Pintura y caligrafía
La polémica acerca de la autoría de El coloso, hasta ahora considerada como una obra de Goya, no demuestra nada acerca de la pintura del genial aragonés. Dice mucho, en cambio, de la caligrafía de quienes hicieron a su muerte el inventario de su obra. Al parecer, el lienzo en disputa exhibe una inscripción que unos expertos leen como A. J. y otros como 18. Apoyándose en la primera interpretación, quienes dudan de que Goya sea el autor de El coloso ven confirmada su hipótesis: la inscripción, según ellos la interpretan, se correspondería con las iniciales de Asensio Juliá, el discípulo de Goya que habría pintado el cuadro. Para los expertos que leen 18, la cosa está igualmente clara: ése es el número con el que se relaciona el cuadro titulado Un gigante en el inventario elaborado al morir Josefa Bayeu, esposa del pintor. Ya debe de ser enrevesada la caligrafía que aparece en El coloso como para que personas instruidas duden de si pone A. J.
o 18.
Otro gallo cantaría al autor de la inscripción si lo que sucede es que unos expertos miran el cuadro cabeza arriba y otros cabeza abajo, que es, desde luego, una manera de que las iniciales A. J. se confundan fácilmente con 18, y no con 81. Por tanto, antes de lanzarse a especulaciones en contra y a favor de la autoría de Goya, y antes, incluso, de valorar la caligrafía de los responsables del inventario de sus obras, los expertos enfrentados deberían aclarar este extremo capital, consistente en saber en qué posición miran el cuadro.
Aunque la fórmula de convocar una rueda de prensa en lugar de publicar un estudio no haya sido acertada para discutir sobre la autoría de El coloso, en este caso sí parecería el procedimiento adecuado. Los expertos más destacados de uno y otro bando deberían comparecer unidos ante los medios y comunicar quién mira el cuadro de una manera y quién lo mira de la otra. La verdad es que se seguiría sin saber a ciencia cierta si El coloso es o no es obra de Goya, ni si era buena o mala la caligrafía del autor del inventario. Tal y como se ha planteado la polémica, ahora tampoco hay manera de saberlo, pero, al menos, se conocería qué extrañas manías tienen los expertos.
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