La liquidez o la muerte
Si se consulta el repertorio del catálogo ISBN que compendia las publicaciones en España y se busca por la clave Bauman, Zygmunt en el apartado de los autores, se puede comprobar que en los últimos dos años se han publicado 17 libros (!) de este prolífico polaco emigrado, hoy en día octogenario profesor emérito de la Universidad de Leeds. Algunos de estos libros son transcripciones de conferencias dictadas en España y no falta entre ellos también algún ensayo coyuntural, pero la mayoría son monografías donde, una y otra vez, Bauman examina la sociedad contemporánea desde el mismo ángulo característico, determinado por su ya célebre calificación de nuestras sociedades como líquidas.
"Lo líquido", convertido en pauta o signo interpretante que resume nuestra condición, unifica en las obras de Bauman un abanico de vivencias individuales y colectivas que abarcan lo público y lo privado desde la perspectiva de una clave absoluta a la que se reducen todos los matices o ribetes de la vida social: el orden de la intimidad y las relaciones amorosas, el trabajo, el consumo, la administración de la cultura y el acceso a los servicios y los bienes, el uso y el procesamiento de la información, la valoración de los riesgos, la idea de la muerte y el empleo del tiempo, los compromisos y las adhesiones políticas, las creencias, las identidades y los prejuicios. La cultura, la economía, la comunicación, la política, etcétera.
"Líquido" -como sus significantes asociables: la modulación, la fluidez, lo torrencial y lo delicuescente, la circulación, etcétera, y sus respectivas contrapartidas "sólidas" o "gaseosas" que podrían servir como contraste y medida del cambio que hace a nuestro tiempo histórico pensarse como diferente de los anteriores- designa por una parte una condición esencial que detentamos sin saberlo (pese a que ya nos habían advertido los científicos de que estamos hechos de agua en un setenta por ciento). "Líquido", por otra parte, es el goce de la carne cuando es superlativo: Placer licuante titulaba certeramente Luis Goytisolo una de sus novelas; muy erótica, por cierto.
A estas determinaciones Bauman le añade su visión de la condición humana contemporánea que es líquida en la medida en que este estado interpreta una especie de precariedad irredimible, característica de la vida moderna. No le interesa tanto la "liquidez" como sustancia sino como atributo y, en este sentido, le importa como estado que es determinable pero que, desde un punto de vista de su estructura, describe lo que es transicional o perecedero; y desde el punto de vista de su forma, indeterminable, porque no puede fijarse y, por otro lado, nadie se propone fijarlo. Parece inevitable pues que en una sociedad donde todo lo que se mueve se agita vertiginosamente y se licúa y se derrama o se fragmenta en gotas, cuando quieres aferrar una cosa, una persona querida o un acontecimiento, ves cómo se te escurre y se escapa como el agua entre los dedos. Lo que parece estar en cuestión en nuestra época es la posibilidad misma de la experiencia humana, sea lo que sea que queramos decir con fórmula tan grandilocuente. Lo líquido en los libros de Bauman es pues una máscara de la precariedad y ésta, en última instancia, representa la cara cotidiana, social, que puede ser teórica, trivial o publicitaria, de la finitud, puesto que lo precario por antonomasia es la vida que, desde que llegamos al mundo, está signada, amenazada, determinada por la certeza de la muerte. Se diría entonces que lo que viene a revelar una y otra vez el trabajo de Bauman es la preocupación por la muerte, que había sido desplazada por el vértigo del consumo. El recuerdo de la muerte que ya no puede pasarse por alto porque retorna, como una lúgubre letanía, en todas las cosas y las relaciones precarias que nos rodean. No es nada nuevo; ya lo advertía Quevedo en El sueño del infierno: "Vuestro vestido que se gasta, la casa que se cae, el muro que envejece, y hasta el sueño cada día os acuerda de la muerte, retratándola en sí". Sólo que lo habíamos olvidado.
Por supuesto que Bauman no se ocupa sino de forma tangencial de la muerte y sólo lo hace como sociólogo, es decir, para describir y valorar mínimamente una representación o un rito. Pero su interés por la vertiginosa sustitución de los objetos y las relaciones humanas en la sociedad de consumo, por la atención superficial y desentrañada que les dedicamos como sujetos consumidores, por la ingente producción de desechos y el desperdicio de vidas y obras y por la constante sensación que tenemos de estar en peligro, de ponderar riesgos y de administrar nuestros miedos justo cuando están resueltos casi todos los problemas materiales que acuciaban a nuestros antepasados, es harto significativa y va más allá de una mera reducción a una pauta. Bauman habla de la muerte, como Thomas Bernhard en aquella memorable alocución pública de 1967, cuando le fue otorgado el premio nacional de literatura de Austria.
Es decir, que la seguidilla de variaciones sobre el contenido de un libro único que se reduplica y se reconfigura proteicamente y que explica siempre lo mismo tiene, por una parte, una explicación banal, ligada a la pregnancia publicitaria de la fórmula acuñada: la sociedad líquida es una brillante etiqueta que ensaya una "crítica" de nuestra cultura pero que también la satisface; y hasta la adula, otorgándole un atributo de singularidad. Y ya sabemos cuánto complace a los modernos todo lo que sirve para señalarlos como diferentes. Asimismo el éxito de la sociología de Bauman tiene también mucho de adocenamiento mediático: ¿hay algo más "consumista", en materia de cultura, que un sociólogo que se pone de moda y al que todo el mundo encuentra pertinente citar?
Pero esto explica sólo a medias la profusión de los libros que, por otra parte, si se publican, parecería que colman una necesidad de los lectores o que responden a muchas de las preguntas contemporáneas. ¿Por qué se leen los libros de Bauman si explican siempre lo mismo y, a veces, con las mismas referencias y ejemplos? Quizá porque a la sociología -que tuvo su bautizo positivista y funcionalista, con el que aspiraba a consagrarse como ciencia, que maduró ideológicamente como teoría crítica y, en los años ochenta, ensayó la semiología cínica- le faltaba un registro melancólico para alcanzar el rango de saber; y este anciano extraterritorial ha sabido dárselo. Enhorabuena. -
Zygmunt Bauman. Miedo líquido: la sociedad contemporánea y sus temores. Traducción de Albino Santos Mosquera. Paidós. Barcelona, 2008. 232 páginas. 17,30 euros. Vida de consumo. Traducción de Mirta Rosenberg y Jaime Arrambide. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2008. 208 páginas. 13,40 euros. Tiempos líquidos: vivir en una época de incertidumbre. Traducción de Carmen Corral. Tusquets Editores. Barcelona, 2007. 176 páginas. 13,70 euros. Archipiélago de excepciones. Traducción de Albino Santos Mosquera. Katz. Madrid, 2008. 134 páginas. 9 euros.
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