La carpa rosa
El Gay Circus se presenta como espectáculo para toda la familia
¿Un circo gay? La singular iniciativa, que hará arquear las cejas a más de uno y provocará comentarios que sin duda no levantaría el Circo Barnum, se presentó ayer en Barcelona, donde ha nacido, tras larga preparación, el Gay Circus, que tendrá su debut mundial el próximo día 25 en una gran carpa instalada en el Moll de la Barceloneta -sólo durante tres días-. Con 10 atracciones a cargo de 27 artistas internacionales de prestigio, esencialmente acróbatas, trapecistas (el dúo Sorellas, que actúa sin red -en un simpático lapsus, el circo recalca "sin protección"-), antipodistas, pulsadores y contorsionistas (sin olvidar a los payasos y al ruso Monastyrsky, el rey del hula hop), el Gay Circus ofrece un esforzado programa que en sus números no parece distinto al de cualquier otro buen circo moderno. Su estética, sin embargo, es inconfundible, como lo es el punto de vista homo con el que ha sido concebido, aparte de que se publicita claramente con un espíritu reivindicativo gay.
Las relaciones en las alturas son más explícitas que en 'Trapecio'
La principal característica es que los números que suelen ejecutar en el circo convencional, hetero, parejas de ambos sexos, aquí los realizan artistas del mismo, lo que realmente cambia mucho la lectura. Las relaciones entre hombres en las alturas, por ejemplo, son mucho, pero mucho más explícitas que las que sugerían Tony Curtis y Burt Lancaster en Trapecio (1956) -aunque los leotardos marcan lo mismo-. "En el circo, desde siempre, cantidad de números son pas de deux amorosos, pequeñas historias con juego de seducción en pareja que se mezcla con la dificultad física y el riesgo de la acción; aquí todo eso se hace entre chicos, o chicas (como las Living Trapeze y Julia & Natalia), mostrando una estética y una sexualidad gay, haciendo bandera del amor homosexual", explica el productor Genís Matabosch, conocido promotor de espectáculos circenses. Que las mentes calenturientas no imaginen, sin embargo, una Sodoma bajo la carpa. "Gay Circus no es pornográfico, ni mucho menos, sino un espectáculo familiar, ideal no sólo para el público gay, sino para aquellos heterosexuales que quieren educar a sus hijos en la tolerancia y la visibilidad de las múltiples formas de amar". Los números se agrupan bajo una temática general que es la lucha entre el bien y el mal, ángeles y demonios. El espectáculo, que dirige Abel Martín, incluye referencias literarias, plásticas y cinematográficas, siempre dentro de la estética gay.
El activista gay Jordi Petit, presente ayer, saludó con entusiasmo la iniciativa, que ayuda, señaló, a incrementar la visibilidad social de gays y lesbianas rumbo a una normalidad en que a la gente, dijo, "le seamos tan indiferentes como los vegetarianos." Un ideal aún lejano, a tenor de los epítetos que han recibido los participantes en la campaña de promoción que se desplazaban por la ciudad en un coche con el rótulo Gay Circus...
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.