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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Hogueras de ayer, hogueras de hoy

Si hay un tema del que no puede hablarse mal públicamente en Alicante son las Hogueras de San Juan. Se diría que el alicantino ha firmado un documento que le prohíbe censurar la fiesta, y todo el mundo procura respetar la norma. Desde hace un tiempo, sin embargo, el pacto comienza a ser transgredido y han aparecido algunas personas críticas con las Hogueras. No piense el lector que la cifra de disidentes es importante; de ningún modo. Apenas pasarán de unas docenas los alicantinos que critican la fiesta, y son muy pocos quienes se atreverían a hacerlo de manera abierta. En cualquier caso -y no hay en ello ninguna contradicción-, estos críticos suelen ser unos fervorosos partidarios de las Hogueras. Si protestan, es porque no les agradan en su actual estado, que consideran excesivamente comercial. A mí, tampoco me gustan demasiado las Hogueras de hoy, pero si tuviera que decir cómo las prefiero, me vería en un aprieto. El asunto no es sencillo.

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En ocasiones, cuando se suscita el tema en una reunión de amigos, siempre hay alguno que entorna los ojos y se lanza a ponderar las Hogueras de antes. Nunca he logrado averiguar cuáles son esas Hogueras de antes. Para unos, me ha parecido entender, se trataría de aquellas lástimas que pintaba Gastón Castelló y que el público pretendía salvar del fuego a toda costa; otros se refieren a la época -que ellos califican de gloriosa, tal vez porque los quince años son siempre gloriosos- en que Benalúa y Ciudad de Asís disputaban el premio especial cada temporada. No, yo no creo en las Hogueras de antes porque pienso que cada momento tiene las suyas. Nuestra memoria se construye sobre el pasado, pero su sentido es alimentar el presente. Cuando hablamos de las Hogueras de antes, lo que decimos, en realidad, es cómo desearíamos que fueran las de ahora.

Mi idea es que las Hogueras de hoy responden al carácter que ha adquirido la ciudad en los últimos tiempos, como no podría ser de otra manera. El Alicante actual no tiene nada que ver con el de cuarenta años atrás. Aquella ciudad de ciento y pico mil habitantes en la que algunos crecimos no guarda ningún parecido con la actual. Lo alicantino -por mucho que se empeñen algunos arqueólogos de la sentimentalidad- no existe más que en una perpetua transformación. Leed las páginas del Diario de Valery Larbaud, tan entrañables, y decidme qué queda del carácter de aquel Alicante que el escritor francés conoció durante su estancia entre nosotros. Nada. No queda absolutamente nada. Las ciudades siempre son otras, porque cada generación construye la suya. Ponernos a idear lo que pretendía José María Py cuando creó la fiesta puede ser una admirable tarea de investigación, pero sus efectos prácticos son nulos. La ciudad de Py jamás será la nuestra, como no pueden serlo las Hogueras que él imaginó.

Puestos a hacer una crítica a las Hogueras de hoy, hablaría del exceso de retórica que las envuelve y que algún día llegará a asfixiarlas. Las Hogueras tienen, si se me permite decirlo, un sobrante de reglamento que las hace insoportables en más de una ocasión. Esto les ha restado un punto de espontaneidad que las hacía muy agradables y les confería un gran carácter popular, que muchos admirábamos. La separación entre comisionados y público es más cierta cada temporada y, aunque tal vez sea el precio que debemos pagar por el crecimiento de la ciudad, resulta lamentable. No conociendo a fondo el mundo de la fiesta, que es un mundo de una gran complejidad, no puedo pronunciarme de una manera decisiva sobre el asunto. Pero puedo decir, porque lo tengo observado, que el alicantino siente hoy las Hogueras de un modo más distante que en otras épocas; las vive con una pasión menor. También las medidas de seguridad, tan excesivas, han influido en ello. Estas medidas, hechas con la mejor de las intenciones, evitarán que suframos un accidente, pero acabarán por matarnos de aburrimiento.

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