El acelerador LHC, a punto de entrar en la intimidad del átomo
Mientras los ingenieros y los físicos ultiman las operaciones para poner en pocas semanas en funcionamiento el nuevo gran acelerador LHC, en la frontera entre Francia y Suiza (junto a Ginebra), sus responsables han despejado un imprevisto de última hora sobre la seguridad de máquina, la más potente del mundo en su género. "No hay ningún motivo para preocuparse sobre las consecuencias de la posible producción de nuevas partículas o formas de materia en el LHC", declaró el español Enrique Fernández, presidente del Comité de Política Científica del Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN).
En el LHC chocarán haces de partículas (protones contra protones) aceleradas hasta casi la velocidad de la luz y en las colisiones se producirán nuevas partículas que darán pistas a los físicos acerca de cómo es la naturaleza, los átomos, a su nivel más íntimo. El acelerador es un anillo de 27 kilómetros formado por unos 1.500 grandes imanes superconductores que funcionan a temperatura ultrabaja (1,9 grados centígrados sobre el cero absoluto). Su puesta en marcha comenzó en enero: ahora cinco octavos del anillo están ya enfriados y los otros tres, casi, anunció el director del CERN, Robert Aymar, a los delegados de los países miembros, incluida España. Cuando todo el LHC esté a 1,9 grados se inyectarán los primeros haces y se producirán los primeros choques de partículas. Será en agosto. Cuatro gigantescos detectores registrarán los efectos de las colisiones.
Todas las cuestiones de seguridad del LHC, tanto medioambientales como relativas al riesgo de los experimentos, habían sido estudiadas a fondo en los últimos años. Pero hace tres meses resurgió la cuestión, cuando dos personas pusieron en Hawai una denuncia contra el LHC. Los riesgos aducidos no eran nada corrientes: formación de microagujeros negros que podrían tragarse la Tierra o el universo entero, creación de una nueva forma de materia (strangelets) con peligro similar, o diabólicas burbujas de vacío. La cuestión de los strangelets surgió hace cinco años cuando se abrió un acelerador estadounidense RIHC, y ya entonces se descartó el peligro. Pero el CERN había encargado ahora una revisión independiente de los estudios de seguridad y las conclusiones, analizadas y aprobadas por su Comité de Política Científica, son claras: no hay motivos para preocuparse.
En el LHC se recrearán fenómenos naturales que ocurren a menudo en el universo, pero bajo condiciones controladas de laboratorio, explica el CERN. "El universo en su conjunto hace más de 10 millones de experimentos como los del LHC por segundo". Los choques de rayos cósmicos de alta energía son corrientes; los microagujeros negros no se pueden producir según las leyes de la gravedad, y en todo caso, si se crearan, como sugieren algunos especuladores, se autodestruirían inmediatamente; de los estrangelets poco nuevo hay que decir tras la experiencia sin sobresaltos de RIHC, y jamás se han generado burbujas de vacío, concluyen los expertos.
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