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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un caso de desorientación

Aunque el lector ya haya visto varias veces las fotografías de Man Ray, los dibujos y las transparencias de Picabia y los ready made y el Desnudo descendiendo la escalera de Duchamp, del que aquí podemos ver una versión en grises, recomiendo la visita al Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), donde ayer se inauguró Duchamp, Man Ray, Picabia, que viene de la Tate, porque la contigüidad de las obras de aquellos tres amigos ilumina y contextualiza sus respectivas trayectorias, muestra afinidades y paralelismos, influencias y complicidades, los temas que compartían, las máquinas, las novias, las curiosidades ópticas, etcétera.

Las relaciones de los tres artistas con Barcelona, o en general con este país, son más bien casuales, pero ¿a quién no le entretienen estas curiosidades? Por ejemplo, la reacción del príncipe de la inteligencia, Eugeni d'Ors, ante el Desnudo bajando la escalera cuando lo vio, en 1912. Por qué el autor la había retirado del Salon des Indépendents de París, a petición de sus propios compañeros, entre ellos sus hermanos, también pintores, temerosos de que fuera vista como una burla del cubismo. "En aquel mismo momento", dijo luego Duchamp, "supe que nunca más formaría parte de ningún grupo". Así que el Desnudo, hoy quintaesencia celebérrima de las vanguardias del siglo XX, se expuso en Barcelona en rigurosa primicia mundial, en el marco de la exposición de cubistas en las Galerías Dalmau. Después de verlo, D'Ors apunta en su Glossari (Ed. Crema, página 146 y siguientes): "... Hay un caso triste, un caso de inconsciencia y desorientación. Es el de este Duchamp autor del Desnudo bajando la escalera, que tanto escándalo ha causado, y tanto daño ha hecho a la comprensión y aprecio del resto....". Pero no se queda tranquilo, y al día siguiente vuelve a reprocharle la "banalidad" y el "profundo malestar" que la "incoherencia" de Duchamp causa a "cualquier alma bien nacida".

A D'Ors le interesaba el cubismo por lo que tenía de vindicación de la estructura, de medición, de orden, en fin, lo que apoyaba a su proyecto estético noucentista; y por eso no podía apreciar el Nu, me explica Elena Llorens, conservadora del MNAC y persona muy grata y docta, que el 16 de julio dará una conferencia sobre las "conexiones catalanas" de los tres artistas. En esa conferencia aludirá a la recepción del Desnudo en la Dalmau, y a sus estancias en Cadaqués, que empezaron en el año 1933: "Seguramente por influencia de Dalí, que en aquellos momentos ya estaba en la constelación del surrealismo". Desde allí Duchamp envió carta a Man Ray: "Cadaqués, fantástica, y la peseta, estupenda". Volvería 15 años después para pasar allí los últimos 10 veranos de su vida. Cadaqués aún era estupenda y la moneda, barata.

Llorens se referirá también a las estancias de Picabia en Barcelona durante la I Guerra Mundial, escaqueado del servicio militar: su padre era gallego y tenía aquí primos y tíos. Aquí escribió poesía, sus Cincuenta y dos espejos, aquí lanzó los primeros números de su revista 391, aquí quedó encantado con los frescos románicos, que incorporó a sus transparencias, y por las mujeres españolas, españolas de almanaque, con peineta si es posible. Se lo reprocharon y respondió, soberbio:

-¡Yo pinto máquinas y españolas!

Llorens se referirá también a las visitas de Man Ray a Barcelona para sacar las fotos que ilustrarían el ensayo de Dalí sobre "la belleza comestible" del modernismo en la revista Minotaure, y luego para la exposición de sus propias fotos y óleos en la joyería Roca... Todo esto es insignificante, ya digo, para la historia del arte, pero no para la microhistoria espectral de la ciudad.

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