Borja-Villel: "Lo del Santa Mónica es una regresión a épocas oscuras"
"Si Ferran Barenblit lo ha hecho bien o mal no es el tema. El hecho de que un Gobierno imponga un proyecto que desde el sector se ve como su brazo cultural armado o, en el mejor de los casos, su instrumento de propaganda, indica una regresión a épocas oscuras. Es aberrante que se actúe a la brava, sin tener en cuenta el código deontológico del sector". Con estas palabras Manuel Borja-Villel, que fue director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y ahora lo es del Reina Sofía de Madrid, se sumó ayer al debate sobre el nuevo rumbo del Centro de Arte Santa Mónica (CASM) y el nombramiento a dedo de Vicenç Altaió para dirigirlo.
Borja-Villel no evaluó la gestión de Barenblit, director del CASM desde 2002, pero sí su dimisión. "Hace años que el sector demanda una Kunsthalle, un centro con vocación de capilaridad y contacto directo con la creación contemporánea. La propuesta del consejero de Cultura de abrir otro centro sabe a engaño e implica una mala planificación y una política cultural errática, además de lo desagradable de nombrar un director mientras aún hay otro en el cargo", añadió. "Un centro de arte debe tener autonomía, no puede estar sometido a los avatares políticos. Se está confundiendo cultura con propaganda y esto es un proceso que va de chapucero a peligroso", concluye.
"Un cadáver"
También Francesc Torres está de acuerdo con la necesidad de una Kunsthalle y la utilidad del Código de Buenas Prácticas, pero es más pragmático. "Últimamente, el CASM había pinchado; el cambio era necesario", dice el artista. " Altaió no quiere desmantelar el centro de arte; hay que darle un voto de confianza". Y añade: "Ha sido un nombramiento a dedo, pero a lo mejor ganamos".
La crítica Pilar Parcerisas está convencida de que el tema se ha enfocado desde una perspectiva equivocada: "Nadie habla de la historia del CASM y de cómo ha sido despojado de funciones hasta la última etapa, en la que se convirtió en un cadáver". "Con Altaió", argumenta, "pasa a ser una sala institucional y desarrollará una política necesaria para la comunidad artística, pero hay que poner en marcha el nuevo espacio, refundando una Kunsthalle que recoja el tejido artístico, roto por el impulso de las grandes infraestructuras". Por su parte, la asociación de galerías Art Barcelona "lamenta la situación" y espera que el cambio "no suponga una pérdida para la creación actual".
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