La línea 9 unirá el año que viene Sagrera con Badalona y Santa Coloma
La estructura de las estaciones ya está terminada en los 13 kilómetros listos de túnel
Tras seis años de obras, replanteamientos y retrasos, la línea 9 empezará a transportar pasajeros. Según la previsión inicial debería haber entrado en funcionamiento en 2004, pero lo hará pasado el verano de 2009, cuando concluyan las pruebas en las que TMB evaluará el primer sistema de metro automatizado que circulará sin conductor.
Los trenes circularán en pruebas a partir del próximo otoño
Las estaciones de Santa Coloma y Badalona están a 65 metros de profundidad
Esta novedad será el factor que más retrase un recorrido cuyas obras ya están casi liquidadas. Los técnicos de la Generalitat prevén dejarla lista para el próximo octubre, pero sólo para que empiecen las pruebas. Y la interminable línea 9 quedará terminada... en su ramal norte, que conecta Badalona y Santa Coloma con Sagrera sin necesidad.
A entre 50 y 60 metros bajo el suelo, las estaciones van tomando forma. Es el tramo que representa una parte menor de la línea -12 paradas de las 53 previstas-, pero con una funcionalidad destacable: conecta dos de los principales núcleos urbanos del área metropolitana con un punto que hará las veces de lanzadera. Desde Sagrera, punto de enlace de las líneas 1 y 5, discurren vías que cubren toda Barcelona. Además, ahí estará también la futura estación del AVE y una de autobuses. Para que nada falte, llegará también la línea 4 del metro.
Las tuneladoras han tardado cinco años en abrir una ruta de 13 kilómetros. "Todo será más rápido ahora que el trabajo de los túneles han terminado", señalan los técnicos de Política Territorial. Difícilmente podría no serlo. Las dos máquinas empleadas, con una potencia de 10.000 toneladas de presión y una capacidad de avance de 200 metros al mes, han batallado con todos los tipos de subsuelo que pueden hallarse en el litoral catalán: zonas de arcilla, arenisca, barros y planchas de granito. Han cruzado barrios farragosamente compactos y hasta el Besòs, pero a fuego más lento del previsto. Abierta la brecha, de las dovelas de ocho toneladas incrustadas por las propias tuneladoras ya brotan cables y vías y el armazón de las estaciones. En tres meses quedarán listas.
El agujero abierto, de 12,6 metros de diámetro, empieza a cobrar tintes de suburbano. En algunos tramos de Santa Coloma se adivinan incluso las marquesinas que anunciarán productos a los pasajeros. Ya están instaladas las puertas y el hueco de los ascensores. Quedan pendientes los detalles: el remache de los bancos, los tabiques, empalmar los cables eléctricos, los ascensores.
Será otra peculiaridad a la que deberá habituarse el usuario de la línea. Las estaciones de Badalona y Santa Coloma alcanzan 65 metros de profundidad. En el resto de la línea, la más profunda será la de Sanllehy, en Barcelona, a 80 metros bajo la superficie. Demasiado para las piernas de la mayoría de barceloneses. Por eso, las estaciones contarán con media docena de elevadores por acceso para agilizar el trámite de las bajadas y subidas.
De los dos ramales terminados ahora, el del sur, al que nace en el Gorg (Badalona), aún le falta lucir la mayoría de estaciones, pero el esqueleto está listo.
La sonrisa el pasado jueves de Manuel Villalante, director general de Transportes Terrestres, evidenciaba que se ha superado una fase compleja. Ese día se extraía la tuneladora de Sagrera tras haber completado el túnel. "Y sin sobresaltos para los vecinos", recalcó Villalante. El festejo le duró poco. Ventura Armengol, residente en la zona de 67 años y harto del polvo y los estruendos, se le encaró: "¿Y la grieta que me habéis hecho en mi piso?". Ventura, cuya grieta ya había sido revisada por los técnicos, sólo se calmó al ver desmontada la tuneladora.
La lentitud de la obra parte del momento de la adjudicación. Se adjudicaron al mismo tiempo la obra y el proyecto. Luego los técnicos empezaron a encontrar problemas, algunos tan evidentes como los cimientos de un bloque que eran mucho más profundos de lo que decían los planos. Hubo que parar y reconstruir el proyecto porque, para bien y para mal, la obra se hacía ya bajo el síndrome del Carmel y nadie, absolutamente nadie, quería otro susto de ese calibre. No lo ha habido.
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