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Reportaje:

Sonidos efímeros en caída libre

20 músicos conforman la Orquestra de Música Espontánea de Galicia, que esta semana cerró con dos conciertos la temporada de la Sala Nasa en Santiago

"Esta música esconde un punto efímero, y aunque grabas todo lo que haces, los ensayos, los conciertos, resulta difícil estar al día y hacer un disco". Así defiende Patxi Valera la música de la Orquestra de Música Espontánea de Galicia (Omega), en la que se ocupa de una de las baterías y de cacharros percutivos varios. "Orquesta de improvisación libre experimental formada por un colectivo de una veintena de artistas gallegos alrededor del Centro de Novas Tecnoloxías do Pico Sacro, en Santiago de Compostela", reza la definición en el myspace del grupo. La Omega ofreció, los pasados miércoles y jueves, los conciertos de fin de temporada de la Sala Nasa en la capital gallega.

"La primera vez nos juntamos 17 músicos. Era marzo de 2007", relata Valera, en el núcleo fundacional del proyecto, "pero la idea procedía de un experimento de dirección que realizáramos en las Sesións Vibracionais en 2003". Debajo del cartel Sesións Vibracionais se esconde la programación más o menos regular que la Sala Nasa dedica a músicas experimentales e improvisadas. Lo de "experimento de dirección" se refiere a que al frente de Omega hay una persona que conduce los sonidos de la orquesta. En las noches compostelanas, la regencia corrió a cargo de Pablo Rega y de Chefa Alonso.

"La dirección consiste en un sistema de signos y señas, sui generis", explica el propio Rega, "es decir, puedes pedir una nota larga, pero no especificar que nota; puedes pedir cuatro notas en bucle, pero no especificar qué duración tiene". El libre albedrío, heredado a partes iguales del jazz más radical y de la psicodelia progresiva británica, adquiere cuerpo mediante la riqueza tímbrica de Omega. Para la ocasión -por la orquesta han pasado más de 30 músicos pero en Santiago se presentaron 18-, reunieron sobre las tablas guitarras, vientos metal, un hippie al mando del sitar, un ordenador, violín, contrabajo o voces.

"Es casi como un juego", asegura Rega, "y nunca es igual. No es igual aunque quieras". "Entre director y orquesta se crea un feedback [retroalimentación], y ocurre un alto porcentaje de improvisación. Pero la improvisación libre es otra cosa". Pablo Rega, como Patxi Valera, formaron parte, en la década de los 90, de la banda con base en A Coruña Kozmic Muffin', de aires progresivo-psicodélicos, pero decididamente rock. "Entramos en esto de la improvisación a través de los discos de King Crimson [banda inglesa activa desde 1969 y encabezada por el guitarrista Robert Fripp], que metían un violín, un ritmo electrónico...", recuerda Valera, que aporta su propia definición de improvisación musical: "La improvisación es un viaje; no vale lo de 'tenemos una hora, quedamos para ensayar un poco'. La improvisación requiere estar juntos, hablar, convivir".

La exploración del caos -"que es un orden", según Valera-, las continuas subidas y bajadas, de lo ensordecedor a los ritmos funk de cierto Miles Davis, del free jazz a las voces retorcidas de un Tim Buckley, la masa de sonido que desplaza la orquesta Omega se impone sobre el oyente. "Quiero que seamos duros con la audiencia", apunta Pablo Rega, "que la gente haga el esfuerzo de escuchar música y que ésta no resulte sólo un fondo". El público llenó las dos sesiones santiaguesas, que hacían el quinto y sexto concierto de la formación al completo. "El del jueves fue el mejor concierto de los que llevamos", señala Valera, "ocurrieron cosas que nunca habían ocurrido".

"La banda sonora resultante", continúa el texto de presentación, "incluye juguetes y cualquier influencia musical o ruidista, cuentos para niños, música contemporánea [...]". Patxi Valera confiesa su interés por las "sonoridades de la naturaleza, otra vez el caos que también es un orden". Junto al otro batería de la orquesta, Luis Alberto Rodríguez, y a Pablo Rega, exploran las propiedades acústicas del agua mediante un artilugio denominado acuófono. Las operaciones públicas sobre el artefacto acontecen, igual y periódicamente, en la Sala Nasa.

"Hacen falta espacios como la Sala Nasa en todas partes, en todas las ciudades y en todos los pueblos, públicos o subvencionados", argumenta Valera, "lugares en los que pueden suceder cosas".

Sin plazas fijas

"Omega se parece a un equipo de fútbol", bromea Valera, "quien entrena, juega". De los más de 30 músicos que han formado, en algún momento, en las filas de la orquesta improvisadora, alrededor de 20 comparecen en las actuaciones públicas. "Nadie tiene plaza fija, unos entran y otros salen. Al principio era un experimento que no tenía visos de ir más allá. Ahora ensayamos 'religiosamente' el último domingo de cada mes". Y lo hacen en el Conservatorio de Vigo -con el que Pablo Rega cuenta que llevarán adelante proyectos didácticos- o en el Centro de Novas Tecnoloxías Pico Sacro, en Santiago de Compostela.

"En el grupo hay gente procedente del rock, de la música contemporánea, otros que trabajan con ordenadores, músicos sin formación académica", relata Rega, "pero lo importante es estar dispuestos a darlo todo. Cuando decidimos formar Omega sólo pensamos en las personas que se podrían involucrar en ella y después trabajar con esas posibilidades tímbricas". Entre ellos, Chefa Alonso, reputada músico en la escena improvisadora inglesa, ensayista y que ha registrado discos con el saxofonista Evan Parker. "Queremos formalizar la orquesta", dice Rega, "y salir al fin de Santiago para presentarla por toda Galicia".

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