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Negacionismo económico 'versus' credibilidad

Manuel Sanchis

No hace mucho me aventuré en estas mismas páginas (EL PAÍS 12-11-2007) a pronosticar una mini recesión en primavera. El argumento que tejí sostenía que las lúgubres previsiones de crecimiento para 2008, junto con el enorme efecto de inercia con el que se movía nuestra economía, podían esconder un pronóstico de recesión en 2008. A las críticas amables de mis amigos economistas se añadía mi íntimo deseo de estar equivocado. Desgraciadamente no ha sido así y, aunque no ha habido recesión en primavera, parece ser que la tendremos, o estaremos bordeándola, en otoño. El crecimiento del primer trimestre respecto al anterior ha sido exiguo (0,3%) y, si la previsión del Gobierno para el segundo se confirma (0,2%), podríamos entrar en el segundo semestre del año con un efecto de inercia del 1,6%.

Zapatero debe liderar inversiones públicas y un pacto de control de salarios y beneficios

El efecto inercia puede ser fácilmente comprendido por los no economistas con un símil. ¿Saben a cuántos kilómetros de la costa han de dejar casi parados sus motores los portacontenedores antes de llegar al puerto? En Valencia, a unos 15 kilómetros. Si midiésemos la velocidad del buque durante ese tramo el resultado sería positivo y, aunque el buque avanzase, no sería por la acción de los motores sino simplemente por la inercia física. Lo mismo ocurre en economía: es importante saber qué parte del crecimiento anual es realidad y responde al empuje del motor, y qué parte es apariencia y responde a la inercia. En nuestro caso, una inercia del 1,6% significa que aunque no crezcamos en la segunda mitad del año, el crecimiento para 2008 en su conjunto será del 1,6%. Esta cifra se acerca a las previsiones de Funcas (1,7%), del FMI (1,8%) y son las que ayer mismo aceptó el Gobierno. En otras palabras, todos están pronosticando un crecimiento cercano al cero para la segunda mitad del año.

Nuestra economía tiene puntos fuertes como son la solvencia bancaria, el superávit público, o el reducido stock de deuda pública, entre otros. Pero tiene debilidades específicas que la hacen más vulnerable que las demás, como la enorme dependencia energética, el desplome en construcción, la escasa dotación de maquinaria por trabajador, el raquitismo en capital tecnológico, el elevado endeudamiento y las enormes necesidades de financiación (unos 100.000 millones de euros) en un momento de sequía crediticia y tipos al alza. Ante esta situación, el negacionismo económico del Gobierno preocupado por no enviar mensajes pesimistas a los agentes económicos se compadece mal con la teoría económica y crea más problemas de los que pretende resolver.

La teoría económica nos enseña que las autoridades económicas deben construir reputación y credibilidad actuando de acuerdo con lo que se espera de ellas, aunque sea impopular, porque ello permite la correcta formación de las expectativas de los agentes económicos. Lo hacen todos los bancos centrales sin que a nadie se le ocurra tacharlos de irresponsables. Al contrario, su reputación de competencia hace creíbles y transparentes sus políticas, y la finura y equilibrio de sus mensajes constituyen la medida de su credibilidad y transparencia. Las declaraciones y las acciones que les siguen sirven para construir la buena reputación y credibilidad que necesitan para reducir la ratio de sacrificio de la economía, es decir, para aumentar la tasa a la que una economía puede crecer sin pérdida de producción y empleos, ya que cuanta más credibilidad acumulen menos tendrán que subir los tipos de interés para que los agentes privados actúen en consecuencia.

El concepto de credibilidad en economía no sólo atañe a los bancos centrales, se aplica igualmente a la política fiscal y de rentas. La falta de credibilidad, en política, se paga cara luego en las encuestas y, en economía, crea más problemas que admitir la realidad.

¿Qué podemos hacer para no quedar instalados en la recesión hasta 2010? Aparte de dejar jugar libremente a los estabilizadores automáticos para que los subsidios por desempleo amortigüen la caída del consumo, en el ámbito de decisión del Gobierno la primera medida que se debería tomar es la de proporcionar a los agentes privados toda la información económica de la que dispone, y con la mayor veracidad. Esto suprimiría parte de la incertidumbre existente y que provoca una recuperación del ahorro no ya por motivo de "precaución", sino por razones de "miedo". Recuperar la confianza favorecería que esa parte del consumo no se mantuviese artificialmente deprimida.

El presidente debe utilizar su liderazgo y proponer un pacto político-social de moderación salarial y, sobre todo, de beneficios -que ahora mismo son los principales responsables del aumento de precios- con el fin de distribuir equitativamente las cargas del ajuste a la crisis. A cambio, el Gobierno realizaría -siempre que el desplome de los ingresos fiscales no suprimiese su margen de maniobra- mayores inversiones públicas en capital humano (formación profesional), público (infraestructuras) y tecnológico (I+D+i). Ello respetaría la regla de oro de las finanzas públicas, que permite endeudarse siempre que sea a cambio de un mayor stock de capital, ayudaría a compensar la actual caída de la demanda, y crearía bases sólidas para una recuperación sostenida. Enterremos pues el negacionismo, restauremos la credibilidad, y pongámonos a trabajar ¡ya!

Manuel Sanchis i Marco es profesor de Economía Aplicada de la Universitat de València.

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