"Tenemos algo especial"
Terim ensalza a sus jugadores mientras Bilic dice que no olvidará "jamás" este partido
"Siempre les digo a mis jugadores que no se rindan. Y, desde luego, nunca se rinden. Hoy, tampoco. Tenemos algo especial", declaró, exultante, Fatih Terim, el técnico turco. Su imagen resplandeciente contrastaba, como es lógico, con la de su colega croata, Slaven Bilic, que repetía una y otra vez: "Jamás olvidaré este partido, jamás".
Hacía tiempo que Turquía y Croacia no se veían las caras en una Eurocopa: desde la primera fase de la de Inglaterra 1996. En aquel encuentro, los croatas ganaron por 1-0, gol de Vlaovic.Días antes del partido, el ex valencianista se encargó de calentar los ánimos de los aficionados al calificar a los turcos como "futbolistas salvajes".
Ayer, sobre el césped del estadio Ernst Happel, sólo hubo dos huellas de excesos de adrenalina. Primero, los aspavientos de Bilic, brazos alzados, tras el gol de Klasnic. Después, los brincos, abrazos y gritos eufóricos de los chicos de Terim con la igualada de Semih. Luego, el azar, los penaltis y el pase de Turquía a las semifinales, en las que no estarán Tuncay, Arda y Emre Asik por sanción.
Unos, con la media luna y la estrella en el pecho; otros, de azul y con el ajedrez rojo dibujado en la camiseta. Y en la mente, el triunfo. En principio, los únicos incidentes estuvieron en las gradas, donde los aficionados croatas encendieron varias bengalas que inundaron un sector del estadio con olor a pólvora. Horas antes, en el centro de la ciudad, otros cinco seguidores croatas fueron detenidos, tres de ellos por agresiones físicas.
La policía local desplegó a 4.600 agentes para vigilar a los cerca de 50.000 seguidores turcos -su federación sólo recibió 5.400 entradas- y más de 10.000 croatas que coparon las calles vienesas, aunque cada grupo optó por hacerse fuerte en un barrio. Los otomanos quisieron imitar a los 150.000 soldados turcos que en 1634 asediaron la ciudad del Danubio. Así, se dispusieron a tomar el centro de Viena sólo para darse cuenta de que los croatas habían llegado antes.
A poca distancia del casco histórico, el barrio de Ottakring abrazó a los hinchas de Turquía. Conocido como la pequeña Estambul de Viena, allí viven unos 4.000 turcos junto a unos 10.000 croatas. La policía, consciente de la exaltación y alegría desbordada que provocan las victorias, se preparó para garantizar que la fiesta deportiva transcurriera sin altercados: 25 agentes croatas y ocho turcos actuaron de enlaces con las respectivas aficiones. Se trataba de tener la celebración en paz.
No fue posible. Poco después de la medianoche, cientos de hinchas croatas irrumpieron en el festejo de los turcos y les lanzaron piedras y botellas. Cuando los agentes trataron de mediar, se volvieron contra ellos y se produjo una refriega.
Mientras tanto, miles de turcos habían copado los paseos céntricos de la capital austriaca, en los que interrumpieron la circulación con sus manifestaciones de alegría.
A unos 1.000 kilómetros, en la ciudad bosnia de Mostar, la policía se desplegó para evitar enfrentamientos entre los bosnio-croatas y los musulmanes del país, partidarios de Turquía.

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