Congresos, congresos...
Acaban de celebrarse este último fin de semana el 37º Congreso Federal del PSOE y los congresos regionales del PP en Cataluña y Baleares, con resultados que reclaman un cuidadoso análisis. En Madrid ha tenido lugar el del PSOE, con el anuncio de un giro a la izquierda. En Barcelona y Mallorca se han celebrado los del PP, con pugna abierta entre los candidatos de la nueva Génova y otros oriundos dispuestos a pelear contra ellos. Zapatero ha puesto de manifiesto que tiene el pleno control del partido, con manos libres y sin sombra alguna de discusión a su poder. Por la otra banda, Rajoy sigue cuestionado pero con apuestas decididas para reforzar su posición.
En el plano de las ponencias socialistas estábamos avisados de que se debatirían propuestas y enmiendas en línea con materias de derechos, que han caracterizado la primera legislatura del presidente Zapatero. Enseguida siguieron las salvas de la prensa de derecha que saludaban un giro hacia el radicalismo. Pero al final la ponencia marco ha preferido ahorrar perfiles polémicos. Así, se ha evitado mencionar la eliminación de los funerales de Estado, sobre los que no se recuerda disposición legal alguna que los prescriba. Es una manera de reconocer que en materia de liturgia sólo hay dos instituciones de referencia: la militar y la eclesiástica. Sólo los Ejércitos y la Iglesia saben rendir honores cuando llegan las grandes ocasiones, de júbilo o de tristeza, con sus desfiles victoriosos y armones de artillería con el arma a la funerala o los Te Deum y Misas de Réquiem con música de Mozart.
El 37º Congreso del PSOE ha pasado de puntillas sobre la directiva europea de retorno de inmigrantes
Tampoco se ha insistido en la retirada de los símbolos religiosos, cuya exhibición se prefiere dejar al buen sentido. Ramón Jáuregui ha sabido explicar que la retirada de los crucifijos ya fue motivo de fractura en nuestro país y ésa es una senda de la que se quiere huir. Nada se dice, por ejemplo, de la anomalía que representa la graduación militar conferida a los miembros del Vicariato General Castrense. Las resoluciones del congreso renuncian también a la regulación de la eutanasia activa. Eso sí, impulsan los cuidados paliativos, la legislación sobre el testamento vital, el derecho a rechazar tratamientos y el de recibir sedaciones. En definitiva, se apuntan al mismo trato cristiano que pudieron recibir los últimos pontífices en sus enfermedades terminales, más allá de las proclamaciones del arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, adalid del sufrimiento agónico del que no deberíamos ser privados.
Queda en el alero la reforma de la Ley de Libertad Religiosa, cuya relectura desaconseja semejante intento, pero tampoco se insta a la revisión necesaria de los acuerdos entre el Estado y el Vaticano. Claro que antes debería relevarse a nuestro embajador ante la Santa Sede o sugerir que cambie su función para recibirlo como Nuncio de Su Santidad en Madrid. Otra petición señalaba la necesidad de modificar la Ley del Aborto, acordada hace 23 años, para sustituir los supuestos tasados que ahora lo autorizan por la determinación de unos plazos sin necesidad de justificación autorizada. Al final, parece que se favorecerá el derecho a decidir de las mujeres sobre el control de su maternidad, con clara preferencia por el consenso en esta materia con el Partido Popular. Por otra parte, la idea de reclamar la conversión de España en un Estado federal ha quedado reducida a una mera apuesta del PSOE por la cultura política que señala esa dirección dentro del modelo propio del Estado autonómico.
Cuestiones como la directiva europea sobre el retorno de los inmigrantes o las 60 horas de trabajo semanal han sido pasadas de puntillas o con ingeniosas ayudas lingüísticas. Ése ha sido el caso de los trasvases, que siguen rechazándose bajo esa denominación pero sin merma de "aquellas transferencias del recurso [término eufemístico utilizado como sinónimo de agua], a través de las infraestructuras hidráulicas necesarias, para que sean viables económicamente, medioambientalmente sostenibles y socialmente aceptadas".
En cuanto al ardiente debate sobre la energía, registremos que ha estado ausente, sin más referencia que la negativa a nuevas centrales nucleares en nuestro país. José Blanco queda ascendido a vicesecretario, a Jesús Caldera le dejan al frente del departamento de "ideas" y despunta una nueva estrella, Leire Pajín, como número tres del partido, al frente de la Secretaría de Organización.
De los congresos del PP arriba mencionados, digamos que se recomienda examinar sus dificultades e interpretarlas como la prueba de la autenticidad del cambio que promueve quien ya empieza a ser denominado como Mariano II. Que se esforzara en conformar una alternativa creíble haría más difícil la tarea del PSOE pero sería de gran ayuda para la regeneración de nuestra democracia. Atentos.
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