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Columna
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Cambios pendientes

Aplicar una nueva política de desarrollo económico no es tarea sencilla. Requiere recursos y competencias, líneas de trabajo claras, funcionarios que acompañen y medios de comunicación que expliquen y apoyen. Pero la lista, desafortunadamente, no finaliza ahí. La reacción de los agentes socioeconómicos es tan importante o más que todo lo anterior. Sustituir políticas de subvención indiscriminada por incentivos selectivos, priorizar o hacer apuestas territoriales genera respuestas negativas por parte de los que se sienten perjudicados. Respuestas que, en la mayoría de los casos, son más airadas que los apoyos de los beneficiados por el cambio. La gestión del conflicto acaba conduciendo a la ralentización de las reformas.

La visión de las directrices de ordenación territorial no está lejos de las que en su día presentó Feijóo

Después de tres años de legislatura, el balance es dispar. Existen líneas en la que se ha avanzado de forma muy significativa, terrenos en los que las cosas van lentas, y asuntos que se han ido aparcando, hasta el punto de que implícitamente se han traspasado ya a la próxima legislatura.

A mi juicio, ha habido mejoras relevantes en la política de desarrollo rural. Avances cuyos efectos, no obstante, tardarán en ser apreciables, porque buena parte del sector agrario se hallaba en pleno desmantelamiento. En todo caso, queda pendiente la consolidación de un gran grupo lácteo encabezado desde Galicia. Necesitamos empresarios que tiren del proyecto. También hemos avanzado posiciones en innovación. El nuevo Plan Galego de I+D+i, ya sobre la mesa en 2006, acierta en diagnóstico y líneas de actuación. Quizá fuese necesario reforzar su presupuesto. Ha habido también cambios en la buena dirección en las políticas de promoción empresarial, para abandonar la política de subvenciones generales y a fondo perdido, y potenciar la cooperación con las entidades financieras gallegas.

En el pasivo del balance se encuentran algunos retrasos gravosos, como los que se han producido en la elaboración de las directrices de ordenación del territorio (DOT), la firma de un acuerdo marco de competitividad, y la reforma de la financiación universitaria.

Sobre las DOT, el avance presentado hace unos días va en la buena dirección. En conjunto, propone una perspectiva racional de país y no se encuentra lejos de la visión que en su día presentó Núñez Feijóo cuando era conselleiro del ramo. El acuerdo entre gobierno y oposición debería ser posible a corto plazo: no podemos permitirnos pasar otra legislatura sin DOT. Porque es ese documento la base sobre la que pensar cuestiones como la localización de los futuros motores productivos de Galicia, o la definición de áreas metropolitanas y urbanas. (Un inciso: creo que la Consellería de Presidencia ha sido prudente e inteligente al aguardar por las DOT antes de aprobar cualquier proyecto de área metropolitana en el sur de Galicia. El bosquejo que se propone en ellas es el apropiado).

Respecto al acuerdo marco de competitividad, es difícil exagerar su relevancia en un doble sentido: como inventario de actuaciones y mecanismos de control de la política económica y como espacio de consenso y compromiso entre gobierno, empresarios y sindicatos. Ha sido una lástima que se empantanase el diálogo entre las partes. Para salir del impasse se ha optado por una estrategia de trabajo diferente cuyo resultado conoceremos en unos días. Cabe aguardar que el cambio de estrategia y la urgencia de aprobar un documento en esta legislatura no devengan en un acuerdo insuficientemente ambicioso. En todo caso, un acuerdo de esas características debería venir acompañado por la creación de una comisión de seguimiento que evite que el documento caiga rápidamente en el olvido, como ha ocurrido ya en otras comunidades autónomas.

Por último, la reforma de la financiación universitaria es una promesa electoral aun no concretada. La consigna en este caso es clara: todos los recursos adicionales que se les den a las universidades deben ser de naturaleza condicionada al cumplimiento de objetivos ambiciosos. Los gallegos no somos más tontos que los norteamericanos. Lo que fallan son los incentivos y los medios.

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