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Crítica:MUSICAL | Història del soldat | Grec 2008
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El enigma de la mayonesa

¿Por qué se corta la mayonesa cuando se corta? Misterio. Los huevos son frescos, el aceite, de primera, el vinagre, en su punto. Y sin embargo, cuando se corta, ya no hay manera de que cuaje.

No cuajó en el Grec esta Història del soldat, a pesar de que los ingredientes, tomados de uno en uno, eran de buena calidad: el octeto de músicos, procedentes de esa gran escuela que es Barcelona 216, a las órdenes de una muy competente Virginia Martínez; los actores, bien metidos en el papel: un Pavlovsky caricato que daba bien el perfil del muñeco roto por el mal; un demonio (Marilú Marini) de múltiples registros -las caras del mal son infinitas- que se vació en escena; y una Misia que narra la historia con claridad y aplomo. La coreografía, voluntariamente retro, pero aceptable. Incluso la escenografía podía considerarse pasable. Pero el conjunto no funcionó.

HISTÒRIA DEL SOLDAT

De Igor Stravinski y Charles Ferdinand Ramuz. Dirección de escena: Nigel Lowery y Amir Hosseinpour. Dirección musical: Virginia Martínez. Intérpretes: Mísia, Marilu Marini y Ángel Pavlovsky. Teatre Grec. Barcelona, 25 de junio.

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¿Problema de la obra? Tal vez, pero es difícil asegurarlo. Es desde luego una obra "de crisis", escrita por Strawinsky y CharlesFerdinand Ramuz para muy pocos efectivos escénicos: corría 1918 y no era cuestión de derrochar. ¿Demasiado pequeña para un escenario al aire libre como el Grec? Puede, pero si los músicos no hubieran estado hundidos en el foso, tal vez se hubiera ganado. En esta obra la música nunca es incidental: va de menos a más hasta acabar ocupando la totalidad de la escena. Merecía sin duda mayor protagonismo. Stravinski trabajó con objets trouvés -una marcha, un vals, un tango, un rag-time, una coral, lo que encontró-, a los que imprimió su potente sello personal, esas idas y venidas entre el impulso y el reposo, ese balanceo permanente entre tonalidad y disonancia, esa voluntad de desequilibrio tímbrico entre maderas y metales que enrarecen la obra y nos contagian un desazonador sentido de crisis irreparable.

Pareció como si de todo ello la dirección escénica se hubiera apercibido demasiado tarde. Quiso "llenar" con los movimientos de tres bailarinas, pero a la postre resultaron insuficientes. Quiso sorprender con una operación quirúrgica de la princesa no prevista en el relato original, y no hizo más que confundir las ideas. Y algo poco justificable: substituyó el violín del soldado por... una armónica. Vale que hay una voluntad explícita de arte povero en toda la obra, pero escatimarle al diablo el violín es como quitarle al niño Jesús el buey y la burra.

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La narración acaba con una frase brillante que tal vez encierra el secreto del corte de la mayonesa: "Una felicidad es toda la felicidad; dos, es como si ya no existieran". Acaso hubo demasiadas felicidades en este montaje y acabamos sin ninguna felicidad.

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