BATMAN SE VISTE DE LUTO
A Christian Bale se le quedó grabada a fuego la filosofía de su padre: "La vida no puede ser aburrida". En su caso, nunca lo ha sido. Sus violentos juegos durante American psycho, la película que le lanzó al estrellato, le valieron alguna que otra cicatriz oculta. También perdió unos treinta kilos para El maquinista; un modo de divertirse como otro cualquiera. Y, recientemente, anduvo de lo más entretenido comiendo gusanos o rodeándose de serpientes para el rodaje de Rescue dawn, gentileza de Werner Herzog, que orquestó este intenso drama sobre un aviador atrapado en tierra vietnamita enemiga. Con Batman begins sí que se lo pasó en grande practicando uno de sus divertimentos favoritos: engañar a la prensa. Durante toda la promoción del filme, el actor de 34 años mantuvo el acento estadounidense con que encubrió su origen galés para el rodaje (Bale es el único actor no americano que ha encarnado al mítico superhéroe).
Pero, ¿qué es lo que le mantiene entretenido mientras Christopher Nolan rueda una y otra vez la misma escena de El caballero oscuro? Bajo el frío de Chicago, Aaron Eckhart —que interpreta a Harvey Dent, alias Dos Caras— le pega el mismo discurso una y otra vez. Mientras, Bale le observa inmutable en su papel de Bruce Wayne. ¿Es esto la magia del cine? El protagonista no contempla el tedio, y así lo expresa durante la visita de un selecto grupo de periodistas al plató. "La mitad de las veces no te sabría decir ni lo que pasa por mi mente, pero siempre estoy ahí. Incluso cuando no estoy ante la cámara. Hay una gran diferencia en la energía de un rodaje como éste, y eso se nota", confiesa concluida la escena con una sonrisa tan amable como distante.
Bale es un rarito, y eso se nota a la legua; pero también es obvio lo mucho que disfruta cada segundo de trabajo. Insiste en que el cine es el medio de expresión de un director, para lo bueno y para lo malo. "Es él quien se debe llevar los parabienes y los varapalos", subraya. Aun así, da igual la película que le menciones de su carrera; siempre habla de ellas como un esfuerzo conjunto donde se dejó la piel. Y con Batman, más. Cuando hace referencia a la franquicia del hombre murciélago es como si estuviera hablando de su familia. "Esta vez vimos a Bruce Wayne como una figura más introspectiva, mucho más solitaria; concebimos un Batman más tenebroso, alguien con grandes conflictos", describe con un plural que incluye a Nolan.
Obsesivo, nada aburrido, y, mucho menos, convencional, Bale se estrenó a los 13 años de la mano de Steven Spielberg como el niño repelente de El imperio del sol. Algo que no permitía vaticinar que acabara apuntando a galán en su juventud con La pandilla, Rebeldes del swing o Mujercitas. "Le agradezco mucho a Spielberg que me diera aquella oportunidad. Quizá llegó un poco pronto para apreciarla; todo tiene su lado bueno y su lado malo. Lo cierto es que a mí nunca me interesaron todas esas cursiladas adolescentes y Steven fue una ayuda para evitarlas. Claro, que yo le di a cambio una interpretación de las buenas, así que el beneficio fue mutuo", remata serio pero con una desconcertante carcajada para dejarte pensando si es un cínico o un cachondo redomado. Como le gusta decir, la interpretación se la toma en serio, "pero la promoción, no". Con la misma alegría con la que se mira de igual a igual con Spielberg, asegura que no existe un solo artículo escrito sobre él que sea del todo cierto, debido, básicamente, a la cantidad de mentirijillas que suelta. Sin embargo, algunas cosas se las toma muy en serio. Casado en 2000 con Sibi Blazic, ex ayudante personal de Winona Ryder, la pareja tiene una hija de tres años de la que Bale se ha negado a difundir su nombre (en Internet se rumorea que se llama Emmeline). "No quiero que mi trabajo ni sus consecuencias, como la fama, afecten a mi hija, aunque si ella apareciera ahora mismo por la puerta no dudaría en gritar su nombre", asegura.
Meses después de nuestro encuentro en el rodaje en Chicago nos vemos en Los Ángeles, durante la promoción de El caballero oscuro. Bale lucha contra el aburrimiento y la pena. La prensa cuenta con un nuevo y triste aliciente por el que preguntar: la muerte de su compañero de rodaje, Heath Ledger, por una sobredosis accidental de barbitúricos. Si en el plató no dejó de hablar del nuevo Joker —"en mi mente me es imposible dejar de contemplarle como el centro de esta historia", decía—, ahora un silencio acompaña el nombre de Ledger. Es como ese elefante en la habitación que nadie se atreve a mencionar. Bale sopesa sus palabras: "No puedo negar que me afectó su muerte. La primera vez que le vi en la película ya concluida pensé que seríamos amigos para siempre", admite. "Claro que quiero hablar de Heath, nunca me he negado. Cuando echas de menos a alguien, lo mejor que puedes hacer es recordarle. Y te aseguro que era alguien estupendo, único, con una energía contagiosa. Un alma buena". Señala para concluir que compartían su intensidad ante el trabajo y, acto seguido, cambia de tema para explicar que se toma muy en serio todo en el cine menos cuando se convierte en espectador. "Entonces prefiero algo divertido. Ya sé que como actor me van los dramas, pero si me alquilo una peli será la comedia más absurda", reconoce, suponiendo que haya que creerle.
