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Reportaje:ANTONIO MACEDA | Autor del gol que eliminó a Alemania en 1984 | EUROCOPA 2008 | Las dos finales anteriores de España

"Me envían cromos desde Alemania para que se los firme"

José Marcos

Más allá de que él, un central, fuese el principal goleador de España en la Eurocopa de 1984 con dos dianas, Antonio Maceda (Sagunto, Valencia; 51 años) se ganó el fervor popular por su gol a Alemania en el último minuto del encuentro que les enfrentó en la primera fase (0-1). "Les pusimos el cascabel. Fue una machada, la primera y única vez que les ganamos en una competición. ¡No me lo creo!". Su gol, de cabeza, abrió las puertas a las semifinales con Dinamarca, resuelta en los penaltis, y la posterior final que se llevó la anfitriona, Francia.

Pregunta. ¿Se planteaba marcar un gol a la alemana contra sus inventores?

Respuesta. ¿Quién, yo? Para nada. Aún me siguen enviando muchas cartas desde Alemania en las que me piden un autógrafo. También me llaman y envían cromos para que se los firme. Así que supongo que les tuve que hacer pupa... Eran los campeones de Europa vigentes, tras el show de Schuster en 1980. Pero de repente, los que se quedaron anclados en la primera fase fueron ellos. No están acostumbrados a que les ocurra.

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P. Y menos en el minuto 90.

R. Llevábamos unos tres minutos pendientes del banquillo, porque el empate nos valía a los dos en función de lo que hiciera Portugal con Rumania. Por momentos nos gritaban 'aguanta tú, tranquilo, espera', y de repente les veíamos desesperados, diciéndonos con aspavientos que nos tirásemos todos hacia adelante. Era un cristo. No sabíamos qué hacer.

P. Usted lo tuvo muy claro.

R. Ellos hicieron una falta en el mediocampo. Y como yo ya estaba harto de contener y especular atrás, me incorporé al ataque. Pasé por encima del balón, y dije: 'Dejadme llegar'. Y en vez de esperarme, veo que Gallego saca rápido a Señor a la derecha, un poco escorado, y que iba a meter el centro. Y claro, mientras me acordaba de la familia de Gallego, metí el cambio de ritmo y zas. Me encontré con el balón en el área, sólo delante de Schumacher. Y oiga, no lo iba a desaprovechar.

P. El portero llegó a tocar la pelota un poquito.

R. Bueno, yo lo que quería era pillar portería. Querer enchufarla por la escuadra o querer meter el chicharro de mi vida hubiera sido un problema. El gol de mi vida era si entraba, daba igual cómo. Y así fue. Quizás fue demasiado centrado, pero como el balón iba fuerte, no era fácil de parar. Eso debió pensar el encargado del marcador, porque el balón iba por el aire y ya ponía España, 1; Alemania, 0. Sería español.

P. No parece una explicación muy científica...

R. Más que el cabezazo, el quid de la cuestión es que les sorprendí llegando desde tan lejos. La posibilidad de que hubiera gol se produjo precisamente por eso. Vi que Carrasco iba por un lado, yo tiré por otro y... sorpresa.

P. Carrasco celebró el gol como si lo hubiera metido él.

R. Antes del descanso el pobre había fallado un penalti de Stielike sobre Salva, así que mi gol nos liberó. Fue una explosión. Llevábamos un campeonato complicado, con muchas críticas desde el empate inicial con Rumania. Contra Portugal estuvimos virtualmente eliminados 20 minutos, pero igualamos con un gol de Santillana.

P. Pese a su famosa flor, Muñoz, el seleccionador, lloró con su gol.

R. Todos lo hicimos. Bueno, cada uno a su manera. Piense que estuvimos a un paso del fracaso y terminamos jugando la final contra Francia. Pasamos muchísimos problemas desde el principio, porque el preparador físico dijo que podíamos haber llegado mucho mejor, haber hecho más. Había mucho revuelo. Fue pasar de la tierra a estar a las puertas del cielo.

P. Tanta emoción fue la guinda de un partido rarísimo.

R. Cuando Portugal se adelantó a Rumania todo el mundo se volvió loco. El centro del campo dejó de existir. Era ataque, ataque y ataque. En la primera parte ellos fueron más a por el partido, y nosotros contraatacábamos de vez en cuando. Tras el descanso ellos también estaban pendientes, el empate les valía sí o sí. ¿A nosotros? Ir a por el partido, pero con el retrovisor pendiente de lo que hicieran los otros. Jugar a la desesperada los últimos minutos contra Alemania, cuando también se están jugando en partido oficial la clasificación, no es nada fácil.

P. Y eso que los alemanes les empezaron apretando de lo lindo.

R. A los tres minutos, Briegel nos mandó un cabezazo a la escuadra. A los 20 otra de él dio en el larguero y rebotó en la raya. También hubo un poste de Andreas Brehme. En la estrategia nos estaban machacando, la verdad. ¿Sabe qué pasa? Que normalmente yo no tenía marcaje. Iba libre al balón. Te ponías en una zona más o menos centrada de la portería, y a guardar la posición. Iba siempre a buscar el balón. Pero claro, el cabrón aquel sacaba los córners tan bien al primer palo. Sí hombre, el pequeñito éste... ¿Littbarski puede ser? Bueno, el caso es que Briegel era un armario y nos lo remataba todo. Ni Arconada ni yo teníamos opciones con ese bicharraco. Joder lo que sufrí. Porque Briegel ponía los pies en el suelo, te cogía el sitio y adiós. No había quien le moviera, hacías fuerza y qué va. Un gemelo suyo era como los dos cuádriceps míos.

P. Aun así, se plantaron en la final tras la decepción del Mundial de España.

R. Después de ese Mundial, Miguel Muñoz y Vicente Miera intentaron hacer un bloque; había unos jugadores que íbamos siempre. Y vaya la que montamos con los subcampeones de 1982. Pero si entonces nos habían ganado 1-2 en el Bernabéu. Esta vez le dimos la vuelta a la tortilla. Aquello fue como un chispazo, porque nos dimos cuenta de que podíamos hacer muchas cosas. Quizás no había el talento de ahora, la forma de jugar, el estilo tan noble y hermoso, pero había mucha gente competitiva, futbolistas curtidos y duros como piedras. Por supuesto que también había gente con recursos, tipo Sarabia, pero no perdíamos fácil. Éramos muy cabezotas, muy alemanes.

P. Usted acabó con Derwall y una larga tradición. En 75 años los alemanes sólo habían utilizados a cuatro técnicos, que dejaban el cargo cuando se jubilaban.

R. Tuve la satisfacción de que me vino a saludar Franz Beckenbauer después del partido, y le noté esa sonrisa... Echaron al otro y, como quien dice, le colocaron a él de seleccionador. Le noté esa satisfacción. Pero bueno, Derwall tampoco era un chavalín.

Maceda, en el suelo, marca de cabeza el gol ante Alemania que dio la clasificación a España para la final de 1984.
Maceda, en el suelo, marca de cabeza el gol ante Alemania que dio la clasificación a España para la final de 1984.EFE

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Sobre la firma

José Marcos
Redactor de Nacional desde 2015, especializado en PSOE y Gobierno. Previamente informó del Gobierno regional y casos de corrupción en Madrid, tras ocho años en Deportes. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Trabajó en Starmedia, Onda Imefe y el semanario La Clave.

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