El PSC se erige en partido central frente a la deriva soberanista de CiU
Los socialistas catalanes clausuraron ayer su XI congreso dispuestos a demostrar que son mucho mejores que Convergència i Unió (CiU) en tomar el pulso al electorado catalán y que, pese a sus exiguos resultados en las elecciones autonómicas, la presidencia y el Gobierno de la Generalitat suponen una plataforma de oro para convertirse en la formación hegemónica. La receta del éxito surge de confrontar sus planteamientos con los convergentes y se resume así: frente al soberanismo catalán, la España federal; frente a radicalización nacionalista, centralidad catalanista; frente a la Casa Grande del Catalanismo, la Casa Grande del Progresismo, y frente a victimismo, resultados.
Las propuestas contenidas en la ponencia marco evidencian también hasta qué punto el PSC ha edulcorado sus planteamientos para adentrarse en el tortuoso y transitado camino en busca de la centralidad política. El PSC elude, por ejemplo, asuntos tan controvertidos como el de la eutanasia y la ampliación de la ley de aborto de los que el PSOE hizo bandera en su reciente congreso. Y la reivindicación de la laicidad ha quedado tan diluida que la ponencia del PSOE la rebasa de largo por la izquierda.
Respecto a las propuestas catalanas, el PSC se ha esforzado en marcar distancias con sus socios del tripartito -Iniciativa per Catalunya y Esquerra Republicana- a los que a veces se ha criticado su "radicalidad".
En política hidráulica, los socialistas defienden por ejemplo la interconexión de cuencas, lo que abre el paso a los trasvases; en infraestructuras se aboga por modernizar y ampliar la red viaria frente al "radicalismo del ecologismo inmovilista", y en política lingüística se apuesta por primar la excelencia académica por encima del catalán a la hora de contratar a los profesores universitarios, en contra del documento suscrito por el propio Gobierno. En materia de energía nuclear se asegura la vida útil de las centrales.
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