007, de acuerdo con el padrón municipal, se ha adaptado a la masiva llegada de inmigrantes con un plan para integrar a la nueva ciudadanía. Este documento, redactado en 2005 y en constante renovación, consta de un paquete de medidas que este año ha incorporado dos nuevas actuaciones para facilitar la integración de extranjeros a los barrios: el programa Entre vecinas y el programa Cicerone.

"El programa Entre vecinas planea crear redes vecinales. Las mujeres tienen mucha capacidad de solidaridad y son capaces de conocer culturas ajenas y entender el proceso de inmigración", reflexiona Anabel Morera, coordinadora de este programa. El proyecto se basa en que mujeres de L'Hospitalet acojan en sus primeros días en la ciudad a las recién llegadas de otros países. "No con paternalismo, sino como amigas. Visitan el mercado, los centros sanitarios y todo lo que la mujer necesite en sus primeros días", matiza Morera. Rosa Segarra, responsable del Centro de Atención e Información a la Mujer, añade: "La idea surgió después de ver el elevado número de mujeres procedentes de otras culturas que llegaban a nuestro servicio".

Los programas de integración están dirigidos a mujeres y niños

"Cuando llegas por primera vez a la ciudad hay muchos problemas: no hay amigos ni familia. Mi marido trabaja y me quedaba sola en casa todo el día sin hacer nada", recuerda Sara, una chica marroquí de 20 años que llegó en noviembre a L'Hospitalet, donde su marido se ha empleado como albañil. Sara contactó con el Centro de Atención a las Mujeres y conoció a Dora Depablo y Eulalia Muñoz, sus acompañantes.

"Le enseñamos el ambulatorio y las tiendas del barrio; le ayudamos en lo que necesite", comenta Dora. Tras tres meses de acompañamiento, Dora, Eulalia y Sara charlan animadamente por las calles del barrio de Santa Eulàlia. Sara decidió animar entonces a Houyam, que también es marroquí, para que se apuntara a este proyecto. Tras un mes con acompañantes y con dificultades para hablar castellano, Houyam ya nota los resultados. "Me gusta salir de casa para que me enseñen cosas que no conozco", asegura la mujer.

En el primer año del programa Entre vecinas han participado 18 mujeres, entre acompañantes y acompañadas. "La valoración es muy positiva y buscaremos nuevos objetivos para reanudarlo en septiembre", apostilla Morera.

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De la misma idea parte el proyecto Cicerone, que se desarrolla entre los estudiantes de los distritos de Collblanc-Torrassa y La Florida-Pubilla Casas. Ligado a la Ley de Barrios, el programa se desarrolla en cuatro institutos de la ciudad y unos 90 chicos de entre 12 y 16 años participan en él. A cada uno se le asigna un compañero del aula de acogida y su misión es hacerle más llevaderos sus primeros días de instituto.

"El cicerone debe formar al recién llegado un espacio de relación dentro del instituto y del barrio", expone Cristina Palau, responsable del proyecto. El objetivo, recalca, es "que el programa fructifique en los institutos cuando los técnicos no estén presentes".

Los niños asumen su responsabilidad, pero se lo toman como un juego. "Yo ya lo hacía con los nuevos: les enseñaba palabras en español y nos divertíamos mucho", plantea Acha Asmae, marroquí de 13 años. Ella y su amiga Himani Patel se apuntaron al proyecto Cicerone para ayudar a sus nuevos compañeros.

Tras una breve formación, que consiste en someter a los chicos a diferentes juegos para lograr la identificación con los inmigrantes, su misión empezará el curso que viene, con los nuevos alumnos que lleguen al instituto. Saïd Larej, marroquí de 13 años, concluye: "Cicerone significa ayudar a los niños nuevos a integrarse en el ambiente".

Identificados

"Los primeros días de clase fueron duros. Deambulaba solo por el patio y sólo pensaba en volver a Ecuador", explica Carlos Bermello, cicerone de 16 años. "No quiero que otros chicos pasen lo mismo que yo, por eso me he apuntado al programa", sostiene. La identificación con los recién llegados es clave en los programas de acogida que plantea L'Hospitalet.

En el proyecto Cicerone, el 75% de los voluntarios son inmigrantes que ya han arraigado en el municipio, como Pelumi Owalabi, que tiene 12 años y hace dos que llegó a la ciudad: "El primer día de clase me dormí... y andaba perdida", rememora. Los chicos se identifican rápidamente con la situación de los recién llegados: "Recuerdan sus primeros días en la ciudad y quieren ayudar a los otros", explica Cristina Palau, responsable del programa.

Esta identificación también es fundamental en el programa Entre vecinas, en el que como voluntarias participan muchas mujeres llegadas del resto de España en los años sesenta y setenta. Una de ellas es Eulalia Muñoz, que se instaló en L'Hospitalet procedente de La Rioja: "Cuando llegué aquí me sentí extraña. Yo lo pasé mal, no sabía dónde estaba. Por eso, cuando me dijeron que podía participar en este proyecto, no lo pensé dos veces".

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