Canibalismo deportivo
Se extiende como una epidemia de canibalismo: los presidentes y directivos de las federaciones deportivas están atacando públicamente a las figuras más destacadas de sus deportes respectivos. Hubo casos anteriores, olvidados o escondidos, en deportes minoritarios; pero ahora es una fiebre contagiosa. Los presidentes del fútbol, baloncesto o tenis actúan como anticuerpos que marcan a Luis Aragonés, Pepu Hernández o a los tenistas galácticos Nadal, Moyà o Ferrer como enemigos acérrimos. Aragonés se irá después de la Eurocopa, Hernández está despedido, y sólo Pedro Muñoz, el inefable presidente de la raqueta, ha mordido el polvo. Los tenistas de la Spanish Armada no son fácilmente reemplazables y, en un cálculo de coste de oportunidad, es más fácil sustituir al presidente de una federación que a jugadores con muchos títulos en su haber.
Un psicoanalista explicaría esta acumulación temporal de antropofagia deportiva por una suerte de estrés postraumático inverso. El éxito continuado -bueno, en el caso del fútbol, una alegría esporádica- produce extraños espejismos entre los federativos. Uno muy frecuente consiste en creer que pueden mejorar el trabajo de los profesionales. Así que intervienen autoritariamente para demostrarlo. En otros casos son simples celos, el mecanismo más trivial del rencor. En todos, se desborda la imprudencia. No se debe provocar un conflicto a dos meses de la Eurocopa, una eliminatoria de la Copa Davis o unos Juegos Olímpicos. Quien vulnere un principio tan elemental debe ser recluido temporalmente en una escuela de negocios, con los gastos a su costa, para corregir su incompetencia.
En esa escuela, el directivo chapucero deberá aprender las reglas básicas de la separación de poderes. La más importante es que los federativos se encargan de la administración y de la política: firmar los cheques, designar cargos medios, conseguir fichas y nombrar un entrenador. La tarea del entrenador es formar un equipo competitivo; la de los jugadores, meter goles, hacer canastas o conseguir aces. Si es tan fácil, ¿por qué no lo entienden? Que lo copien 1.000 veces.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.