El Tour del 'revival'
Dos españoles, Valverde y Sastre, aspiran a ganar una carrera tan abierta como la de los últimos años
La cara del Tour del revival es la de un viejo conocido, Bjarne Riis, regresando a un territorio en el que no se encontraba a gusto desde que tuvo que expulsar a Ivan Basso, en 2006, y que no pisó en 2007, después de confesar que se había dopado para vencer a Indurain en 1996. La letra la puso en Brest, el Finisterre francés, la de los increíbles cielos grisazulados con la sombra blanca de las nubes, Christian Prudhomme, corazón nostálgico, que evocó una vez más la imagen del Tour de su infancia, la de millones de franceses disfrutando en las cunetas al paso de los corredores y la caravana publicitaria, picnic con mantel de hule a cuadros, del mejor día de sus vacaciones de julio.
"Vengo a luchar por lo máximo", dice Sastre, cinco veces entre los diez primeros
"Si vamos a la general, vamos a la general", apunta el campeón de España
En esto consiste, pues, el último slogan de la grande boucle, "le Tour toujours" (siempre el Tour), "2008, el año del kilómetro cero": un compromiso entre la reconciliación y el olvido y la emoción forzada. Nadie quiere recordar en Bretaña, tierra de tradiciones, la ausencia de Alberto Contador, el ganador en 2007, víctima de la operación nostalgia, y, en todo caso, se contabiliza a beneficio de inventario: si no está el chico de Pinto, que sería el gran favorito, mejor para todos, el Tour será más abierto, o tan abierto al menos como los Tour post Armstrong, los dos que acabaron con sorprendentes vencedores llamados Óscar Pereiro y Contador.
Mucho cálculo, claro, pero no por ello menos cierto: el Tour 2008 se presenta en verdad emocionante, y más para los aficionados españoles, que se perderán a Contador pero que podrán dividir sus amores entre dos que, según todas las voces del Tour, cuentan para la victoria final, Carlos Sastre, de El Barraco (Ávila), y Alejandro Valverde, de Las Lumbreras (Murcia). Ninguno de los dos se mordió la lengua a la hora de proclamar sus ambiciones, como tampoco lo hicieron Cadel Evans -el australiano del Silence ocupa el primer lugar en casi todas las listas de favoritos, entre otras cosas porque terminó segundo el año pasado y se ha preparado a lo Lance Armstrong, buscando la superioridad psicológica desde el primer momento, éste-, Denis Menchov, el ruso de Pamplona -"soy ambicioso", dijo, sorprendente afirmación para un miembro de la muy prudente escuela navarra de pensamiento ciclista; "pelearé para ganar"-, que llega crecido después de ganar la última Vuelta y alcanzar una magnífica puesta a punto en el Giro (5º), Damiano Cunego, Riccardo Riccò y hasta Kim Kirchen. Todos ellos calibraron sus posibilidades respecto al territorio -menos Pirineos la primera mitad, más Alpes la segunda, menos contrarreloj, más espacio para los agresivos-, los rivales y las novedades, que son dos ausencias principalmente: ni habrá prólogo ni habrá bonificaciones.
Volviendo a Riis. El danés, director del CSC, se presentó "feliz de volver", rodeado de sus nueve corredores, un equipo tremendo, incluidos los fabulosos hermanos luxemburgueses Andy y Frank Schleck, y anunció: "Nuestro líder es Carlos Sastre". Lo suficiente para poner nervioso a cualquiera, pero Sastre, duro como el granito de su tierra, no es de los que se ponen nerviosos por cualquier cosa. "El Tour es la ilusión de mi vida y vengo a luchar por lo máximo", dijo Sastre, de 33 años, quien ha llevado, voluntariamente, una temporada discreta de preparación, el reverso de la medalla del rutilante año de Valverde, quien, como Midas casi, ha ganado todo lo que ha corrido. "Mi favorito es Evans. A Valverde no le veo como tal, creo que ésa es una condición que aún tiene que demostrar". Sastre, escalador tozudo, mediano contrarrelojista, ha terminado cinco veces el Tour entre los diez primeros. El año pasado fue cuarto; hace dos, tercero.
Valverde sólo ha terminado un Tour, el año pasado, y fue sexto, pero ello no es óbice para que ría a carcajadas en su piel de favorito. "¿Y por qué no ganar?", dijo cuando se le preguntó si le valía con un podio. Luego, el ciclista reputado por su impaciencia en carrera y que se conformará con lucir de manera discreta los colores de campeón de España en su maillot negro del Caisse d'Épargne, dio muestras de su nuevo ser cuando dijo que, pese a que al final de la cota de Cadoudal en la etapa de hoy esperaba un maillot amarillo, no pensaba arriesgar lo más mínimo. "Si vamos a la general, vamos a la general", dijo como aquel que desprecia las setas porque lo suyo son los Rolex.
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