Salvada por el blues
La cantante Janiva Magness clausuró el XVI Festival de Jazz y Blues de Pontevedra
El comentario biográfico es escaso a la hora de valorar a un artista pero, a poco que uno se haya enterado del periplo vital de la cantante de Detroit Janiva Magness, cosa que es muy fácil en Internet, resulta imposible separar su tremendo chorro de voz de las penurias por las que pasó en su juventud. Hay algo en el fondo de su ronquera, de su entonación profunda y de cómo llega a elevar las notas que habla de una niña huérfana que da tumbos de casa en casa y de una ciudad a otra, de una madre adolescente que entrega a su bebé en adopción y de la vida en la calle. Ahora que la hija recuperada ya la ha hecho abuela, con siete discos publicados y amplio respaldo en el mundo del blues, Magness puede contar su salvación por la música desde su placentera existencia californiana.
Su leyenda dice que la voz de Otis Rush la rescató de las garras de una existencia difícil. "Mi éxito reside en poder dedicarme por entero a la música, que me devolvió una esperanza que me fue negada durante mucho tiempo", dice la artista. Canalla y sensual a la vez, mejor en los tiempos lentos y medios, pronto la cantante se ganó al público del Festival de Jazz y Blues de Pontevedra, cuya 16ª edición clausuró el pasado sábado. El be bop del pianista Kenny Barron a trío y el homenaje a la bossanova del brasileño Iván Lins completaron el cartel en días anteriores.
"Tengo 51 años y me cuelgan las carnes de los brazos", gritó entre los aplausos de los espectadores que llenaban la plaza de A Ferreiría, "y cuando tenía 24 los ejecutivos de una gran discográfica me dijeron que no me querían porque era vieja: pues aquí estoy". Su fuerza contagió a la audiencia, en pie en numerosas ocasiones, que no dejó de acompañar y vitorear su enérgica presencia escénica, convertida en una autoafirmación constante. Tras bajarse de los tacones con los que aguijoneó a su banda durante el concierto y chaquetilla en ristre, la diva cercana estuvo alrededor de una hora firmando discos bajo el ojo fotográfico del teclista Benjamin Yee, quien se pasó casi todo el concierto retratando al público tras su órgano Hammond B3.
La impactante vocalista cerró con honores uno de los festivales veteranos en Galicia que se prolongó durante varias noches en jam sessions de altura con Abe Rábade, Jesús Santandreu y Paco Charlín y que tuvo a todo un clásico como su estrella más rutilante. Johnny Winter actuó en Pontevedra el pasado jueves antes de hacerlo en Madrid y Cazorla. Winter permaneció sentado la hora y media de recital y necesitó ayuda para entrar y salir del escenario, pero demostró que conserva maneras, con la voz y el instrumento, hasta el punto de prescindir de su segundo guitarra salvo en un puñado de temas. Cuando el Señor Invierno se marchó en su autocaravana dejando una estela de olor a rueda y gasolina, le dejó la lluvia al que se presentaba como su telonero, el jovencísimo guitarrista Scott McKeon.
Pasaba la medianoche y la gente no parecía muy dispuesta a aguantar el chaparrón a cielo descubierto. Pero McKeon comenzó a cantar y a calentar la noche con un balido digno del añorado Jeff Buckley en versión blues del siglo XXI, así que la mayoría volvió sobre sus pasos y la multitud se agrupó de nuevo bajo el escenario hasta la madrugada.
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