"Lo sueltan"
Le pregunté a un dirigente del PP: "¿A qué hora habla Aznar hoy?". Y un instante después, en la primera hora del sábado en que el presidente de honor iba a tirarle de las orejas a su sucesor, aquel dirigente puso este mensaje en su móvil: "Lo sueltan a las doce".
Lo soltaron. Y se hizo el silencio. En el PP ha habido este ruido que ocasionó Aznar cuando lo soltaron, y en medio ha habido un tensísimo silencio. Como si ese partido estuviera aprendiendo a respirar y tuviera la glotis acartonada. El otro día estuve almorzando en Santander con Ana Pastor, que se iba a enfrentar, al frente de la ponencia política, con algunos miuras: la cuestión homosexual, la cuestión de los pactos..., y esta mujer veloz y enérgica, y que habla con los ojos, mostró ante todo lo que pudiera ocasionar conflicto un silencio del que no la sacaron ni el jamón (de Maldonado; algunas patas valen lo que el Banco de Santander) ni el mero exquisito que le pusieron en Deluz.
¿Y eso, por qué no quiere decir nada usted?, le dije. Y siguió callando. "Representamos a mucha gente, debemos guardar silencio". Hablamos de su madre, que la convirtió en una mujer analítica y seria, y de la vida en general, de lo bien que iba a salir todo en el PP, "no hay heridas que suturar", etcétera, y de la salud, y de las bondades de Rajoy; pero en el candor de sus respuestas flotaba ese silencio, como si la glotis del partido latiera en su mudez pública. Salió, claro, el conflicto judicial que enfrentó a Gallardón con un locutor que le injurió y ella dijo de corrido lo que (luego) diría también González Pons: "Respeto absoluto para las sentencias, etcétera, etcétera". Y así sucesivamente.
¿Y por qué tanto silencio, por qué es tan políticamente correcta la conversación sobre la política, y no sólo en el PP? Después del almuerzo me la encontré en el avión; me dejó un libro en las manos, Bonsái, del joven chileno Alejandro Zambra, a ella le había encantado. Una novela de amor, de una intensidad rota, llena de humor, rara. Y me dije: "Una mujer que ama un libro como éste tendría muchísimo que decir. De lo que pasa en su partido y de lo que pasa en la vida".
¿A qué se debe el silencio, pues? Cuando escuché a Aznar, ese mediodía, entendí el largo silencio de su partido, esa glotis acartonada que ha dominado su expresión durante tanto tiempo, y entendí sobre todo ese mensaje que me llegó cuando el presidente de honor aún no había calentado el congreso: "Lo sueltan a los doce". Y ahí apareció, mandaba a callar. A lo mejor fue la señal para romper el silencio. Que respire esa gente, les toca.
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