La madre de un agente asesinado intenta agredir a El Solitario
"Quiero morir para ir con él", dice en en el juicio la madre del otro fallecido
María Benítez González, la madre de uno de los dos guardias civiles asesinados en Castejón (Navarra) en 2004 llegó al juicio desmadejada, con dificultes para hablar, ahogada por el llanto. "Mi vida ha cambiado en todo desde la muerte de mi hijo Juan Antonio. Tengo cuatro hijos más, pero no puedo vivir". Al levantarse para salir de la sala, la mujer se detuvo, miró al procesado, Jaime Giménez Arbe, El Solitario, cerró los puños y apretó los dientes. De repente, llena de rabia, se lanzó contra El Solitario, y tuvo que ser contenida por los policías forales. "¡No tengo nada que ver con la muerte de su hijo, señora!", gritó éste, protegiéndose del ataque, mientras ella le replicaba a voces: "¡Mentiroso! ¡Mentiroso". Fue un momento de gran tensión.
Antes que María prestó declaración su marido, el subteniente de la Guardia Civil Rafael Palmero, quien dijo que su hijo ingresó en el cuerpo a los 18 años y que estaba muy ilusionado con ascender.
Virginia Fernández, madre del agente José Antonio Vidal, aseguró, desolada, en la sala de vistas: "No tengo ilusión por nada. Quiero morirme para ir con él".
También declaró en la Audiencia de Pamplona la joven Caños Santos, novia del fallecido Palmero, que convivía con él desde dos años antes de su asesinato. "Para mí era mi marido. Teníamos todo preparado para casarnos. Yo era muy risueña y desde entonces mi vida ha cambiado por completo", afirmó. Al abandonar el estrado, se encaró con El Solitario y le gritó "¡asesino!", mientras éste movía la cabeza negando la acusación.
En la vista estuvieron presentes tres de los funcionarios de la Policía Judiciaria portuguesa que participaron en la detención de Giménez Arbe en Figueira da Foz en julio de 2007. Uno de ellos relató que, nada más detener al delincuente, éste le confesó que no soportaba oír "¡alto!" y "policía", y que si hubiera tenido ocasión les habría disparado. Otro agente explicó que el atracador llevaba una pistola y una metralleta cuando fue capturado y que, en su opinión, "estaba dispuesto a todo". Admitió que Giménez Arbe le dijo que tenía relaciones con anarquistas corsos.
Varios guardias civiles detallaron que los dos compañeros asesinados recibieron 21 disparos cuando estaban a punto de detener el vehículo de su agresor tras una persecución de más de tres kilómetros. Las dos víctimas no tuvieron ocasión de defenderse, explicaron.
Uno de los últimos testimonios fue el de Santiago Calvo, inspector de la Brigada Judicial de Madrid y uno de los cerebros de la captura de El Solitario.
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