Compañeros de piedra
Los frontones son los vestigios más veteranos del patrimonio
Muy pocos reparan en ellos fuera de los días en que hay juego. Los que permanecen sin cubrir han aguantado hielos como puñales, así como tórridos estíos. Pero ni el invierno, ni el sol abrasador, ni siquiera el olvido, han logrado acabar con su presencia, amenazada en ocasiones por la piqueta en algunas localidades donde se alzan, Madrid incluido: son los juegos de pelota, los frontones, las construcciones civiles más veteranas del patrimonio histórico y cultural de los pueblos y de las ciudades de Madrid y de España desde la Edad Media.
Entre los que son de dominio público municipal y los particulares, suman más de mil frontones en la Comunidad de Madrid, según Patxi García, secretario de la Federación Madrileña de Pelota. "Entre los toreros es muy frecuente que, junto a sus tentaderos, se hagan construir sus propios frontones, en los que juegan a la pelota con otros matadores y gentes del toro", explica García. Erigir un frontón puede costar hoy más de medio millón de euros.
'El libro de los juegos', en pleno siglo XIII, habla ya del juego de pelota
"El frontón más flamante es el recién reedificado en el llamado Parque Sindical, en Puerta de Hierro", donde se encuentra la sede de la Federación Madrileña de Pelota, según destaca su secretario; el más antiguo pudo ser el de Las Heras, de El Molar, que hoy exhibe dos frontones nuevos en su polideportivo junto al mercado. Si uno no es socio del polideportivo, una hora de cancha le costará cinco euros en El Molar. Otras dos canchas para el juego de pelota luce San Agustín de Guadalix, donde reside el campeón mundial de frontón con raqueta sub 22, Iván Jiménez.
Otra madrileña, Mónica Estebaran, ha sido por su parte subcampeona mundial. Hasta hace meses, hubo un club de frontón estrictamente femenino que, según Patxi García, "ya no funciona como tal". Federarse cuesta 35 euros, explica.
El frontón de mayores dimensiones se encuentra en Madrid, dentro del polideportivo de La Elipa, con 54 metros de longitud y 10 metros de altura su pared frontal.
Pero también hay frontones de 36 metros para el juego a mano, con paleta de cuero, pala corta y paleta de goma; y otros de 30 metros, para frontenis preolímpico, olímpico y pala argentina, otras variedades de tan versátil juego. Las canchas, siempre con pared lateral a la izquierda -son muy raras las que muestran emparedado su costado derecho- y las reglamentarias de verdad cuentan con otro muro trasero, también de 10 metros de altura. Para los encuentros, que pueden ser entre dos o cuatro jugadores, las canchas han de ser pintadas de verde, color oficial, y sus rayas, de blanco o de amarillo; han de ser visualmente distinguibles las indicaciones Falta y Pasa, espacio sobre el que la bola que golpea el frontis ha de botar.
"Los orígenes del frontón son muy remotos", explica Fernando Sarsa, presidente de la Federación Madrileña de Pelota. Entre los mayas, parece que un juego muy similar ya era conocido hace 5.000 años. En nuestra civilización, se atribuye al griego Timócrates un tratado para regularlo. El libro de los juegos, que data de la época de Alfonso X el Sabio, en pleno siglo XIII, habla abiertamente del juego de pelota tal como hoy mismo lo concebimos. Desde el siglo XVIII, este juego irradió desde el País Vasco y Navarra, donde había fuertemente enraizado y fue extendido por los curas oriundos de esta tierra a través de los centros de enseñanza donde ejercían la docencia.
La ciudad de Madrid tuvo hasta una decena de frontones desde mediados del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo siguiente. Se jugaba y se apostaba. El Beti Jai, en la calle del Marqués del Riscal, edificado en 1898 con graderíos y asientos para 4.000 personas, lleva en desuso desde los años veinte del siglo pasado, en medio de un barrio que hoy carece de dotaciones deportivas; protegido urbanísticamente, languidece en estado semirruinoso tras remontar un episodio lamentable de especulación inmobiliaria.
Entretanto, frontones de la región madrileña llevan en ocasiones varios siglos detrás de la iglesia de la localidad. Fueron los lugares de reunión, cuando los dramas acechaban al pueblo y parajes de encuentro donde se anunciaban las mejores y las peores noticias.
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