Las dudas sobre si está diciendo la verdad son instantáneas al recordar que una de sus películas favoritas de todos los tiempos es Memento, el filme que dio a conocer a Christopher Nolan. "También me gustan los directores que juegan con los géneros, y de ésos hay pocos", añade antes de que le pilles el farol. Así se explica el lazo que ha unido a Nolan y a Bale en tres películas (El truco final, y las dos últimas de Batman). El actor ya ha firmado por otra entrega del vengador justiciero y está camelándose al director para que también repita. "Los hay que dicen que nací para hacer de Batman, pero mi interés en este personaje sólo radica en la forma en la que Chris Nolan lo interpreta y retrata. El caballero oscuro me parece una gran película, mejor que la anterior: está por encima de cualquier género", añade.
Por el momento, el director parece preferir la adaptación a la gran pantalla de la mítica serie británica de ciencia-ficción El prisionero. "No, de ese proyecto no hemos hablado", desmiente Bale ante los rumores que le presentan como el próximo Patrick McGoohan (el agente secreto protagonista). Su pelo o, más bien, su rapado, habla por sí solo. El actor anda en otra: el rodaje de Terminator salvation. "Se trata del pelado semanal", se acaricia la cabeza sonriendo. No, no es el rey de la franquicia, asegura. "Me comí mucho el coco", añade con ese gesto de Marlon Brando en Apocalypse now cuando decía "El horror, el horror". "Me pregunté: '¿Seguro que me quiero meter en otra de estas sagas?'. Pero en Terminator vi lo que antes había visto en Batman: una mitología a la que ser fiel pero que te ofrece la oportunidad de reinventar y revitalizar. Me lo tomé con la responsabilidad que siento como artista", resume.
Sólo le falta ponerse la capa y la capucha de murciélago para sonar aún más como un justiciero. Capa y capucha, por cierto, que modificó para esta nueva entrega de Batman. Porque está muy bien eso de ser un actor torturado, pero hay que trabajar con comodidad. "Sabíamos que el traje tenía que evolucionar dentro del propio espíritu de la cinta. Los resultados son mejores: por primera vez como Batman ¡puedo mover la cabeza! Además, a nadie le gusta un héroe sudoroso", bromea sobre un traje algo más pesado pero más flexible que compara con las indumentarias futuristas de los cuerpos de élite del Ejército. "Por primera vez dejé de luchar contra mi primer enemigo, el traje", añade presumiendo también de una mejor forma física para esta segunda entrega (en la primera llegó recuperándose todavía del peso perdido para El maquinista). Por eso interpretó él mismo gran parte de las escenas de acción, incluida la filmada en lo alto del edificio Sears de Chicago, una secuencia con mucho vértigo. "Parece mentira lo rápido que te acostumbras a estar ahí arriba", comenta satisfecho.
Para las escenas de velocidad se tuvo que contener. Bale reconoce la labor de los dobles en las persecuciones del Batmóvil, aunque se moría de ganas de conducirlo él mismo. Las exigencias del contrato —no le vaya a pasar algo a la estrella— pudieron más que sus melindres. Desde luego, él no tiene un pelo de melindroso al actuar. "Para mí, el actor ideal es el que no tiene otra vida que la que interpreta en la pantalla, su vacío lo absorbe el personaje y al final de la cinta vuelve a ser una hoja en blanco", explica. Claro, que como cree que "eso es imposible", al menos quiere hacer de cada una de sus películas "la más relevante" de su vida en cada momento. Imposible del todo no es. El director David Ayer, que trabajó a su lado en Vidas al límite, sólo tiene una queja de su actor: que cuando acabó la película se dio cuenta de que "el tipo con el que había estado trabajando" no existía, y el verdadero Bale era un desconocido para él pese a los meses que habían pasado juntos en el rodaje.
Le tendría que haber conocido antes porque, según afirma, ahora ha mejorado en lo que a sus fijaciones laborales se refiere. Su esposa e hija le acompañan a todos los rodajes y son "una distracción maravillosa que me hacen mejor en lo que hago". A sus ojos, su intensidad se puede haber suavizado también porque sólo se rodea de obsesos como él. Herzog siempre ha sido un suicida en potencia de cuya locura han salido sus mejores obras; James Mangold, con quien rodó El tren de las 3:10, es un director capaz de amaestrar a fieras como Angelina Jolie (a quien le sirvió un Oscar por Inocencia interrumpida), o Joaquin Phoenix. Ahora Bale apuesta por Michael Mann, el primer director que puso en un mismo plano a Robert de Niro y Al Pacino (que de intensidad saben un rato). Bale acaba de filmar con él Public enemies, cinta centrada en la lucha del FBI contra el hampa en los años treinta. "Tuve que estudiar la época, pero ya tenía buena parte del trabajo hecho: pocos directores se documentan tan detalladamente como Mann. Parece un investigador privado", bromea contento de poder hincar el diente a algo tan bien escrito.
Así es Bale. O quizá, no. Pero incluso en su seriedad cordial, en sus medias mentiras (o verdades), en persona o en pantalla, de aburrido no tiene nada. "Yo supe que quería trabajar con él desde que le vi en American psycho", recuerda su amigo Nolan. "Primero me echó para atrás la violencia, pero luego, cuando la volví a ver, la encontré divertida. Un actor tiene que tener un gran talento para desarrollar algo así en medio de tanta violencia absurda". Junto al talento, Bale también encuentra formas algo más livianas de entretenerse en un rodaje sin comer gusanos o marcarse el cuerpo. Como ese juego que practicaba de pequeño entre toma y toma: elegía una palabra al azar y permitía que esa palabra marcara su comportamiento del día. Está claro que hoy, con tanto analizar su trabajo, la palabra ganadora es: obsesivo.
El caballero oscuro se estrena el 13 de agosto.
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