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Reportaje:Signos

La música se emancipa del baile

El guitarrista Jesús Torres publica 'Viento del Norte', su primer disco

Va a hacer casi siete años que el guitarrista Jesús Torres (Baracaldo, 1965), cuando regresa de sus giras con las compañías de baile para las que toca, no lo hace a Madrid, sino a Sevilla, la ciudad a la que ha trasladado su residencia completando de esa forma un largo viaje de retorno. Porque Jesús, que es hijo de andaluz -gitano y de Écija- emigrado a los Altos Hornos de Vizcaya, nació en la ribera del Bidasoa, pero desde muy joven y guitarra en mano inició, quizás sin pretenderlo, un viaje de regreso a la tierra paterna. Recaló primero en Madrid, para iniciarse en el acompañamiento para el baile, y allí trabajó con las compañías de Merche Esmeralda, El Güito y, sobre todo, Antonio Gades, con el que colaboró en los montajes de Fuenteovejuna y Carmen. Sus trabajos posteriores con artistas de su generación le fueron trayendo cada vez más al Sur, donde reconoce que siempre tuvo "muchos anclajes", más allá de los tres meses de verano que solía pasar en Écija. Ahora, desde Sevilla, administra su carrera y sigue trabajando con algunos de esos artistas, como las bailaoras Rafaela Carrasco o Isabel Bayón, para las que compone la música de los espectáculos que ambas estrenarán en la próxima Bienal.

De formación mayormente autodidacta, Torres se identifica con el difícil y en ocasiones anónimo trabajo de acompañar el baile, disciplina a la que, además de su medio de vida, considera su escuela. Por eso, quizás resulta curioso que, cuando se le pregunta por sus guitarristas favoritos -además de a los históricos como Sabicas o Niño Ricardo-, cite exclusivamente a compañeros de profesión y de su misma generación: Salvador Gutiérrez; Juan Antonio Suárez, Cano; Paco Arriaga o Juan Gómez, Chicuelo. Con algunos de ellos comparte un hecho fundamental y cada vez más extendido: la grabación de un disco en solitario, una suerte de rebelión de los esforzados del atrás del flamenco. Jesús lo explica como la necesidad de plasmar algo propio. "Tras mucho tiempo de hacer composiciones para obras de otros artistas, te das cuenta de que tienes un material válido y no quieres que se pierda entre los mini-dics que acumulas". El hecho de que este fenómeno de las grabaciones se dé entre sus compañeros es algo que el guitarrista valora como muy estimulante: "Hay una generación nueva, muy técnica, que ha accedido muy fácilmente a la grabación, pero no es el caso. Entre nosotros hay un factor común que son los años de trabajo que, en todos los casos, son muchos. Existe, además, una interrelación y que alguno haga un disco supone un revulsivo". Cita así los casos de Juan Diego, que ya ha grabado; Cano, que lo acaba de hacer; o Salvador Gutiérrez y José Quevedo, Bola, que están en ello. "Para mí -afirma-, y supongo que para todos, la grabación es un espejo en el que te miras, además de un sueño posible, aunque, en ocasiones, cueste dinero".

De esa línea de trabajo ha surgido su primera grabación en solitario, Viento del Norte (Flamenco-World Music, 2008), un disco en el que el guitarrista de Baracaldo recoge composiciones escritas a lo largo de casi diez años para obras de Andrés Marín, Rafaela Carrasco y, sobre todo, Isabel Bayón, más alguna otra procedente de su etapa madrileña. El hecho de que estas composiciones hayan nacido por y para bailes les confiere una estructura especial, un discurso circular que ha llamado la atención de críticos y aficionados. El guitarrista resalta que su trabajo "nace de emociones y son fruto de un sentido musical" y, aunque valore otras fórmulas, esa es la que elige: "exponer los temas hasta llegar a un núcleo que se disolverá en una especie de conclusión". El disco lo abre una bulería dedicada a su padre y lo cierra una nana a su madre. En medio, una taranta -"Tarantango"- que proviene de la obra La Puerta Abierta de Isabel Bayón, una solea por bulería con la voz de Encarna Anillo o una malagueña rematada en jabera por Miguel Poveda. También dos piezas para el lucimiento personal como son la fantasía y el zapateado.

Si se le pregunta a Jesús si el hecho de grabar un disco cambia mucho la vida de un guitarrista de acompañamiento, destaca el valor que tiene en lo que significa de "completarse como profesional". "Sabes que dominas el toque para bailar y para cantar y, con una experiencia así, te dices 'puedo hacerlo también solo'. Porque siempre, incluso a la hora de subir al escenario con las compañías, nos enfrentamos a nuestros miedos. Y con estas cosas te demuestras que tienes capacidad, a pesar de esos miedos. A eso hay que añadirle el hecho de que te llamen para hacer algún concierto que otro, algo que no entraba en mis expectativas y que va saliendo".

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