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Los problemas de los inmigrantes

A las puertas de Europa

Subsaharianos esperan a embarcarse entre Nador y Alhucemas

Fernando J. Pérez

Cientos de inmigrantes subsaharianos esperan escondidos en los bosques cercanos a las ciudades marroquíes de Alhucemas y, sobre todo, de Nador, su oportunidad de subirse a una patera para entrar en España. De esta zona salieron los llegados a Motril y Almería, 29 de los cuales murieron en la travesía. Muchos han llegado aquí desde la ciudad de Oujda, fronteriza con Argelia, y que ayer visitó el presidente Zapatero.

Mientras las ciudades de la costa rifeña se engalanan con banderas y retratos del monarca alauí, que recorrerá la zona la próxima semana, los subsaharianos subsisten en las afueras de las ciudades con lo que mendigan y la ayuda de las ONG.

"Han salido de un infierno y ahora viven en otro", asegura Faisal, vicepresidente de Chabaka, una red que engloba a 30 ONG locales, y que se ha centrado en la ayuda a los inmigrantes en una región que en esta época duplica su población con el retorno de los marroquíes que viven desde hace años en Francia, Bélgica u Holanda. Éstos pasean su aparente opulencia ante la mirada de sus paisanos sentados mañana y tarde en los cafés.

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En la zona de Alhucemas, los extranjeros, según los cooperantes, se han alejado del casco urbano y se han adentrado en la comunidad rural de Rouadi, un área boscosa, ideal para esconderse de la Gendarmería. Aunque son "muchos", evitan moverse en grandes grupos. Para hacer sus escasas compras y aprovisionarse de víveres, mandan a las zonas habitadas a uno o dos, los más instruidos, que ejercen de "portavoces" o "secretarios", según las ONG.

Dos tipos de mafias

Un camino de tierra en mal estado conduce a las playas de Adouze, Betes y Dirkit, desde las que varias noches por semana parten las lanchas con destino a España. En las horas de luz, los sin papeles parecen desvanecerse. Las "mafias" que proporcionan a los subsaharianos una plaza en la embarcación son, según Faisal, tanto personas sin escrúpulos que "obtienen un gran beneficio económico" poniendo en riesgo la vida de seres humanos, como "redes informales" de personas que ayudan a los africanos en su huida "porque creen sinceramente que les están salvando la vida".

Según Said, otro cooperante, existen dos tipos de lanchas. "Están las de calidad, en las que con algo más de dinero se viaja con menos gente y con un patrón y dos ayudantes al mando". Y las que lanchas neumáticas que se reservan para los subsaharianos, que pagan una media de 3.000 euros por pasaje, con la gasolina justa y sin nadie al timón que conozca mínimamente el mar.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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