_
_
_
_
los imanes de la nevera de Marilyn | ANTIMATERIA

En cualquier fiesta

1Sin jamás haberlo visto, Ingrid Bergman le escribió desde Norteamérica: "Señor Roberto Rossellini, si necesita usted una actriz sueca que habla muy bien el inglés, que no ha olvidado su alemán, que chapurrea el francés, y que en italiano sólo conoce ti amo, estoy dispuesta a acudir y hacer un filme con usted".

2Hay una frase atribuida a Étienne de Beaumont, pero que yo recogí del doble CD del recopilatorio de La Mode; dice: "Las fiestas se dan sobre todo para aquellos a los que no se invita". Es cierto. Las fiestas, como la poesía, atraen por lo que tienen de ausencia, por los silencios. Se organizan con el deseo puesto en quien te gustaría que estuviera y sabes que es imposible que esté. Por eso toda fiesta tiene sus invitados secretos, por eso las fiestas impactantes son aquellas en las que el contexto y decorado nada tienen que ver con los asistentes: la escenificación de una fantasía secreta. El otro día, en una fiesta

Adoro la tele. Sobre todo, los anuncios. Suelo tenerla encendida todo el día, sin sonido; es como la ventanilla de un tren, un paisaje que veo sin mirar. Sólo me siento y subo el volumen cuando hay anuncios

[verano, cielo descubierto, jardines y un patio], comencé a pensar que todos habíamos llevado a nuestros invitados imposibles, nuestros fantasmas, que disfrutaban de una fiesta paralela, allí, entre nosotros [siempre se termina la bebida demasiado pronto. ¿Adónde ha ido? Siempre pones una canción y a la mitad comienza a sonar otra. Siempre te fijas en alguien y cuando vas a buscarlo ha desaparecido]. Entonces se me acerca un tipo al que creí Ray Loriga; se identificó como Rilke

[en efecto, pensé en el asombroso parecido entre el novelista y el poeta]; nos estrechamos la mano. Tras unos momentos de silencio me dice: "He determinado el peso Internet calculando la suma del peso de todos los electrones que circulan por la Red, y sale exactamente 49 gramos". Eso nos llevó a una copa. Me contó que había nacido en 1851, y que de pequeño su madre le había obligado a vestirse de niña hasta los cinco años por no haber superado la muerte de una hija. Hablamos también de lo extraños que son los gemelos, le comenté algo del 11-S , le dije que admiraba su poesía, y a mi pregunta de con quién había venido a la fiesta, apurando el gin-tonic respondió: "Con Bin Laden". "Ah", dije, "así que eres la fantasía de otra fantasía". "Eso es, eso es", respondió, y volví a preguntar: "Y tú, a su vez, ¿has traído alguna fantasía?", e hizo un giro rápido con la copa vacía para señalarme y responder: "A ti". Nos servimos otra, sonaba al fondo Sexy boy, de Air. "Creo que el día que Internet se haga tan grande que su peso supere al de la Tierra, el planeta ascenderá a objeto virtual en sí mismo, ése es el apocalipsis al que se refieren los textos sagrados", comentó con aplomo en la tercera. Asentí preocupado. Después se fue. Amanecía. De camino a casa pensé que en las fiestas siempre amanece demasiado temprano, pero que eso ya no es culpa de los invitados invisibles, sino de los millones de e-mails, que aceleran todos los movimientos del planeta.

3 Llegué a casa y no me acosté. Encendí la tele. Adoro la tele. Sobre todo los anuncios. Suelo tenerla encendida todo el día, con el volumen a 0, es como la ventanilla de un tren, un paisaje que veo sin mirar, me hace compañía. Sólo me siento y subo el volumen cuando hay anuncios. Creo que la relación de cada cual con la tele es la de dos rectas paralelas: nunca se cortan; por muchos esfuerzos que hagas, nunca llegas a vivir en la tele, ni ella en ti, pero darías un brazo porque eso ocurriera. Sólo en la publicidad se puede dar por unos instantes ese trasvase entre mundos paralelos, porque la publicidad es real, el objeto existe, al final vas al supermercado y compras lo anunciado. Por eso comprar produce tanto placer. Sin quitarme la corbata ni los zapatos, y aún con el recuerdo muy presente de Rilke, me hice un café y llené la bandeja de magdalenas, esas de envase individual de celofán. Las siete de la mañana, estaba aún el telediario de TVE Canal 24 Horas, lo emiten toda la noche en loop. La presentadora, Raquel Martínez, gesticulaba en la pantalla. Me encanta cómo gesticula Raquel Martínez, me ha acompañado muchas noches de nada que hacer, me recuerda a Ingrid Bergman. Además de la tele, otra manera de paliar la soledad es dejar cada noche la mesa desordenada: cuando te levantas te da la sensación de que en casa hay alguien más. Supongo que una casa también se monta para vivir bajo el mismo techo que otro habitante simulado. Pero la manera de sentirte más solo, el error fatal, es comprar un sofá de dos plazas, porque necesariamente alude a la presencia de otra persona. Mi sofá no es de dos plazas. Llegaron los anuncios. La fregona mágica. El desatascador multifunción. Un indicador de sociedad realmente evolucionada es la invención de objetos inútiles. Hace años, mi hobby consistía en hacer guiones de anuncios, los hacía para nada, claro está, para mí, como otros leen novelas, para imaginar que algún día yo ascendería a un ser tan evolucionado como el tiempo que me ha tocado vivir. Por ejemplo:

"Después de comer, chaparrón de luz sobre Mallorca. El modista dormita en la habitación del fondo mientras en la mano del pintor, sentado en el porche, rotan uno en torno a otro dos huesos de aceituna. Hasta que atardece, y Balenciaga se levanta, se frota los ojos, y le dice a Joan Miró: '¿Sabes, Joan?, tú tienes suerte. Para hacer una obra maestra te bastas tú; yo necesito más de quinientas personas'.

Se sirven vino. Por turno bostezan.

[Para Intel; microprocesadores]".

4¿Y los desechos, vasos, latas, colillas y palabras de los invitados fantasma a las fiestas? ¿A qué contenedor van?

Sin jamás haberlo visto, Ingrid Bergman le escribió desde Norteamérica: "Señor Roberto Rossellini, si necesita usted una actriz sueca que habla muy bien el inglés, que no ha olvidado su alemán, que chapurrea el francés, y que en italiano solo conoce ti amo, estoy dispuesta a acudir y hacer un filme con usted".

Esa carta fue durante años mi invitada fantasma a las fiestas. La guardé durante mucho tiempo, incluso cuando ya había dejado de serlo. Después, en una mudanza, la tiré. Habrá muchas vidas, pero la basura es la misma para todas. De ahí el interés del reciclaje, siempre parece que trae consigo algo añadido, algo que se parece mucho a la magia, pero que no es magia: lo que de imaginado le sobra al día. -

Agustín Fernández Mallo es autor de la novela Nocilla Experience y del poemario Carne de píxel

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_